CONGREGACIÓN PARA LOS INSTITUTOS DE VIDA CONSAGRADA
Y LAS SOCIEDADES DE VIDA APOSTÓLICA
«ALEGRAOS...»
Palabras del Magisterio del Papa Francisco
Carta circular
a los consagrados y consagradas
hacia el año dedicado a la Vida consagrada
(Prot. n. Sp.R. M 1/2014)
a los consagrados y consagradas
hacia el año dedicado a la Vida consagrada
(Prot. n. Sp.R. M 1/2014)
«Quería deciros una palabra, y la palabra era alegría.
Siempre, donde están los consagrados, siempre hay alegría».
Siempre, donde están los consagrados, siempre hay alegría».
Papa Francisco
Índice
A
la escucha
Ésta es la belleza
Al llamaros
Encontrados, alcanzados, transformados
En la alegría del sí fiel
Ésta es la belleza
Al llamaros
Encontrados, alcanzados, transformados
En la alegría del sí fiel
A
la escucha
Llevar el abrazo de Dios
La ternura nos hace bien
La cercanía como compañía
La inquietud del amor
Llevar el abrazo de Dios
La ternura nos hace bien
La cercanía como compañía
La inquietud del amor
III – Para
la reflexión
Queridos hermanos y hermanas:
«La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera
de los que se encuentran con Jesús. Con Jesucristo siempre nace y renace la
alegría».[1]
El incipit de la exhortación apostólica Evangelii
gaudium resuena, en la línea del magisterio del Papa Francisco,
con una sorprendente vitalidad: llama al admirable misterio de la Buena Noticia
que, acogida en el corazón, transforma la vida. Se nos narra la parábola de la
alegría: el encuentro con Jesús enciende en nosotros la belleza primigenia, esa
belleza del rostro que irradia la gloria del Padre (cf. 2 Cor 4,6),
cuyo fruto es la alegría.
Esta Congregación para los Institutos de vida consagrada y
las Sociedades de vida apostólica invita a
reflexionar sobre el tiempo de
gracia que tenemos la dicha de vivir, con la invitación especial que el Papa
dirige a la vida consagrada.
Acoger este magisterio significa renovar la existencia según
el Evangelio, no como radicalidad en el sentido de modelo de perfección y a
menudo de separación, sino como adhesión toto corde al
encuentro de salvación, acontecimiento que transforma nuestra vida: «se trata
de dejar todo para seguir al Señor. No, no quiero decir radical. La radicalidad
evangélica no es sólo de los religiosos: se pide a todos. Pero los religiosos
siguen al Señor de manera especial, de modo profético. Yo espero de ustedes
este testimonio. Los religiosos tienen que ser hombres y mujeres capaces de
despertar al mundo».[2]
En la limitación de la condición humana, en el afán
cotidiano, los consagrados y consagradas vivimos la fidelidad dando razón de
nuestra alegría, siendo testimonio luminoso, anuncio eficaz, compañía y
cercanía para las mujeres y los hombres de nuestro tiempo que buscan la Iglesia
como casa paterna.[3] Francisco
de Asís, asumiendo el evangelio como forma de vida, «hizo crecer la fe, renovó
la Iglesia; y al mismo tiempo renovó la sociedad, la hizo más fraterna, pero
siempre con el Evangelio, con el testimonio. Predicad siempre el Evangelio y si
fuera necesario también con las palabras».[4]
Al escuchar las palabras del Papa, nos interpela, entre
otras muchas sugerencias, la sencillez con la que el Papa Francisco propone su
magisterio, con la misma genuinidad del Evangelio: palabra sine glosa,
esparcida con el gesto generoso del buen sembrador que con plena confianza no
hace discriminaciones de terreno. Una invitación fidedigna que nos inspira
plena confianza, una invitación a renunciar a los razonamientos institucionales
y a las justificaciones personales, una palabra provocativa que cuestiona
nuestro vivir a veces adormecido, al margen, con frecuencia, del desafíosi
tuvierais fe como un grano de mostaza (Lc 17, 5). Invitación que nos
anima a elevar el espíritu para dar razón al Verbo que mora entre nosotros, al
Espíritu que crea y constantemente renueva la Iglesia.
Esta Carta responde a tal invitación y
quiere iniciar una reflexión compartida, que permita una confrontación leal
entre Evangelio y Vida. El Dicasterio abre así un itinerario en común, lugar de
reflexión personal, fraterna, de instituto, hacia el 2015 — año que la Iglesia
dedica a la vida consagrada —, con el deseo y el objetivo de osar decisiones
evangélicas, con frutos de renovación, fecundos en la alegría: «La primacía de
Dios es plenitud de sentido y de alegría para la existencia humana, porque el
hombre ha sido hecho para Dios y su corazón estará inquieto hasta que descanse
en él»[5]
Festejad a Jerusalén, gozad con ella, todos los que la
amáis, alegraos de su alegría, los que por ella llevasteis luto;
Porque así dice el Señor: «Yo haré derivar hacia ella,
como un río, la paz, como un torrente en crecida, las riquezas de las naciones.
Llevarán en brazos a sus criaturas y sobre las rodillas
las acariciarán; como a un niño a quien su madre consuela, así os consolaré yo,
y en Jerusalén seréis consolados.
Al verlo se alegrará vuestro corazón, y vuestros huesos
florecerán como un prado. La mano del Señor se manifestará a sus siervos».
Isaías 66,10-14
Con el término alegría (en hebreo:śimḥâ/śamḥ,gyl)la sagrada Escritura
expresa una multiplicidad de experiencias colectivas y personales, relacionadas
en particular con el culto religioso y las fiestas, reconociendo el sentido de
la presencia de Dios en la historia de Israel. En la Biblia aparecen trece verbos
y sustantivos diversos para describir la alegría de Dios, la alegría de la
persona y también la alegría de la creación, en el diálogo de salvación.
En el Antiguo Testamento encontramos muchos de estos
términos, sobre todo en los Salmos y en el profeta Isaías. Con una riqueza
lingüística creativa y original se invita a menudo a la alegría y se proclama
la alegría por la cercanía de Dios, el regocijo por la obra de sus manos. En
los Salmos se encuentran un sin fin de expresiones que indican la alegría bien
sea como fruto de la presencia bondadosa de Dios y su resonancia exultante,
bien como garantía de la gran promesa que se divisa en el horizonte futuro del
pueblo. En la segunda y la tercera parte del libro del profeta Isaías
encontramos frecuentemente esta referencia a la alegría orientada hacia el
futuro: será sobreabundante (Is 9,2); el cielo, el desierto y la
tierra exultarán de alegría (Is 35,1; 44,23; 49,13); los
prisioneros liberados entrarán en Jerusalén con gritos de alegría (Is 35,9s;
51,11)
En el ámbito del Nuevo Testamento el vocablo privilegiado se
presenta con la raíz kar (kàirein, karà), junto con otros términos
como 'agalliáomai, euphrosyne, y generalmente comporta
un regocijo pleno que abraza a la vez el pasado y el futuro. La Alegría es
el don mesiánico por excelencia, como Jesús mismo promete: para que mi
alegría esté en vosotros y vuestra alegría sea colmada (Jn 15,11; 16,24;
17,13). A partir de los acontecimientos que preceden al nacimiento del
Salvador, Lucas señala la difusión exultante de la alegría (cf. Lc 1,14.44.47;
2,10; cf. Mt 2,10), y acompaña después la difusión de la Buena
Noticia con ese efecto que se expande (cf. Lc 10,17;
24,41.52), típico signo de la presencia y difusión del Reino (cf. Lc 15,7.10.32; Hch8,39;
11,23; 15,3; 16,34; cf. Rm 15,10,13; etc.)
En Pablo la alegría es fruto del Espíritu (cf. Ga 5,22),
nota típica y estable del Reino (cf. Rm 14,17) que se refuerza
también en la tribulación y en las pruebas (cf. 1Ts 1,6). En
la oración, en la caridad, en la incesante acción de gracias (cf. 1Ts 5,16; Flp 3,1;
Col 1,11s) se encuentra el manantial de la alegría: en la tribulación el
apóstol de las gentes se siente repleto de alegría y partícipe de la gloria que
todos aguardamos (cf. 2Co 6,10; 7,4; Col el
1,24). El triunfo final de Dios y las bodas del Cordero completarán
toda alegría y regocijo (cf. Ap 19,7), haciendo estallar un
Aleluya cósmico (Ap 19,6)
Para captar el sentido pleno del texto citado, ofrecemos
ahora una breve explicación de la frase de Isaías 66,10: Alégrate
Jerusalén, y regocijaos por ella todos los que la amáis. Llenaos de alegría por
ella. Se trata del final de la tercera parte del profeta Isaías. Se ha
de tener presente que los capítulos 65-66 están unidos estrechamente y se
complementan, como se advierte en la conclusión de la segunda parte (cc. 54-55)
En ambos capítulos se evoca el tema del pasado, con imágenes
a veces crudas, pero con la invitación a olvidarlo, porque Dios quiere hacer
brillar una nueva luz, una confianza que sanará toda infidelidad y crueldad.
Desaparecerá la maldición, fruto de la inobservancia de la alianza, porque Dios
desea hacer de Jerusalén un regocijo y de su pueblo una alegría (cf. Is 65,18).
Prueba de ello es que la respuesta de Dios llegará antes incluso de la súplica
(cf. Is 65,24). Éste contexto se prolonga en los primeros
versículos de Is 66, y aparece también por señas más adelante,
haciendo ver la torpeza de corazón y de oídos frente a la bondad del Señor y a
su Palabra de esperanza.
