Julio César Rioja, cmf
Queridos hermanos:
Vamos de escándalo en escándalo para comprender la novedad
del mensaje de Jesús. Esta parábola es ilustrativa: el hijo que parecía
desobediente resultó ser el obediente, el que parecía sumiso resultó ser
rebelde. De esta forma “os aseguro que los publicanos y las prostitutas os
llevan la delantera en el camino del Reino de Dios”. ¡No puede ser!, está bien
que los últimos puedan ser los primeros, como se decía el domingo pasado, pero
qué no les ponga nombres.
El texto analiza dos formas diferenciadas de ser creyente o
dos momentos que pueden darse en un creyente.
La primera: de una conducta rebelde se pasa a la aceptación
de la voluntad de Dios. El primer hijo
responde: “No quiero”, más después lo
piensa mejor y va a trabajar. El hijo quiere afirmar su identidad; y es que
ante el Padre puede que un servil sometimiento sea contrario al plan de Dios,
el quiere una respuesta libre, el hijo y el creyente tienen derecho a
decir no a Dios, tienen posibilidad de
elegir. La parábola no nos da un tercer caso donde el hijo diga “voy” y lo
haga, ni un cuarto caso en el que el hijo diga “no” y se mantenga en su
negativa. Aquí no se alaba el rechazo al Padre, sino el proceso del hijo, Dios
sabe esperar al hombre, le deja tiempo para que tome sus decisiones, no se
escandaliza por la debilidad humana, ni por el pecado o la rebeldía. Dios
quiere que nuestra opción de fe sea sentida y un gesto esencialmente libre y
definitivo. “¿Quién de los dos hizo lo que quería el padre? Contestaron: el
primero”.
La segunda: supone una conducta sumisa y conformista que
conduce al fracaso del proyecto humano. Muchos dicen: “Voy, Señor”, pero no
van; se colocan detrás de la máscara de la obediencia, del cumplimiento
cultual, de la sumisión a la autoridad religiosa, medrando a la sombra de los que
mandan, con una imagen de hombres
espirituales, las apariencias les pesan demasiado para tener el coraje de
mostrarse tal como son. Desgraciadamente hemos confundido la palabra
obediencia, qué es escucha dentro de uno mismo, con sometimiento y en otros
casos con apariencia para hacer luego lo que quiera. Es preciso descubrir si
detrás de muchas fachadas hay algo más, en este sentido las prostitutas van a
ir delante. Estos segundos son más peligrosos porque se basan en la hipocresía,
pero Dios con ellos también tiene paciencia, es verdad: “que vino Juan a
vosotros enseñándoos el camino de la justicia y no le creísteis; en cambio, los
publicanos y las prostitutas le creyeron. Y aún después de ver esto vosotros no
os arrepentisteis ni le creísteis”, Jesús hablaba a los sumos sacerdotes y
ancianos del pueblo, tomemos nota.
Jamás confundamos la aceptación de la fe y el seguir a Jesús
con el sometimiento a normas y prescripciones que nos dicen venidas de lo alto,
o consultadas por el que nos las dicta en el sagrario. La prepotencia no es
cosa de Dios, el quiere procesos que implican: reflexión- conciencia interior-
opción libre-compromiso (Ver-Juzgar-Actuar). Todas estas actitudes se dan en
cada uno de nosotros, (y me refiero a las cuatro), a lo largo de nuestra vida o
en momentos determinados, estemos en tensión interior para que nuestros “sí” al
Reino y al Evangelio nazcan de la libertad y responsabilidad. Dios prefiere el
largo camino, saturado de libertad y de fracasos, al camino corto de los que
dicen sí a todo pero no se comprometen en serio con nada.
(Fuente: ciudadredonda.org)
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