Entrevista al carmelita Francisco Javier Sancho Fermín,
director del Centro Internacional Teresiano Sanjuanista de Ávila , coautor con
Rómulo Cuartas de «Cien fichas sobre sor Isabel de la Trinidad», editado en
Burgos por Montecarmelo .
La beata Isabel de la Trinidad ha dejado, a pesar de su
breve existencia, retiros, notas espirituales y cartas de gran densidad
espiritual. Fue beatificada en 1984 por Juan Pablo II.
--¿Por qué es tan importante Isabel de la Trinidad?
--Sancho Fermín: Si algo tendría que destacar de esta
joven carmelita que murió en 1906, a los 26 años de edad, sería la sencillez y
la alegría con que fue capaz de vivir lo esencial del Evangelio: que
el Reino
de Dios está presente y que lo llevamos dentro de nuestro corazón.
Ella misma confiesa «haber encontrado el cielo en la
tierra, porque el cielo es Dios y Dios está en mi alma».
--¿Qué es para esta beata la inhabitación en la Trinidad?
--Sancho Fermín: Desde ese descubrirse habitada en su
interior Isabel ahonda en el misterio trinitario que descubre dentro de sí.
Se ve sumergida en el amor y en la vida de la Trinidad, y
eso le lleva a vivir en una dinámica de alegría y entrega total.
Quiere participar de la vida trinitaria, no sólo en su
interior, sino haciendo que su vida sea una manifestación de ese amor
trinitario a todos los hombres. Por eso, sentirse inhabitada, es vivir en una
dinámica nueva, es querer ser «alabanza de gloria».
--La madre de Isabel se oponía a su ingreso en el
Carmelo. ¿Este disgusto materno hacia la vida religiosa de las hijas es una
similitud con otra gran carmelita descalza, Edith Stein?
--Sancho Fermín: Si nos fijamos exclusivamente en la
actitud externa podría parecer así. Pero de hecho se da una diferencia de
fondo.
La actitud de la madre de Edith Stein se debe
fundamentalmente a que ella es judía, y a la situación del nazismo. Le resulta
muy difícil poder entender que su hija opte por un estilo de vida que suponía
que ya no volvería nunca a la casa materna.
El caso de la madre de Isabel es fruto de un apego
emocional y afectivo exagerado por parte de la madre, que no quería perder el
control sobre su hija, y le resultaba muy duro darle esa libertad.
--Isabel quería conseguir que Dios pudiera «imprimirse»
en las almas. ¿Cómo lo intentaba?
--Sancho Fermín: Con todos los medios que estaban al
alcance de una carmelita: en los
encuentros en el locutorio, en la correspondencia, pero
fundamentalmente en la oración.
Para Isabel la oración era el lugar de encuentro con toda
la humanidad.
Ella descubre que sumergida en Dios desaparece el espacio
y el tiempo, y eso posibilita el poder entrar en comunión con todos, los
cercanos y lejanos.
--Isabel recordaba que la felicidad está en el interior.
Hay mucha gente que busca en espiritualidades orientales esta noción cristiana.
¿Qué les puede decir Isabel?
--Sancho Fermín: Cuando algo no se conoce se busca donde
sea... Ya Teresa de Jesús
evidenciaba la gran ignorancia respecto a la vida
interior del hombre.
Isabel lo constata, y por eso su interés se centra en
convencer a todos de que la felicidad no hay que buscarla fuera, que dentro de
nosotros la llevamos.
Sólo tenemos que abrirnos a ese paraíso interior de
nosotros mismos donde nos descubrimos habitados e infinitamente amados. ¿Qué
más se puede desear?
(Fuente: zenit.org)
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