Sugestiva resulta aquí la analogía de Jerusalén madre,
que se inspira en las promesas de Is 49,18-29 y 54,1-3: el
país de Judá se llena de repente de cuantos regresan de la dispersión después
de su humillación. Equivale a decir que los rumores de "liberación"
han " fecundado" a Sión de nueva vida y esperanza, y Dios, el Señor
de la vida, llevará hasta el final la gestación, dando a luz sin fatiga a
nuevos hijos. De este modo Sión-madre se ve rodeada de hijos, siendo para ellos
nodriza tierna y generosa. Imagen muy dulce que fascinó a santa Teresa de
Lisieux, que encontró en ella una clave decisiva de interpretación de su
espiritualidad.[6]
Una multiplicidad de vocablos repletos de significado: alegraos,
exultad, regocijaos, y tambiénconsuelo, delicia, abundancia,
prosperidad, caricias, etc. Ante la carencia de una relación de fidelidad y
de amor, se había caído en tristeza y esterilidad; ahora la potencia y la
santidad de Dios reestablecen sentido y plenitud de vida y de felicidad,
expresada con términos pertenecientes a las raíces afectivas de todo ser
humano, que despiertan emociones únicas de ternura y seguridad.
Delicado y verdadero perfil de un Dios que vibra con
entrañas maternas y con emociones intensas que contagian. Alegría del corazón
(cf. Is 66,14) que desde Dios — rostro materno y brazo que
levanta — se expande en medio de un pueblo que ha padecido mil humillaciones y
por ello tiene huesos frágiles. Transformación gratuita que se prolonga festiva
a nuevos cielos y nueva tierra (cf.Is 66,27) para
que todos los pueblos conozcan la gloria del Señor, que es fiel y redentor.
«Ésta es la belleza de la consagración: es la alegría, la
alegría…» [7] La
alegría de llevar a todos la consolación de Dios. Son palabras del Papa
Francisco durante el encuentro con los seminaristas, los novicios y las
novicias. «No hay santidad en la tristeza!»[8] continúa
el Santo Padre, no estéis tristes como quienes no tienen esperanza,
decía san Pablo (1Ts 4,13).
La alegría no es un adorno superfluo, es exigencia y
fundamento de la vida humana. En el afán de cada día, todo hombre y mujer
tiende a alcanzar y vivir la alegría con todo su ser.
En el mundo con frecuencia viene a faltar la alegría. No
estamos llamados a realizar gestos épicos ni a proclamar palabras altisonantes,
sino a testimoniar la alegría que proviene de la certeza de sentirnos amados y
de la confianza de ser salvados.
Nuestra memoria breve y nuestra experiencia frágil nos
impiden a menudo alcanzar la "tierra de la alegría” donde poder gustar el
reflejo de Dios. Tenemos mil motivos para permanecer en la alegría, la cual se
nutre en la escucha creyente y perseverante de la Palabra de Dios. En la
escuela del Maestro, se escucha para que mi gozo esté en vosotros, y
vuestro gozo sea colmado (Jn 15, 11-20) y nos entrenamos así en el
ejercicio de la perfecta alegría.
«La tristeza y el miedo deben dejar paso a la alegría:
“Festejad… gozad… alegraos», dice el Profeta (66,10). Es una gran invitación a
la alegría. […] Todo cristiano, sobre todo nosotros, estamos llamados a ser
portadores de este mensaje de esperanza que da serenidad y alegría: la consolación
de Dios, su ternura para con todos. Pero sólo podremos ser portadores si
nosotros experimentamos antes la alegría de ser consolados por Él, de ser
amados por Él […] Yo he encontrado algunas veces a personas consagradas que
tienen miedo de la consolación de Dios, y pobres, pobres, se atormentan, porque
tienen miedo de esta ternura de Dios. Pero no tengan miedo. No tengan miedo, el
Señor es el Señor de la consolación, el Señor de la ternura. El Señor es Padre
y Él dice que hará con nosotros como una mamá con su niño, con su ternura. No
tengan miedo de la consolación del Señor».[9]
«Al llamaros Dios os dice: “¡Tú eres importante para mí, te
quiero, cuento contigo!” Jesús a cada uno de nosotros nos dice esto. ¡De ahí
nace la alegría! La alegría del momento en el que Jesús me ha mirado.
Comprender y sentir esto es el secreto de nuestra alegría. Sentirse amado por
Dios, sentir que para Él no somos números, sino personas; y sentir que es Él
quien nos llama».[10]
El Papa Francisco orienta nuestra mirada al fundamento
espiritual de nuestra humanidad para reconocer lo que hemos recibido por gracia
de Dios y libre respuesta humana: Oyendo esto Jesús, le dijo: “aún te
falta una cosa. Vende todo cuanto tienes y repártelo entre los pobres, y
tendrás un tesoro en los cielos; luego, ven y sígueme” (Lc 18,
22).
El Papa hace memoria: «Jesús, en la última Cena, se dirige a
los Apóstoles con estas palabras: No sois vosotros los que me habéis
elegido, soy yo quien os he elegido (Jn 15, 16), que
recuerdan a todos, no sólo a nosotros sacerdotes, que la vocación es siempre
una iniciativa de Dios. Es Cristo que os ha llamado a seguirlo en la vida
consagrada y esto significa realizar continuamente un «éxodo» de vosotras
mismas para centrar vuestra existencia en Cristo y en su Evangelio, en la
voluntad de Dios, despojándoos de vuestros proyectos, para poder decir con san
Pablo: No soy yo el que vive, es Cristo quien vive en mí (Ga 2, 20)».[11]
El Papa nos invita a una peregrinatio hacia
atrás, un camino sapiencial para encontrarnos en las calles de Palestina o
junto a la barca del humilde pescador de Galilea; nos invita a contemplar los
inicios de un camino o mejor de un acontecimiento que, inaugurado por Cristo,
nos lleva a dejar las redes en la orilla, el banco de los impuestos en el arcén
de la carretera, las veleidades del zelote entre las intenciones del pasado.
Medios todos inadecuados para estar con Él.
Nos invita a detenernos con paz, como peregrinación
interior, en el horizonte de la primera hora, donde los espacios están
caldeados de relación amistosa, la inteligencia se abre al misterio, la
decisión entiende que es bueno entregarse al seguimiento de ese Maestro que
sólo tiene palabras de vida eterna (cf. Jn 6,68).
Nos invita a hacer de toda la «existencia una peregrinación de transformación
en el amor».[12]
El Papa Francisco nos llama a detenernos en el fotograma
inicial: «La alegría del momento en que Jesús me ha mirado»[13] y
evocar significados y exigencias relacionadas con nuestra vocación: «Es la
respuesta a una llamada y a una llamada de amor».[14] Estar
con Cristo supone compartir su vida y sus opciones; requiere la obediencia de
fe, la bienaventuranza de los pobres, la radicalidad del amor.
Se trata de renacer por vocación. «Invito a cada cristiano
[…] a renovar ahora mismo su encuentro personal con Jesucristo o, al menos, a
tomar la decisión de dejarse encontrar por Él, de intentarlo cada día sin
descanso».[15]
Pablo nos conduce a esta visión fundamental: nadie
puede poner otro cimiento que el ya puesto, Jesucristo (1 Cor 3,
11). El término vocación indica este hecho gratuito, como una cisterna de vida
que no cesa de renovar la humanidad y la Iglesia en lo más profundo de su ser.
En la experiencia de la vocación Dios es el sujeto
misterioso de la llamada. Nosotros escuchamos la voz que nos llama a la vida y
al discipulado por el Reino. El Papa Francisco al recordarlo, «Tú eres
importante para mí», usa el diálogo directo, en primera persona, para despertar
la consciencia. Lleva a conciencia mi idea, mi juicio, para suscitar
comportamientos coherentes con la llamada que siento dirigida a mí, mi llamada
personal: «Quisiera decir a quien se siente indiferente hacia Dios, hacia la
fe, a quien está lejano de Dios o lo ha abandonado, también a nosotros, con
nuestros “alejamientos” y nuestros “abandonos” de Dios, quizás pequeños, pero
¡hay tantos en la vida cotidiana!: mira en lo profundo de tu corazón, mira en
lo íntimo de ti mismo y pregúntate: ¿hay un corazón que desea cosas grande o un
corazón adormecido por las cosas? ¿Tu corazón ha conservado la inquietud de la
búsqueda o la has dejado sofocar por las cosas, que terminan por atrofiarlo?».[16]
La relación con Jesucristo necesita ser alimentada por la
inquietud de la búsqueda. Ella nos hace conscientes de la gratuidad del don de
la vocación y nos ayuda a dar razón de las motivaciones que nos han llevado a
la opción inicial y sostienen nuestra perseverancia: «Dejarse conquistar por
Cristo significa estar siempre atento hacia lo que me está de frente, hacia la
meta de Cristo (cf. Fil 3,14)».[17] Estar
constantemente a la escucha de Dios requiere que estas preguntas marquen
nuestro tiempo cotidiano.
Este misterio indecible, que llevamos dentro y que participa
del inefable misterio de Dios, se puede leer únicamente a la luz de la fe: «La
fe es la respuesta a una Palabra que interpela personalmente, a un Tú que nos
llama por nuestro nombre»[18] y
«en cuanto respuesta a una Palabra que la precede, será siempre un acto de
memoria. Sin embargo, esta memoria no se queda en el pasado, sino que, siendo
memoria de una promesa, es capaz de abrir al futuro, de iluminar los pasos a lo
largo del camino».[19]«La
fe contiene precisamente la memoria de la historia de Dios con nosotros, la
memoria del encuentro con Dios, que es el primero en moverse, que crea y salva
[…] Quien lleva consigo la memoria de Dios, se deja guiar por la memoria de
Dios en toda su vida, y la sabe despertar en el corazón de los otros».[20] Memoria
de ser llamados aquí y ahora.
