Hoy que está tan de moda el turismo, por todas partes se
venden mapas de rutas. Y aún hemos dado un paso más. Ahora ya están de venta
esos aparatitos que vía satélite nos van guiando y marcando el camino.
Es que ¿alguien se atrevería a lanzarse a la carretera sin
conocer el camino? Estoy seguro que, o tendrá que pararse a preguntar
constantemente o bien tendrá que correr el riesgo de perderse.
A mí me encanta ese aparatito que constantemente va diciendo
donde tienes que doblar, por qué entradas tienes que ir en las rotondas.
Fastidia un poco que constantemente te vayan hablando. Pero es lindo.
Y sin embargo, es posible que un gran parte de nosotros nos
hayamos lanzado a la vida sin guía alguna, sin mapa alguno de ruta. Simplemente
caminamos sin saber a donde vamos, ni por donde vamos ni si llegaremos o nos
perderemos en el camino. De donde vengo, por donde voy, a donde voy.
Tomás fue sincero cuando le dice a Jesús: “Señor, no sabemos
a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?” Al menos reconocía que se sentía
perdido para seguir caminando por la vida.
Y Jesús fue bien claro en su respuesta: “Yo soy el camino,
la verdad y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí”. Jesús y su Evangelio son nuestro mapa de ruta, los que nos
van señalando en cada momento cuál es el camino que nos lleva hasta el Padre.
El Evangelio es nuestro libro de ruta, el que nos dice por donde tenemos que ir
y hacia donde ir. Y esto es lo que nos define a los creyentes, pues sin El
“nunca llegaremos al Padre”.
En la vida hay muchos caminos. Caminos carreteros. Trochas
comarcales llaman algunos. Y ahora disponemos de las autopistas que tienen muy
buenas señalizaciones. Pero para llegar al Padre no hay más caminos que uno:
Jesús y su Evangelio. Y así como nunca debieran faltar en nuestros carros esos
mapas de rutas, tampoco debiera faltar el Evangelio y la persona de Jesús.
Reconocer a Jesús como “camino” significa e implica muchas
cosas. Pagola lo sintetizó muy bien en uno de sus comentarios. Descubrirlo como
“camino” es:
“Escuchar en él la invitación a andar, a cambiar, a avanzar
siempre, no a establecernos nunca, renovarnos constantemente, sacudirnos de
perezas y seguridades, crecer como hombres, ahondar en la vida, construir
siempre, hacer historia más evangélica. Apoyarnos en Cristo para andar día a
día el camino doloroso y al mismo tiempo gozoso que va desde la incredulidad a
la fe”.
A lo que yo añadiría: “y el camino de la fe que va a la
vida”. Porque Jesús no solo es camino para llegar al Padre, sino el camino como
vivir como hijos amados del Padre. ¿y no es también éste el camino y el caminar
diario de la Iglesia por los caminos del tiempo y del mundo?
(Autor: Clemente Sobrado cp)
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