viernes, 19 de diciembre de 2014

Comentario al evangelio del 4º Domingo de Adviento (2014)

¿ESTÁ CONTIGO?

En los últimos compases de este tiempo de Adviento que nos lleva a la gran sinfonía del Amor de Dios en Navidad, hemos escuchado con emoción contenida el mensaje del ángel San Gabriel en la presencia de Santa María Virgen: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”.

-¿Estamos dispuestos a que, el Señor, esté con nosotros en estos próximos días?
-¿Le vamos hacer un lugar en las entrañas de estas jornadas navideñas, en nuestros hogares y en nuestros pensamientos, en nuestras oraciones y en nuestra forma de celebrar las navidades?
-¿Está el Señor contigo o, tal vez, estás con todo menos con Dios?

1.- Protagonista singular y querido por todos nosotros el de María Virgen. Una mujer que, sin tener nada, sintió que lo tenía todo y que, precisamente por eso, no pretendió ya otra cosa sino ser cauce entre el cielo y la tierra para que, la tierra, viera el rostro del Salvador. ¡Grande, María, porque fuiste pequeña! ¡Grande, María, porque Dios se fija en lo humilde y en lo sencillo! Y, tú persona, es preámbulo y anuncio del cómo vendrá Jesús al mundo: revestido de sobriedad, en silencio y contigo.

También nosotros, en tantas noches oscuras por la ausencia de la fe, podemos convertirnos en ángeles de carne y hueso que anuncien allá donde estemos que, Dios, está de nuestra parte. Que la Navidad, si
es brindis, lo es por un Niño que llega. Que la Navidad, si es fiesta, es porque expresamos nuestra alegría de un Dios que viene a nuestro encuentro.

Ese, en este cuarto domingo de adviento, ha de ser nuestro empeño. ¿Nos colamos por las ventanas del mundo donde vivimos para hacer presente el mensaje de estos días? ¿Por qué, el grueso de la evangelización y del anuncio, lo dejamos en manos del Papa, de los Obispos, sacerdotes o catequistas? ¿Tanto nos cuesta desplegar nuestras “alas gabrielistas” para que el Señor siga estando presente en las entrañas de nuestra sociedad como lo estuvo en el interior de la Virgen María? Reflexión profunda e interpelación seria ante el Dios que sale a nuestro encuentro.

En María, llena de Dios y tocada por Dios encontramos el secreto de esa fuerza y de ese brío: nadie puede dar lo que no tiene. ¿Ya tenemos con nosotros a Dios? Porque, claro está, Él sí que nos tiene.

2.- ¡EL SEÑOR ESTA CONTIGO! Es un grito que, desde la Iglesia y desde las convicciones más profundas de todo creyente, lanzamos a una sociedad capitaneada por mil soledades. A un ser humano acosado por falsas esperanza. A una realidad social individualista y con cierta sensación de orfandad. ¿No me digáis que el anuncio de “El Señor está contigo” no despierta en nosotros sentimientos de paz y de serenidad, de seguridad y de confianza, de tranquilidad y de fe?

Todos, en estas próximas Navidades, podemos ser trompetas que anuncien el gran Misterio de la Navidad o, por el contrario, sordina ante lo que celebramos. ¿Qué preferimos ser? ¿Ángeles o silenciadores de la Buena Nueva?

María, ante la llegada del Señor, se entregó de lleno a la causa de Jesús. No le faltarían preocupaciones, turbaciones, dudas pero, a continuación, supo que algo grande iba a ocurrir y puso alma, cuerpo y vida, para que Dios –a través de ella y con ella- se hiciera presente en el mundo en Jesucristo.

Por eso, en este cuarto domingo de adviento, damos gracias a la Virgen, a María. Su “sí” nos sigue empujando a exclamar a los cuatro vientos que, el Señor, ya está llegando; que el Señor va a nacer; que el Señor está tan dentro de nuestras entrañas como un día lo estuvo en las de Ella.

¡Gracias, María! ¡Contigo y con nosotros estará el Señor!

3.- ¿QUÉ SENTISTE, MARIA?

Con pocas palabras, pero en  Ti María,
habitó por el anuncio de un Ángel
el Misterio de un Dios  humanado.
¿Qué  sentiste, Virgen María
ante la llegada del  mensajero?
¿Creíste, acaso, que ese  personaje celestial
se equivocó de puerta?
¿Pensaste que, uno de tus  vecinos,
venía para probar tu fe o tu  ingenuidad?

¿Qué  sentiste María, dinos Tú que miraste al cielo,
ante la llegada del famoso  mensajero?
Tal vez, como humilde nazarena,
sentiste que Dios habla en  el silencio
Que Dios se hace grande
en el que le recibe  manifestándose
esclavo, humilde…y pequeño

Tal vez, como mujer de Dios,
mirando por la ventana
de tu pobre casa de Nazaret
soñaste que, simplemente,
era una estrella que de  repente
cayó desde el mismo cielo.

O, tal vez, María,
en el secreto escondido
desde hace siglos,
supiste que, contigo,
la partitura comenzaba a  escucharse
que el plan comenzaba a  llevarse a cabo
que, Dios, en una más de las  suyas
irrumpía ahora sin ruido, en  silencio,
sin más exigencia que tu  obediencia
sin más preguntas que tu  respuesta
sin más palacios que tu  vientre virginal
sin más pregoneros que un Ángel.

Ayúdanos,  María,
en medio de los ruidos que  sacuden
los valles de nuestras vidas
a escuchar, como Tú lo  hiciste,
la voz de un Dios que sale a  nuestro encuentro

en el rostro de un Niño  nacido en pesebre.

(Fuente: Por Javier Leoz, en Betania.es)

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