El Papa nos pide releer nuestra historia personal y
verificarla a la luz de la mirada de amor de Dios, porque si la vocación es
siempre iniciativa suya, a nosotros nos corresponde la adhesión libre a la
economía divino-humana, como relación de vida en el ágape, camino
de discipulado, «luz en el camino de la Iglesia».[21] La
vida en el Espíritu no tiene tiempos establecidos, sino que se abre
constantemente al misterio mientras discierne para conocer al Señor y percibir
la realidad a partir de Él. Al llamarnos, Dios nos hace entrar en su descanso y
nos pide descansar en Él, como proceso continuo de conocimiento de amor;
resuena para nosotros la Palabra tú te afanas y preocupas por muchas
cosas (Lc 10,41). En la via amoris caminamos
en una nueva vida: la vieja criatura renace a vida nueva. El que está
en Cristo, es una nueva creación (2 Co 5,17).
El Papa Francisco indica el nombre de este renacer: «esta
senda tiene un nombre, un rostro: el rostro de Jesucristo. Él nos enseña a ser
santos. En el Evangelio nos muestra el camino: el camino de las
Bienaventuranzas (cf. Mt 5, 1-12). Esta es la vida de los
santos: personas que por amor a Dios no le pusieron condiciones a Él en su
vida».[22]
La vida consagrada está llamada a encarnar la Buena Noticia,
en el seguimiento de Cristo, muerto y resucitado, a hacer propio el «modo de
existir y de actuar de Jesús como Verbo encarnado ante el Padre y ante los
hermanos».[23] Asumir
en concreto su estilo de vida, adoptar sus actitudes interiores, dejarse
inundar por su espíritu, asimilar su sorprendente lógica y su escala de
valores, compartir sus riesgos y sus esperanzas: «guiados por la certeza
humilde y feliz de quien ha sidoencontrado, alcanzado y transformado por la
Verdad que es Cristo, y no puede dejar de proclamarla».[24]
Permanecer en Cristo nos permite acoger la presencia del
Misterio que nos habita y hace que se dilate el corazón a la medida de su
corazón de Hijo. El que permanece en su amor, como el sarmiento está unido a la
vid (cf. Jn 15,1-8) entra en la familiaridad con Cristo y da
fruto: «¡Permanecer en Jesús! Se trata de permanecer unidos a Él, dentro de Él,
con Él, hablando con Él».[25]
«La señal de Cristo está en nuestra frente y en nuestro
corazón… en nuestra frente para confesarle siempre, y en nuestro corazón para
amarle… en nuestro brazo para hacer el bien»,[26] la
vida consagrada en efecto es una continua llamada a seguir a Cristo y a
conformarnos a Él. «Toda la vida de Jesús, su forma de tratar a los pobres, sus
gestos, su coherencia, su generosidad cotidiana y sencilla, y finalmente su
entrega total, todo es precioso y le habla a la propia vida».[27]
El encuentro con el Señor, nos pone en movimiento, nos
empuja a salir de la autorreferencialidad[28].
La relación con el Señor no es estática, ni intimista: «Quien pone a Cristo en
el centro de su vida, se descentra. Cuanto más te unes a Jesús y él se
convierte en el centro de tu vida, tanto más te hace Él salir de ti mismo, te
descentra y te abre a los demás».[29] «No
estamos en el centro, estamos, por así decirlo, «desplazados», estamos al
servicio de Cristo y de la Iglesia».[30]
La vida cristiana está determinada por verbos de movimiento,
es una búsqueda continua, incluso cuando se vive en la dimensión monástica y
contemplativo-claustral.
«No se puede perseverar en una evangelización ferviente si
no se está convencido, por experiencia propia, de que no es lo mismo haber
conocido a Jesús que no conocerlo, no es lo mismo caminar con Él que caminar a
tientas, no es lo mismo poder escucharlo que ignorar su Palabra, no es lo mismo
poder contemplarlo, adorarlo, descansar en Él, que no poder hacerlo. No es lo
mismo tratar de construir el mundo con su Evangelio que hacerlo sólo con la
propia razón. Sabemos bien que la vida con Él se vuelve mucho más plena y que
con Él es más fácil encontrarle un sentido a todo».[31]
El Papa Francisco exhorta a la inquietud de la
búsqueda, como fue para Agustín de Hipona: una «inquietud del corazón lo
que le lleva al encuentro personal con Cristo, le lleva a comprender que ese
Dios que buscaba lejos de sí es el Dios cercano a cada ser humano, el Dios
cercano a nuestro corazón, más íntimo a nosotros que nosotros mismos». Es una
búsqueda continua: «Agustín no se detiene, no se arrellana, no se cierra en sí
mismo como quien ya ha llegado, sino que continúa el camino. La
inquietud de la búsqueda de la verdad, de la búsqueda de Dios, se convierte
en la inquietud de conocerle cada vez más y de salir de sí mismo para darlo a
conocer a los demás. Es justamente la inquietud del amor».[32]
Quien ha encontrado al Señor y lo sigue con fidelidad es un
mensajero de la alegría del Espíritu.
«Sólo gracias a ese encuentro —o reencuentro— con el amor de
Dios, que se convierte en feliz amistad, somos rescatados de nuestra conciencia
aislada y de la autorreferencialidad».[33]La
persona llamada es convocada a ser ella misma, es decir a ser lo que puede ser.
Podemos decir que la crisis de la vida consagrada depende también de la
incapacidad de reconocer esta llamada profunda, incluso en los que viven ya tal
vocación.
Vivimos una crisis de fidelidad, entendida como adhesión
consciente a una llamada que es un recorrido, un camino desde su misterioso
inicio a su misterioso final.
Quizás nos encontramos también en una crisis de
humanización. No siempre vivimos una verdadera coherencia, heridos por la
incapacidad de realizar en el tiempo nuestra vida como vocación única y camino
fiel.
Un camino cotidiano, personal y fraterno, marcado por el
descontento, por la amargura que nos cierra en la lamentación, en una
permanente nostalgia por caminos inexplorados y por sueños no realizados, se
convierte en un camino solitario. Nuestra vida, llamada a la relación en el
cumplimiento del amor puede transformarse en tierra desierta. Estamos invitados
en cada edad a volver al centro profundo de la vida personal, allí donde
encuentran sentido y verdad las motivaciones de nuestro vivir con el Maestro,
discípulos y discípulas del Maestro.
La fidelidad es conciencia del amor que nos orienta hacia el
Tú de Dios y hacia cada persona, de modo constante y dinámico, mientras
experimentamos en nosotros la vida del Resucitado: «Quienes se dejan salvar por
Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del
aislamiento».[34]
El discipulado fiel es gracia y ejercicio de amor, ejercicio
de caridad oblativa: «Cuando caminamos sin la cruz, cuando edificamos sin la
cruz y cuando confesamos un Cristo sin cruz, no somos discípulos del Señor:
somos mundanos, somos obispos, sacerdotes, cardenales, papas, pero no
discípulos del Señor».[35]
Perseverar hasta el Gólgota, experimentar la laceración de
la duda y de la negación, gozar en la maravilla y en el estupor de la Pascua
hasta la manifestación de Pentecostés y la evangelización de las gentes, son
etapas de una fidelidad gozosa en la lógica de la kenosis, experimentada
durante toda la vida con el signo incluso del martirio, y del mismo modo
partícipe de la vida de Cristo resucitado: «Y desde la Cruz, acto supremo de
misericordia y de amor, renacemos como “criatura nueva (Ga 6,15)».[36]
En el lugar teologal, donde Dios revelándose nos revela a
nosotros mismos, el Señor nos pide, pues, volver a buscar, fides
quaerens: Busca la justicia, la fe, la caridad, la paz en unión de los que
invocan al Señor con corazón puro (2 Tm 2, 22).
La peregrinación interior se inicia en la plegaria: «Para un
discípulo, lo primero es estar con el Maestro, escucharle, aprender de él. Y
esto vale siempre, es un camino que dura toda la vida[…] Si en nuestros
corazones no está el calor de Dios, de su amor, de su ternura, ¿cómo podemos
nosotros, pobres pecadores, inflamar el corazón de los demás?».[37] Este
itinerario dura toda la vida y el Espíritu Santo, en la humildad de la oración,
nos hace entender la Señoría de Cristo en nosotros: «El Señor nos llama cada
día a seguirlo con valentía y fidelidad; nos ha concedido el gran don de
elegirnos como discípulos suyos; nos invita a proclamarlo con gozo como el
Resucitado, pero nos pide que lo hagamos con la palabra y el testimonio de
nuestra vida en lo cotidiano. El Señor es el único, el único Dios de nuestra
vida, y nos invita a despojarnos de tantos ídolos y a adorarle sólo a él».[38]
El Papa indica la oración como el manantial de fecundidad de
la misión: «Cultivemos la dimensión contemplativa, incluso en la vorágine de
los compromisos más urgentes y duros. Cuanto más les llame la misión a ir a las
periferias existenciales, más unido ha de estar su corazón a Cristo, lleno de
misericordia y de amor».[39]
El estar con Jesús nos forma a una mirada contemplativa de
la historia, que sabe ver y escuchar en todo la presencia del Espíritu y, de
modo privilegiado, discernir su presencia para vivir el tiempo como tiempo de
Dios. Cuando falta la mirada de fe «la propia vida pierde gradualmente el
sentido, el rostro de los hermanos se hace opaco y es imposible descubrir en
ellos el rostro de Cristo, los acontecimientos de la historia quedan ambiguos
cuando no privados de esperanza».[40]
La contemplación abre a la aptitud profética. El profeta es
un hombre «que tiene los ojos penetrantes y que escucha y dice las palabras de
Dios, [...] un hombre de tres tiempos: promesa del pasado, contemplación del
presente, ánimo para indicar el camino hacia el futuro».[41]
Por último, la fidelidad en el discipulado pasa y es probada
por la experiencia de la fraternidad, lugar teológico, en el que estamos
llamados a sostenernos en el sí gozoso al Evangelio: «Es la Palabra de Dios la
que suscita la fe, la nutre, la regenera. Es la Palabra de Dios la que toca los
corazones, los convierte a Dios y a su lógica, que es muy distinta a la
nuestra; es la Palabra de Dios la que renueva continuamente nuestras
comunidades».[42]
El Papa nos invita pues a renovar y a cualificar nuestra
vocación con alegría y pasión porque el acto totalizante del amor es un «camino
continuo, que madura, madura, madura»,[43] en
desarrollo permanente en el que el sí de nuestra voluntad a la suya une
voluntad, intelecto y sentimiento «el amor nunca se da por «concluido» y
completado; se transforma en el curso de la vida, madura y, precisamente por
ello, permanece fiel a sí mismo».[44]
Consolad, consolad a mi pueblo,
dice vuestro Dios.
Hablad al corazón de Jerusalén.
dice vuestro Dios.
Hablad al corazón de Jerusalén.
Isaías 40, 1-2
A la escucha
Con una peculiaridad estilística que se encuentra también
más adelante (cf. Is 51,17; 52,1: ¡Despierta, despierta!),
los oráculos de la segunda parte de Isaías (Is 40-55) lanzan una
llamada entusiasta a socorrer a Israel deportado, que tiende a cerrarse en el
vacío de una memoria fallida. El contexto histórico pertenece claramente a la
fase de la larga deportación del pueblo en Babilonia (587-538 A.C), con la
consiguiente humillación y el sentido de impotencia para salir de ella.
Todavía, la disgregación del imperio asirio bajo la presión de la nueva
potencia emergente, la de Persia, guiada por el astro naciente que fue Ciro,
hace intuir al profeta que podría realizarse una liberación inesperada. Y así
será. El profeta, inspirado por Dios, da voz pública a esta posibilidad,
interpretando las agitaciones políticas y militares como acción guiada
misteriosamente por Dios a través de Ciro y proclama que la liberación está cerca
y el retorno a la tierra de los padres está a punto de realizarse.
Las palabras de Isaías: Consolad... hablad al
corazón, se encuentran con una cierta frecuencia en el Antiguo Testamento y
tienen particular valor los términos que se repiten en los diálogos de ternura
y de afecto. Como cuando Rut reconoce que Booz la ha consolado y ha
hablado a su corazón (cf. Rt 2,12) o bien en la
famosa página de Oseas que anuncia a su mujer (Gomer) que la llevará al
desierto y hablará a su corazón (cf. Os 2,16-17)
para un tiempo de fidelidad. Encontramos paralelos similares en el diálogo de
Siquem, hijo de Jamor, enamorado de Dina (cf.Gn 34,1-5) o en el del
levita de Efraim que habla a la concubina que lo ha abandonado (cf. Jc19,3).
Se trata pues de un lenguaje que se explica en el horizonte
del amor, no sólo de una palabra de aliento: acción y palabra juntas, delicadas
y alentadoras, que evocan los profundos lazos afectivos de Dios “esposo” de
Israel. Y la consolación debe ser epifanía de una pertenencia
recíproca, juego de empatía intensa, de conmoción y unión vital. No se trata
pues de palabras superficiales y dulzonas sino de entrañas de misericordia,
abrazo que da fuerza y es paciente cercanía para hallar los caminos de la
confianza.
«La gente de hoy tiene necesidad ciertamente de palabras,
pero sobre todo tiene necesidad de que demos testimonio de la misericordia, la
ternura del Señor, que enardece el corazón, despierta la esperanza, atrae hacia
el bien. ¡La alegría de llevar la consolación de Dios!».[45]
El Papa Francisco nos confía a nosotros consagrados y consagradas
esta misión: encontrar al Señor, que nos consuela como una madre, y consolar al
pueblo de Dios.
De la alegría del encuentro con el Señor y de su llamada
brota el servicio en la Iglesia, la misión: llevar a los hombres y a las
mujeres de nuestro tiempo la consolación de Dios, testimoniar su misericordia.[46]
En la visión de Jesús la consolación es don del Espíritu, el Paráclito,
el Consolador que nos consuela en las pruebas y enciende una esperanza que no
decepciona. La consolación cristiana se convierte así en consuelo, aliento,
esperanza: es presencia operante del Espíritu (cf. Jn 14,
16-17), fruto del Espíritu y el fruto del Espíritu es amor, alegría,
paz, longanimidad, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, templanza (Ga 5,
22).
En un mundo de desconfianza, desaliento, depresión, en una
cultura en donde hombres y mujeres se dejan llevar por la fragilidad y la
debilidad, el individualismo y los intereses personales, se nos pide introducir
la confianza en la posibilidad de una felicidad verdadera, de una esperanza
posible, que no se apoye únicamente en los talentos, en las cualidades, en el
saber, sino en Dios. A todos se nos da la posibilidad de encontrarlo, basta
buscarle con corazón sincero.
Los hombres y las mujeres de nuestro tiempo esperan una
palabra de consolación, de cercanía, de perdón y de alegría verdadera. Somos llamados
a llevar a todos el abrazo de Dios, que se inclina con ternura de madre hacia
nosotros: consagrados, signo de humanidad plena, facilitadores y no
controladores de la gracia,[47] bajo
el signo de la consolación.
Como testigos de comunión, no obstante nuestro modo de ver y
nuestra limitación, estamos llamados a llevar la sonrisa de Dios, y la
fraternidad es el primer y más creíble evangelio que podemos narrar. Se nos
pide humanizar nuestras comunidades: «Cuidar la amistad entre vosotras, la vida
de familia, el amor entre vosotras. Que el monasterio no sea un Purgatorio, que
sea una familia. Los problemas están, estarán, pero, como se hace en una
familia, con amor, buscar la solución con amor; no destruir esto para resolver
aquello; no competir. Cuidar la vida de comunidad, porque cuando la vida de
comunidad es así, de familia, es precisamente el Espíritu Santo quien está en
medio de la comunidad. Estas dos cosas quería deciros: la contemplación
siempre, siempre con Jesús —Jesús, Dios y Hombre—; y la vida de comunidad,
siempre con un corazón grande. Dejando pasar, no vanagloriarse, soportar todo,
sonreír desde del corazón. El signo de ello es la alegría».[48]
La alegría se consolida en la experiencia de fraternidad,
como lugar teológico, donde cada uno es responsable de la fidelidad al
Evangelio y del crecimiento de los demás. Cuando una
fraternidad se alimenta del mismo Cuerpo y Sangre de Jesús y se reúne alrededor
del Hijo de Dios, para compartir el camino de fe conducido por la
Palabra, se hace una cosa sola con él, es una fraternidad en comunión que
experimenta el amor gratuito y vive en fiesta, libre, alegre, llena de audacia.
«Una fraternidad sin alegría es una fraternidad que se apaga
[...] Una fraternidad donde abunda la alegría es un verdadero don de lo Alto a
los hermanos que saben pedirlo y que saben aceptarse y se comprometen en la
vida fraterna confiando en la acción del Espíritu».[49]
En un tiempo en el que la fragmentariedad alimenta un
individualismo estéril y de masa y la debilidad de las relaciones disgrega y
estropea el cuidado de lo humano, se nos invita a humanizar las relaciones de
fraternidad para favorecer la comunión de corazón y de alma según el Evangelio
porque «existe una comunión de vida entre todos aquellos que pertenecen a
Cristo. Una comunión que nace de la fe» y que hace a «la Iglesia, en su verdad
más profunda, comunión con Dios, familiaridad con Dios, comunión de
amor con Cristo y con el Padre en el Espíritu Santo, que se prolonga en una
comunión fraterna».[50]
Para el Papa Francisco la ternura es signo distintivo de la
fraternidad, una «ternura eucarística», porque «la ternura nos hace bien.» La
fraternidad tendrá «una fuerza de convocación enorme. […] la hermandad incluso
con todas las diferencias posibles, es una experiencia de amor que va más allá
de los conflictos».[51]
Estamos llamados a realizar un éxodo de nosotros mismos en
un camino de adoración y de servicio.[52] «¡Salir
por la puerta para buscar y encontrar! Tengan el valor de ir contracorriente de
esta cultura eficientista, de esta cultura del descarte. El
encuentro y la acogida de todos, la solidaridad, es una palabra que la están
escondiendo en esta cultura, casi una mala palabra, la solidaridad y
la fraternidad, son elementos que hacen nuestra civilización verdaderamente
humana. Ser servidores de la comunión y de la cultura del encuentro.
Los quisiera casi obsesionados en este sentido. Y hacerlo sin ser
presuntuosos».[53]
"El fantasma que se debe combatir es la imagen de la
vida religiosa entendida como refugio y consuelo ante un mundo externo difícil
y complejo"[54] El
Papa nos pide «salir del nido»,[55] para
ser enviados a los hombres y mujeres de nuestro tiempo, entregándonos a Dios y
al prójimo.
«¡La alegría nace de la gratuidad de un encuentro […] Y la
alegría del encuentro con Él y de su llamada lleva a no cerrarse, sino a abrirse;
lleva al servicio en la Iglesia. Santo Tomás decía bonum est diffusivum
sui —no es un latín muy difícil—, el bien se difunde. Y también la
alegría se difunde. No tengáis miedo de mostrar la alegría de haber respondido
a la llamada del Señor, a su elección de amor, y de testimoniar su Evangelio en
el servicio a la Iglesia. Y la alegría, la verdad, es contagiosa; contagia…
hace ir adelante».[56]
Frente al testimonio contagioso de alegría, serenidad,
fecundidad, ante el testimonio de la ternura y del amor, de la caridad humilde,
sin prepotencia, muchos sienten el deseo de venir y ver.[57]
El Papa Francisco ha indicado varias veces el camino
de la atracción, del contagio, como vía para hacer crecer a la Iglesia, vía
de la nueva evangelización. «La Iglesia debe ser atractiva. ¡Despertar al
mundo! ¡Sean testimonio de un modo distinto de hacer, de actuar, de vivir! Es
posible vivir de un modo distinto en este mundo […] Por lo tanto, esto que me
espero es el testimonio».[58]
Confiándonos la tarea de despertar el mundo el
Papa nos impulsa al encuentro de los hombres y mujeres de hoy a la luz de dos
elementos pastorales que tienen su raíz en la novedad del Evangelio: la cercanía y
el encuentro, dos modos mediante los cuales Dios mismo se ha revelado
en la historia hasta la Encarnación.
En el camino de Emaús, hacemos nuestros, como Jesús con los
discípulos, las alegrías y los sufrimientos de la gente, dando «calor al
corazón»,[59] mientras
esperamos con ternura al que se siente cansado, débil, para que el camino en
común tenga luz y sentido en Cristo.
Nuestro camino «madura hacia la paternidad pastoral, hacia
la maternidad pastoral, y cuando un sacerdote no es padre de su comunidad,
cuando una religiosa no es madre de todos aquellos con los que trabaja, se
vuelve triste. Este es el problema. Por eso os digo: la raíz de la tristeza en
la vida pastoral está precisamente en la falta de paternidad y maternidad, que
viene de vivir mal esta consagración, que, en cambio, nos debe llevar a la
fecundidad».[60]
Iconos vivientes de la maternidad y de la cercanía de la
Iglesia, vamos hacia quienes esperan la Palabra de consolación inclinándonos
con amor materno y espíritu paterno hacia los pobres y los débiles.
El Papa nos invita a no privatizar el amor y
con la inquietud de quien busca: «Buscar siempre, sin descanso, el bien del
otro, de la persona amada».[61]
La crisis de sentido del hombre moderno y la crisis
económica y moral de la sociedad occidental y de sus instituciones no son un
acontecimiento pasajero de nuestro tiempo, sino un momento histórico de
excepcional importancia. Estamos llamados como Iglesia a salir para dirigirnos
hacia las periferias geográficas, urbanas y existenciales —las del misterio del
pecado, del dolor, de las injusticias, de la miseria—, hacia los lugares
escondidos del alma dónde cada persona experimenta la alegría y el sufrimiento de
la vida.[62]
«Vivimos en una cultura del desencuentro, una cultura de la
fragmentación, una cultura en la que lo que no me sirve lo tiro, la cultura del
descarte […] hoy, hallar a un vagabundo muerto de frío no es noticia, sin
embargo “la pobreza es una categoría teologal porque el Hijo de Dios se abajó,
se hizo pobre para caminar con nosotros por el camino […] Una Iglesia pobre
para los pobres empieza con ir hacia la carne de Cristo. Si vamos hacia la
carne de Cristo, comenzamos a entender algo, a entender qué es esta pobreza, la
pobreza del Señor».[63]
Vivir la bienaventuranza de los pobres significa que la
angustia de la soledad y de la limitación ha sido vencida por la alegría de
quien es realmente libre en Cristo y ha aprendido a amar.
Durante su visita pastoral a Asís, el Papa Francisco se
preguntaba de qué debe despojarse la Iglesia. Y respondía: «despojarse de toda
acción que no es por Dios, no es de Dios; del miedo de abrir las puertas y de
salir al encuentro de todos, especialmente de los más pobres, necesitados,
lejanos, sin esperar; cierto, no para perderse en el naufragio del mundo, sino
para llevar con valor la luz de Cristo, la luz del Evangelio, también en la
oscuridad, donde no se ve, donde puede suceder el tropiezo; despojarse de la
tranquilidad aparente que dan las estructuras, ciertamente necesarias e
importantes, pero que no deben oscurecer jamás la única fuerza verdadera que
lleva en sí: la de Dios. Él es nuestra fuerza».[64]
Es para nosotros una invitación a «no tener miedo a dejar
caer las estructuras caducas. La Iglesia es libre. La lleva adelante el
Espíritu Santo. Nos lo enseña Jesús en el evangelio: la libertad necesaria para
encontrar siempre la novedad del evangelio en nuestra vida y también en las
estructuras. La libertad de elegir odres nuevos para esta novedad».[65]
Estamos invitados a ser hombres y mujeres audaces, de
frontera: «Nuestra fe no es una fe-laboratorio, sino una fe-camino, una fe
histórica. Dios se ha revelado como historia, no como un compendio de verdades
abstractas. […] No hay que llevarse la frontera a casa, sino vivir en frontera
y ser audaces».[66]
Junto al desafío de la bienaventuranza de los pobres, el
Papa invita a visitar las fronteras del pensamiento y de la cultura, a
favorecer el diálogo, también a nivel intelectual, para dar razón de la
esperanza basada en criterios éticos y espirituales, interrogándonos sobre lo
que es bueno. La fe no reduce jamás el espacio de la razón, lo abre más bien a
una visión integral del hombre y de la realidad e impide reducir al hombre a
«material humano».[67]
La cultura, llamada a servir constantemente a la humanidad
en todas sus condiciones, si es auténtica, abre a itinerarios inexplorados,
pasos de respiro de esperanza que consolidan el sentido de la vida y custodian
el bien común. Un auténtico proceso cultural «hace crecer la humanización
integral y la cultura del encuentro y de la relación; ésta es la manera
cristiana de promover el bien común, la alegría de vivir. Y aquí convergen la
fe y la razón, la dimensión religiosa con los diferentes aspectos de la cultura
humana: el arte, la ciencia, el trabajo, la literatura».[68]Una
verdadera búsqueda cultural se encuentra con la historia y abre caminos hacia
el rostro de Dios.
Los lugares en los que se elabora y se comunica el saber son
también lugares en los que se debe crear una cultura de la cercanía, del
encuentro y del diálogo, superando defensas, abriendo puertas, construyendo
puentes.[69]
El mundo como red global en la que todos estamos conectados,
donde ninguna tradición local puede ambicionar el monopolio de lo verdadero y
donde las tecnologías tienen efectos que alcanzan a todos, constituye un
desafío continuo para quien vive la vida según el Evangelio.
En esta situación histórica, el Papa Francisco está
realizando, mediante opciones y modos de vida, una hermenéutica viviente del
diálogo Dios-mundo. Nos introduce en un estilo de sabiduría que, arraigada en
el Evangelio y en la escatología de lo humano, lee el pluralismo, busca el
equilibrio, invita a activar la capacidad de ser responsables del cambio para
comunicar cada vez mejor la verdad del Evangelio, mientras nos movemos «entre
los límites y las circunstancias»[70] y
conscientes de estos límites cada uno de nosotros se hace débil con los
débiles… todo a todos (1 Cor 9, 22)
Estamos invitados a cuidar una dinámica generativa, no
simplemente administrativa, para asumir los acontecimientos espirituales
presentes en nuestras comunidades y en el mundo, como movimiento y gracia, obra
del Espíritu en cada persona, vista como persona. Estamos invitados a
desestructurar modelos sin vida para narrar lo humano tocado por Cristo, nunca
revelado del todo en los lenguajes y en los modos.
El Papa Francisco nos invita a una sabiduría que sea signo
de una consistencia dúctil, capacidad de los consagrados de moverse según el
Evangelio, de actuar y de optar según el Evangelio, sin perderse entre diversas
esferas de vida, lenguajes, relaciones, manteniendo el sentido de la
responsabilidad, los nexos que nos unen, nuestros límites, las infinitas
expresiones de la vida. Un corazón misionero es un corazón que ha conocido la
alegría de la salvación de Cristo y la comparte como consolación frente al
límite humano: «Sabe que él mismo tiene que crecer en la comprensión del
Evangelio y en el discernimiento de los senderos del Espíritu, y entonces no
renuncia al bien posible, aunque corra el riesgo de mancharse con el barro del
camino».[71]
Nos dejamos interpelar por las invitaciones del Papa para
mirarnos a nosotros mismos y al mundo con los ojos de Cristo y permanecer
inquietos.
— Quería deciros una palabra, y la palabra era
alegría. Siempre, donde están los consagrados, los seminaristas, las religiosas
y los religiosos, los jóvenes, hay alegría, siempre hay alegría. Es la alegría
de la lozanía, es la alegría de seguir a Cristo; la alegría que nos da el
Espíritu Santo, no la alegría del mundo. ¡Hay alegría! Pero, ¿dónde nace la
alegría? [72]
— Mira en lo profundo de tu corazón, mira en lo
íntimo de ti mismo, y pregúntate: ¿tienes un corazón que desea algo grande o un
corazón adormecido por las cosas? ¿Tu corazón ha conservado la inquietud de la
búsqueda o lo has dejado sofocar por las cosas, que acaban por atrofiarlo? Dios
te espera, te busca: ¿qué respondes? ¿Te has dado cuenta de esta situación de
tu alma? ¿O duermes? ¿Crees que Dios te espera o para ti esta verdad son
solamente “palabras”?[73]
— Somos víctimas de esta cultura de lo provisional.
Querría que pensarais en esto: ¿cómo puedo liberarme de esta cultura de lo
provisional?[74]
— Esta es una responsabilidad, ante todo, de los
adultos, de los formadores. Es vuestra, formadores, que estáis aquí: dar un
ejemplo de coherencia a los más jóvenes. ¿Queremos jóvenes coherentes? ¡Seamos
nosotros coherentes! De lo contrario, el Señor nos dirá lo que decía de los
fariseos al pueblo de Dios: “Haced lo que digan, pero no lo que hacen”.
Coherencia y autenticidad.[75]
— Podemos preguntarnos: ¿estoy inquieto por Dios,
por anunciarlo, para darlo a conocer? ¿O me dejo fascinar por esa mundanidad
espiritual que empuja a hacer todo por amor a uno mismo? Nosotros, consagrados,
pensamos en los intereses personales, en el funcionalismo de las obras, en el
carrerismo. ¡Bah! Tantas cosas podemos pensar... Por así decirlo ¿me he
“acomodado” en mi vida cristiana, en mi vida sacerdotal, en mi vida religiosa,
también en mi vida de comunidad, o conservo la fuerza de la inquietud por Dios,
por su Palabra, que me lleva a “salir fuera”, hacia los demás?[76]
— ¿Cómo estamos con la inquietud del amor? ¿Creemos
en el amor a Dios y a los demás? ¿O somos nominalistas en esto? No de modo
abstracto, no sólo las palabras, sino el hermano concreto que encontramos, ¡el
hermano que tenemos al lado! ¿Nos dejamos inquietar por sus necesidades o nos
quedamos encerrados en nosotros mismos, en nuestras comunidades, que muchas
veces es para nosotros “comunidad-comodidad”?[77]
— Este es un hermoso, un hermoso camino a la
santidad. No hablar mal de los otros. “Pero padre, hay problemas…”. Díselos al
superior, díselos a la superiora, díselos al obispo, que puede remediar. No se
los digas a quien no puede ayudar. Esto es importante: ¡fraternidad! Pero dime,
¿hablarías mal de tu mamá, de tu papá, de tus hermanos? Jamás. ¿Y por qué lo
haces en la vida consagrada, en el seminario, en la vida presbiteral? Solamente
esto: pensad, pensad. ¡Fraternidad! Este amor fraterno.[78]
— A los pies de la cruz, es mujer del dolor y, al
mismo tiempo, de la espera vigilante de un misterio, más grande que el dolor,
que está por realizarse. Todo parece verdaderamente acabado; toda esperanza
podría decirse apagada. También ella, en ese momento, recordando las promesas
de la anunciación habría podido decir: no se cumplieron, he sido engañada. Pero
no lo dijo. Sin embargo ella, bienaventurada porque ha creído, por su fe ve
nacer el futuro nuevo y espera con esperanza el mañana de Dios. A veces pienso:
¿sabemos esperar el mañana de Dios? ¿O queremos el hoy? El mañana de Dios para
ella es el alba de la mañana de Pascua, de ese primer día de la semana. Nos
hará bien pensar, en la contemplación, en el abrazo del hijo con la madre. La
única lámpara encendida en el sepulcro de Jesús es la esperanza de la madre,
que en ese momento es la esperanza de toda la humanidad. Me pregunto a mí y a
vosotros: en los monasterios, ¿está aún encendida esta lámpara? En los
monasterios, ¿se espera el mañana de Dios?[79]
— La inquietud del amor empuja siempre a ir al
encuentro del otro, sin esperar que sea el otro a manifestar su necesidad. La inquietud
del amor nos regala el don de la fecundidad pastoral, y nosotros debemos
preguntarnos, cada uno de nosotros: ¿cómo va mi fecundidad espiritual, mi
fecundidad pastoral?[80]
—Una fe auténtica implica siempre un profundo deseo de
cambiar el mundo. He aquí la pregunta que debemos plantearnos: ¿también
nosotros tenemos grandes visiones e impulsos? ¿También nosotros somos audaces?
¿Vuela alto nuestro sueño? ¿Nos devora el celo? (cf. Sal 69, 10) ¿O, en cambio,
somos mediocres y nos conformamos con nuestras programaciones apostólicas de
laboratorio?[81]
Alégrate, llena de gracia (Lc 1,
28), «El saludo del ángel a María es una invitación a la alegría, a una alegría
profunda, que anuncia el final de la tristeza […]. Es un saludo que marca el
inicio del Evangelio, de la Buena Nueva».[82]
Junto a María la alegría se expande: el Hijo que lleva en su
seno es el Dios de la alegría, del regocijo que contagia. María abre las
puertas del corazón y corre hacia Isabel.
«Alegre de cumplir su deseo, delicada en su deber, diligente
en su alegría, se apresuró hacia la montaña. ¿Adónde, sino hacia las cimas,
debía tender con prisa la que ya estaba llena de Dios?».[83]
Se mueve con prontitud (Lc 1, 39)
para llevar al mundo la buena noticia, para transmitir a todos la alegría
incontenible que lleva en su regazo: Jesús, el Señor. Con prontitud:
no es sólo la velocidad con la que se mueve María, nos expresa su diligencia,
la atención premurosa con la que afronta el viaje, su entusiasmo.
He aquí la esclava del Señor (Lc 1,38). La
esclava del Señor, corre con prontitud, para hacerse esclava de los
hombres, donde el amor de Dios se demuestra y se comprueba en el amor a cada
hermano y a cada hermana.
En María es la Iglesia entera que camina unida: en la
caridad de quien sale al paso del más frágil; en la esperanza de quien se sabe
acompañado en su caminar y en la fe de quien tiene un don especial para
compartir. ¡En María cada uno de nosotros, empujado por el viento del Espíritu
vive la propia vocación de caminar!
Estrella de la nueva evangelización,
ayúdanos a resplandecer en el testimonio de la comunión,
del servicio, de la fe ardiente y generosa,
de la justicia y el amor a los pobres,
para que la alegría del Evangelio
llegue hasta los confines de la tierra
y ninguna periferia se prive de su luz.
ayúdanos a resplandecer en el testimonio de la comunión,
del servicio, de la fe ardiente y generosa,
de la justicia y el amor a los pobres,
para que la alegría del Evangelio
llegue hasta los confines de la tierra
y ninguna periferia se prive de su luz.
Madre del Evangelio viviente,
manantial de alegría para los pequeños,
ruega por nosotros.
Amén. Aleluya.[84]
manantial de alegría para los pequeños,
ruega por nosotros.
Amén. Aleluya.[84]
Roma, 2 de febrero de 2014, Fiesta de la Presentación del
Señor
João Braz Card. de Aviz
Prefecto
Prefecto
José Rodríguez Carballo, O.F.M.
Arzobispo Secretario
Arzobispo Secretario
[1] Francisco,
Exhortación apostólica Evangelii
gaudium, (24 noviembre 2013), LEV, Ciudad del Vaticano, 2013, n.
1.
[2] Antonio Spadaro,
“¡Despierten al mundo!". Coloquio del Papa Francisco con los Superiores
Generales, en: La Civiltà Cattolica, 165 (2014/I), 5.
[3] Cf. Francisco,
Exhortación apostólica Evangelii
gaudium, (24 noviembre 2013), LEV, Ciudad del Vaticano, 2013, n.
47.
[4] Francisco, Predicad
siempre el Evangelio y si fuera necesario también con las palabras,
con la expresión de san Francisco el Papa confía su mensaje a los jóvenes
reunidos en Santa María de los Ángeles, [encuentro
con los jóvenes de Umbría, Asís, 4 octubre 2013], en: L’Osservatore
Romano, domingo 6 octubre 2013, CLIII (229), p. 7.
[5] Juan Pablo II,
Exhortación apostólica post-sinodal Vita
consecrata, (25 marzo 1996), n. 27, en: AAS 88 (1996), 377-486.
[6] Cf. S. Teresa
del Niño Jesús, Obras completas, Librería Vaticana-Ed. OCD, Ciudad del
Vaticano-Roma, 1997: Manuscrito A, 76vº; B, 1rº; carta 196.
[7] Francisco, Auténticos
y coherentes, Papa Francisco habla de la belleza de la consagración,[Encuentro
con los Seminaristas, Novicios y Novicias, Roma, 6 julio 2013], en: L’Osservatore
Romano, lunes-martes 8-9 julio 2013, CLIII (155), p. 6.
[8] Ibíd.
[9] Francisco, La
evangelización se hace de rodillas, Misa con los seminaristas,
novicios y novicias en el Año de la Fe, [Homilía
durante la Misa con los Seminaristas, Novicios y Novicias, Roma, 7
julio 2013], en: L’Osservatore Romano, lunes-martes8-9 julio
2013, CLIII (155), p. 7.
[10] Francisco, Auténticos
y coherentes, Papa Francisco habla de la belleza de la consagración,[Encuentro
con los Seminaristas, Novicios y Novicias, Roma, 6 julio 2013], en: L’Osservatore
Romano, lunes-martes 8-9 julio 2013, CLIII (155), p. 6.
[11] Francisco, Discurso
a los Participantes en la Asamblea Plenaria de la Unión Internacional de las
Superioras Generales, Roma, 8 mayo 2013, en: AAS 105 (2013), 460-463.
[12] Francesco, Para
subir al monte de la perfección, Mensaje del Pontífice a los
Carmelitas con motivo del Capítulo General, [Mensaje
al Prior General de la Orden de los Hermanos de la Beata Virgen María del Monte
Carmelo, con motivo del Capítulo General, Roma, 22 agosto 2013], en: L’Osservatore
Romano, viernes 6 septiembre 2013, CLIII
(203), p. 7.
[13] Francisco, Auténticos
y coherentes, Papa Francisco habla de la belleza de la consagración,[Encuentro
con los Seminaristas, Novicios y Novicias, Roma, 6 julio 2013], en: L’Osservatore
Romano, lunes-martes 8-9 julio 2013, CLIII (155), p. 6.
[14] Ibíd.
[15] Francisco,
Exhortación apostólica Evangelii
gaudium, (24 noviembre 2013), LEV, Ciudad del Vaticano, 2013, n. 3.
[16] Francisco, Con
la inquietud en el corazón, a los capitulares agustinos el Papa les pide
estar siempre a la búsqueda de Dios y de los hermanos, [Homilía
durante la Misa de apertura del Capítulo General de la Orden de San Agustín,
Roma, 28 agosto 2013], en: L’Osservatore Romano, viernes
30 agosto 2013, CLIII (197), p. 8.
[17] Francisco, Caminos
creativos radicados en la Iglesia, Papa Francisco con sus hermanos
jesuitas en el día de la memoria de san Ignacio de Loyola [Homilía
durante la Misa en la Iglesia del Santísimo Nombre de Jesús con ocasión de la
fiesta de S. Ignacio de Loyola, Roma, 31 julio 2013], en: L’Osservatore
Romano, jueves 1 agosto 2013, CLIII
(175), p. 8.
[19] Ibíd.,
n. 9.
[20] Francisco, Memoria
de Dios, durante la Misa en plaza de San Pedro el Papa habla de la
misión del catequista, [Homilía
durante la Misa para la jornada de los Catequistas, Roma, 29 septiembre
2013], en: L’Osservatore Romano, lunes 30 septiembre-martes 1°
octubre 2013, CLIII (224), p. 7.
[21] Francisco, Discurso
a los Participantes en la Asamblea Plenaria de la Unión Internacional de las
Superioras Generales, Roma, 8 mayo 2013, en: AAS 105 (2013),
460-463.
[22] Francisco, No
superhombres sino amigos de Dios, Ángelus de todos los Santos, [Ángelus,Roma,
1 noviembre 2013], en L’Osservatore Romano, sábado-domingo
2-3 noviembre 2013, CLIII (252), p. 8.
[23] Juan Pablo
II, Exhortación apostólica pstsinodal Vita
consecrata (25 marzo 1996), n. 22, en: AAS 88 (1996), 377-486.
[24] Francisco, En
la encrucijada de los caminos, a los obispos, a los sacerdotes, a los
religiosos y a los seminaristas el Papa les confía la misión de formar a los
jóvenes a ser "callejeros de la fe"[Homilía
durante la Misa con los Obispos, Sacerdotes, Religiosos y Seminaristas en
ocasión de la XXVIII Jornada Mundial de la Juventud, 27 julio 2013, Río
de Janeiro], en:L’Osservatore Romano, lunes-martes 29-30
julio 2013, CLIII (173), p. 4.
[25] Francisco, La
vocación del catequista, el Pontífice anima a no tener miedo a salir
de sí mismo para ir al encuentro de los demás, [Discurso
a los participantes en el Congreso Internacional sobre Catequesis, Roma, 27
septiembre 2013], en: L’Osservatore Romano,domingo 29 septiembre
2013, CLIII (223), p. 7
[26] Ambrosio, De
Isaac et anima, 75: PL 14, 556-557.
[27] Francesco,
Exhortación apostólica Evangelii
gaudium, (24 noviembre 2013), LEV, Ciudad del Vaticano, 2013, n. 265
[28] Cf.
Francesco, Exhortación apostólica Evangelii
gaudium, (24 noviembre 2013), LEV, Ciudad del Vaticano, 2013, n. 8.
[29] Francisco, La
vocación de ser catequista, el Pontífice anima a no tener miedo de salir de
sí mismos para ir al encuentro de los demás, [Discurso
a los participantes en el Congreso Internacional sobre Catequesis, Roma, 27
septiembre 2013], en: L’Osservatore Romano,domingo 29 septiembre
2013, CLIII (223), p. 7.
[30] Francisco, Caminos
creativos radicados en la Iglesia, Papa Francisco con sus hermanos
jesuitas el día de la memoria de san Ignacio de Loyola [Homilía
durante la Misa en la Iglesia del Santísimo Nombre de Jesús con motivo de la
fiesta de S. Ignacio de Loyola, Roma, 31 julio 2013], en: L’Osservatore
Romano, jueves 1° agosto 2013, CLIII
(175), p. 8.
[31] Francisco,
Exhortación apostólica Evangelii
gaudium, (24 noviembre 2013), LEV, Ciudad del Vaticano, 2013, n. 266.
[32] Francisco, Con
la inquietud en el corazón, a los capitulares agustinos el Papa les pide
estar siempre en búsqueda de Dios y de los otros, [Homilía
durante la Misa de apertura del Capítulo General de la Orden de San Agustín,
Roma, 28 agosto 2013], en: L’Osservatore Romano,viernes
30 agosto 2013, CLIII (197), p. 8.
[33] Francisco,
Exhortación apostólica Evangelii
gaudium, (24 noviembre 2013), LEV, Ciudad del Vaticano, 2013, n. 8.
[34] Ibíd. n.1.
[35] Francisco, Homilía
durante la Misa con los Cardenales, Roma, 14 marzo 2013, en: AAS105
(2013), 365-366.
[36] Francisco, La
evangelización se hace de rodillas, Misa con los seminaristas,
novicios y novicias en el Año de la Fe, [Homilía
durante la Misa con los Seminaristas, Novicios y Novicias, Roma, 7
julio 2013], en: L’Osservatore Romano, lunes-martes 8-9 julio
2013, CLIII (155), p. 7.
[37] Francisco, La
vocación de ser catequista, el Pontífice anima a no tener miedo de salir de
sí mismo para ir al encuentro de los otros, [Discurso
a los participantes en el Congreso Internacional sobre Catequesis, Roma, 27
septiembre 2013], en: L’Osservatore Romano,domingo 29 septiembre
2013, CLIII (223), p. 7.
[38] Francisco, Coherencia
entre palabra y vida, el Papa invita en San Pablo a abandonar
los ídolos para adorar al Señor, [Homilía
en la celebración eucarística en S. Pablo Extramuros, Roma, 14 abril
2013], en: L’Osservatore Romano, lunes-martes 15-16 abril 2013, CLIII
(88), p. 8.
[39] Francisco, La
evangelización se hace de rodillas, Misa con los seminaristas,
novicios y novicias en el Año de la Fe, [Homilía
durante la Misa con los Seminaristas, Novicios y Novicias, Roma, 7
julio 2013], en: L’Osservatore Romano, lunes-martes 8-9
julio 2013, CLIII (155), p. 7.
[40] Congregación
para los Institutos de vida consagrada y las Sociedades de vida apostólica,
Instrucción Caminar
desde Cristo - Un renovado empeño de la vida consagrada en el Tercer Milenio,
(19 mayo 2002), n. 25, en: Ench Vat 21, 372-510.
[41] Francisco, El
hombre de ojos penetrantes, meditación en la Capilla de la Domus
Sanctae Marthae, 16 diciembre 2013, en: L'Osservatore Romano, lunes-martes
16-17 diciembre 2013, CLIII (289), p. 7.
[42] Francisco, La
atracción que hace crecer a la Iglesia encuentro con los
sacerdotes, religiosas y religiosos en la catedral de San Rufino, [Encuentro
con el Clero, personas de vida consagrada y miembros de los Consejos Pastorales,
Asís, 4 octubre 2013], en: L’Osservatore Romano, domingo 6
octubre 2013, CLIII (229), p. 6.
[43] Francisco, Auténticos
y coherentes, Papa Francisco habla de la belleza de la consagración,[Encuentro
con los Seminaristas, Novicios y Novicias, Roma, 6 julio 2013], en: L’Osservatore
Romano, lunes-martes 8-9 julio 2013, CLIII (155), p. 6.
[44] Benedicto
XVI, Carta encíclica Deus
caritas est (25 diciembre 2005), n. 11, en: AAS 98 (2006),
(217-252).
[45] Francisco, La
evangelización se hace de rodillas, Misa con los seminaristas,
novicios y novicias en el Año de la Fe, [Homilía
durante la Misa con los Seminaristas, Novicios y Novicias, Roma, 7
julio 2013], en: L’Osservatore Romano, lunes-martes8-9 julio
2013, CLIII (155), p. 7.
[46] Francisco, Auténticos
y coherentes, Papa Francisco habla de la belleza de la consagración,[Encuentro
con los Seminaristas, Novicios y Novicias, Roma, 6 julio 2013], en: L’Osservatore
Romano, lunes-martes 8-9 julio 2013, CLIII (155), p. 6.
[47] Cf.
Francisco, Exhortación apostólica Evangelii
gaudium, (24 noviembre 2013), LEV, Ciudad del Vaticano, 2013, n.
47.
[48] Francisco, Para
una clausura de gran humanidad, recomendaciones a las clarisas en la
basílica de Santa Clara, [Palabras
a las Monjas de clausura, Asís, 4 octubre 2013], en:L’Osservatore
Romano, domingo 6 octubre, CLIII (229), p. 6.
[49] Congregación
para los Institutos de vida consagrada y las Sociedades de vida apostólica,
Instrucción La
vida fraterna en comunidad. "Congregavit nos in unum Christi amor",
(2 febrero 1994), n. 28: en Ench Vat 14, 345-537.
[50] Francisco, Una
gran familia entre cielo y tierra, en la audiencia general el Papa
habla de la comunión de los santos, [Audiencia
general, Roma, 30 octubre 2013], en: L’Osservatore Romano, jueves
31 octubre 2013, CLIII (250), p. 8.
[51] Antonio
Spadaro, “¡Despierten al mundo!". Coloquio del Papa Francisco con los
Superiores Generales, en: La Civiltà Cattolica, 165
(2014/I), 13. Francisco, Discurso
a los Participantes en la Asamblea Plenaria de la Unión Internacional de las
Superioras Generales, Roma, 8 mayo 2013, en: AAS 105 (2013),
460-463.
[52] Francisco, Discurso
a los Participantes en la Asamblea Plenaria de la Unión Internacional de las
Superioras Generales, Roma, 8 mayo 2013, en: AAS 105 (2013),
460-463.
[53] Francisco, En
la encrucijada de los caminos, a los obispos, a los sacerdotes, a los
religiosos y a los seminaristas el Papa les confía la misión de formar a los
jóvenes para que sean "callejeros de la fe" [Homilía
durante la Misa con los Obispos, Sacerdotes, Religiosos y Seminaristas en
ocasión de la XXVIII Jornada Mundial de la Juventud, 27 julio 2013, Río
de Janeiro], en:L’Osservatore Romano, lunes-martes 29-30
julio 2013, CLIII (173), p. 4.
[54] Antonio
Spadaro, “¡Despierten al mundo!". Coloquio del Papa Francisco con los
Superiores Generales, en: La Civiltà Cattolica, 165
(2014/I), 10.
[55] Ibíd., 6.
[56] Francisco, Auténticos
y coherentes, Papa Francisco habla de la belleza de la consagración, [Encuentro
con los Seminaristas, los Novicios y las Novicias, Roma, 6 julio 2013],
en:L’Osservatore Romano, lunes-martes 8-9 julio 2013, CLIII (155),
p. 6.
[57] Cf.
.Francisco, La
humildad y la fuerza del Evangelio, meditación en la Capilla de laDomus
Sanctae Marthae, 1 octubre 2013, en: L'Osservatore Romano,
miércoles 2 octubre 2013, CLIII (225), p. 8.
[58] Antonio
Spadaro, “¡Despierten al mundo!". Coloquio del Papa Francisco con los
Superiores Generales, en: La Civiltà Cattolica, 165
(2014/I), 5.
[59] Cf.
Francisco, Para una Iglesia que acompaña a casa al hombre, encuentro
con los obispos brasileños en el arzobispado de Río de Janeiro [Encuentro
con el Episcopado Brasileño, 27 julio 2013, Río de Janeiro], en: L’Osservatore
Romano, lunes-martes 29-30 julio 2013, CLIII (173),
pp. 6-7.
[60] Francisco, Auténticos
y coherentes, Papa Francisco habla de la belleza de la consagración, [Encuentro
con los Seminaristas, los Novicios y las Novicias, Roma, 6 julio 2013],
en:L’Osservatore Romano, lunes-martes 8-9 julio 2013, CLIII (155),
p. 6.
[61] Francisco, Con
la inquietud en el corazón, a los capitulares agustinos el Papa les pide
estar siempre a la búsqueda de Dios y de los hermanos, [Homilía
durante la Misa de apertura del Capítulo General de la Orden de San Agustín,
Roma, 28 agosto 2013], en: L’Osservatore Romano, viernes
30 agosto 2013, CLIII (197), p. 8.
[62] Cf.
Francesco, Vigilia
de Pentecostés con los Movimientos, las nuevas Comunidades, las Asociaciones,
las Agregaciones laicales, Roma, 18 mayo 2013, en: AAS 105
(2013), 450-452.
[63] Ibíd.
[64] Francisco, Para
una Iglesia despojada de la mundanidad, con los pobres, los
desocupados y los emigrantes asistidos por Caritas, [Encuentro
con los pobres asistidos por Caritas, Asís, 4 octubre 2013], en: L’Osservatore
Romano, sábado 5 octubre 2013, CLIII (228), p. 7.
[65] Francisco, Renovación
sin temores, meditación en la Capilla de la Domus Sanctae
Marthae, 6 julio 2013, en: L'Osservatore Romano, Domingo 7
julio 2013, CLIII (154), p. 7.
[66] Antonio
Spadaro, “¡Despierten al mundo!". Coloquio del Papa Francisco con los
Superiores Generales, en: La Civiltà Cattolica, 164
(2013/III), 474.
[67] Cf. Francisco, El
Apocalipsis que no vendrá, discurso al mundo académico y cultural, [Encuentro
con el mundo de la cultura, Cagliari, 22 septiembre 2013], en: L’Osservatore
Romano, lunes-martes 23-24 septiembre 2013, CLIII (218), p. 7.
[68] Francisco, La
apuesta del diálogo y del encuentro, a la clase dirigente de Brasil,[Encuentro
con la Clase Dirigente de Brasil, Río de Janeiro, 27 julio 2013], en: L’Osservatore
Romano, 29-30 julio 2013, CLIII (173), p. 4. Cf.
Francisco, Hombres de frontera, el Papa a la Comunidad de la
Civiltà Cattolica Discurso
a la Comunidad de los Escritores de “La Civiltà Cattolica", 14
junio 2013, en: L'Osservatore Romano, sábado 15 junio 2013, CLIII
(136), p. 7.
[69] Cf.
Francisco, Hombres de frontera, el Papa a la Comunidad de la
Civiltà Cattolica Discurso
a la Comunidad de los Escritores de “La Civiltà Cattolica", 14
junio 2013, en: L'Osservatore Romano, sábado 15 junio 2013, CLIII
(136), p. 7.
[70] Francisco,
Exhortación apostólica Evangelii
gaudium, (24 noviembre 2013), LEV, Ciudad del Vaticano, 2013, n.
45.
[71] Ibíd.
[72] Francisco, Auténticos
y coherentes, Papa Francisco habla de la belleza de la consagración, [Encuentro
con los Seminaristas, los Novicios y las Novicias, Roma, 6 julio 2013],
en:L’Osservatore Romano, lunes-martes 8-9 julio 2013, CLIII (155),
p. 6.
[73] Francisco, Con
la inquietud en el corazón, a los capitulares agustinos el Papa les pide
estar siempre a la búsqueda de Dios y de los hermanos, [Homilía
durante la Misa de apertura del Capítulo General de la Orden de San Agustín,
Roma, 28 agosto 2013], en: L’Osservatore Romano, viernes
30 agosto 2013, CLIII (197), p. 8.
[74] Francisco, Auténticos
y coherentes, Papa Francisco habla de la belleza de la consagración, [Encuentro
con los Seminaristas, los Novicios y las Novicias, Roma, 6 julio 2013],
en:L’Osservatore Romano, lunes-martes 8-9 julio 2013, CLIII (155),
p. 6.
[75] Ibíd.
[76] Francisco, Con
la inquietud en el corazón, a los capitulares agustinos el Papa les pide
estar siempre a la búsqueda de Dios y de los hermanos, [Homilía
durante la Misa de apertura del Capítulo General de la Orden de San Agustín,
Roma, 28 agosto 2013], en: L’Osservatore Romano, viernes
30 agosto 2013, CLIII (197), p. 8.
[77] Ibíd.
[78] Francisco, Auténticos
y coherentes, Papa Francisco habla de la belleza de la consagración, [Encuentro
con los Seminaristas, los Novicios y las Novicias, Roma, 6 julio 2013],
en:L’Osservatore Romano, lunes-martes 8-9 julio 2013, CLIII (155),
p. 6.
[79] Francisco, Los
que saben esperar, a las monjas camaldulensas el Papa indica a María
como modelo de esperanza, [Celebración
de Vísperas con la Comunidad de las Monjas Benedictinas Camaldulenses, Roma,
21 noviembre 2013], en: L’Osservatore Romano, sábado 23
noviembre 2013, CLIII (269), p. 7.
[80] Francisco, Con
la inquietud en el corazón, a los capitulares agustinos el Papa les pide
estar siempre a la búsqueda de Dios y de los hermanos, [Homilía
durante la Misa de apertura del Capítulo General de la Orden de San Agustín,
Roma, 28 agosto 2013], en: L’Osservatore Romano, viernes
30 agosto 2013, CLIII (197), p. 8.
[81] Francisco, La
compañía de los inquietos, en la Iglesia del Jesús el Papa celebra la
Misa de acción de gracias por la canonización de Pietro Favre, [Homilía
durante la Misa en la Iglesia del Santísimo Nombre de Jesús con ocasión del SS.
Nombre de Jesús, Roma, 3 enero 2014], en:L’Osservatore
Romano, sábado 4 enero 2014, CLIV (02), p. 7.
[82] Benedicto
XVI, La fuerza silenciosa que vence el rumor de las potencias, la
reflexión propuesta por el Pontífice durante la audiencia general en el aula
Pablo VI [Audiencia
general, Roma, 19 diciembre 2012], en: L'Osservatore Romano,
jueves 20 diciembre 2012, CLII (292), p. 8.
[83] Ambrosio, Expositio
Evangelii secundum Lucam, II, 19: CCL 14, p. 39.
[84] Francisco,
Exhortación apostólica Evangelii
gaudium, (24 noviembre 2013), LEV, Ciudad del Vaticano, 2013, n.
288.
(Fuente: vatican.va)
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