Nuestra querida Santa Teresa de los Andes también ha pasado por momentos de dificultad. A ella le tocó enfrentar a sus seres queridos para optar por Cristo. Hoy deseamos acercarte la carta que escribió con tanto cariño a su padre para confiarle su
decisión de ser carmelita descalza. Se siente amada y llamada por
Dios y le ruega comprensión ante su decisión.
Santiago, 25 de
marzo de 1919
Mi papacito tan querido:
Papacito, hace mucho tiempo deseaba confiarle un secreto,
que he guardado toda mi vida en lo más íntimo del alma. Sin embargo, no sé qué
temor se apoderaba de mi ánimo al querérselo confiar. Por eso, siempre me he
mostrado muy reservada para todos. Mas ahora quiero confiárselo con la plena
confianza que me guardará la más completa reserva.
He tenido ansias de ser feliz y he buscado la felicidad
por todas partes. He soñado con ser muy rica, mas he visto que los ricos, de la
noche a la mañana, se tornan pobres. Y aunque a veces esto no
sucede, se ve que
por un lado reinan las riquezas, y que por otro reina la pobreza de la afección
y de la unión. La he buscado en la posesión del cariño de un joven cumplido,
pero la idea sola de] que algún día pudiera no quererme con el mismo entusiasmo
o que pudiera morirse dejándome sola en las luchas de la vida, me hace rechazar
el pensamiento [de] que casándome seré feliz. No. Esto no me satisface. Para mí
no está allí la felicidad. Pues ¿dónde -me preguntaba- se halla? Entonces
comprendí que no he nacido para las cosas de la tierra sino para las de la
eternidad. ¿Para qué negarlo por más tiempo? Sólo en Dios mi corazón ha
descansado. Con El mi alma se ha sentido plenamente satisfecha, y de tal
manera, que no deseo otra cosa en este mundo que el pertenecerle por completo.
“En su infinita bondad y a pesar de mi bajeza, me ha
amado con infinito amor.”
Mi queridísimo papá: no se me oculta el gran favor que
Dios me ha dispensado. Yo que soy la más indigna de sus hijas, sin embargo, el
amor infinito de Dios ha salvado el inmenso abismo que media entre El y su
pobre criatura. El ha descendido hasta mí para elevarme a la dignidad de
esposa. ¿Quién soy yo sino una pobre criatura? Mas El no ha mirado mi
miseria. En su infinita bondad y a pesar de mi bajeza, me ha amado con infinito
amor. Sí, papacito. Sólo en DIOS he encontrado un amor eterno. ¿Con qué
agradecerle? ¿Cómo pagarle sino con amor? ¿Quién puede amarme más que N. Señor,
siendo infinito e inmutable? Ud., papacito, me preguntará desde cuándo pienso
todo esto. Y le voy a referir todo para que vea que nadie me ha influenciado.
“Siendo para Dios mi alma, no se cansaría de amarlo y
contemplarlo”
Desde chica amé mucho a la Sma. Virgen, a quien confiaba
todos mis asuntos. Con sólo Ella me desahogaba y jamás dejaba ninguna pena ni
alegría sin confiársela. Ella correspondió a ese cariño. Me protegía, y
escuchaba lo que le pedía siempre. Y ella me enseñó a amar a N. Señor. Ella
puso en mi alma el germen de la vocación. Sin embargo, sin comprender la gracia
que me dispensaba, y sin siquiera preocuparme de ella, yo pololeaba y me
divertía lo más posible. Pero cuando estuve con apendicitis y me vi muy
enferma, entonces pensé lo que era la vida, y un día que me encontraba sola en
mi cuarto, aburrida de estar en cama, oí la voz del Sdo. Corazón que me pedía
fuera toda de El. No crea [que] esto fue ilusión, porque en ese instante me vi
transformada. La que buscaba el amor de las criaturas, no deseó sino el de
Dios. Iluminada con la gracia de lo alto, comprendí que el mundo era demasiado
pequeño para mi alma inmortal; que sólo con lo infinito podría saciarme, porque
el mundo y todo cuanto él encierra es limitado; mientras que, siendo para Dios
mi alma, no se cansaría de amarlo y contemplarlo, porque en El los horizontes
son infinitos. (C 73)
“El Todopoderoso, Omnipotente, que no necesita de nadie,
se preocupa de amarme y de elegirme para hacerme su esposa”
¿Cómo dudar, pues, de mi vocación cuando, aunque estuve
tan grave y a punto de morirme, no dudé ni deseé otra cosa? Como puede ver,
papacito, nadie me ha influenciado, pues nunca lo dije a persona alguna y traté
siempre con empeño de ocultarlo.
No sé cómo puedo agradecerle como debo a N. Señor este
favor tan grande, pues siendo El todopoderoso ,omnipotente., que no
necesita de nadie, se preocupa de amarme y de elegirme para hacerme su esposa.
Fíjese a qué dignidad me eleva: a ser esposa del Rey del cielo y tierra, del
Señor de los señores. ¡Ay, papá, cómo pagarle! Además me saca del mundo, donde
hay tantos peligros para las almas, donde las aguas de la corrupción todo lo
anegan, para llevarme a morar junto al tabernáculo donde El habita.
“Es Dios mismo quien se digna llamarme”
Si para concederme tan gran bien un enemigo me llamara,
¿no era razón para que inmediatamente lo siguiera? Ahora no es enemigo, sino
nuestro mejor amigo y mayor bienhechor. Es Dios mismo quien se digna llamarme
para que me entregue a El. ¿Cómo no apresurarme a hacer la total ofrenda para
no hacerlo esperar? Papacito, Yo ya me he entregado y estoy dispuesta a
seguirlo donde El quiera. ¿Puedo desconfiar y temer cuando es El el camino la
ver dad y la vida?
“Es la Virgen, su perpetuo socorro, quien le pide una
hija para hacerla esposa de su adorado Hijo”
Con todo, yo dependo de Ud., mi papá querido. Es preciso,
pues, que Ud. también me dé. Sé perfectamente que si no negó la Lucia a Chiro,
pues su corazón es demasiado generoso, ¿cómo he de dudar que me dará su
consentimiento para ser de Dios, cuando de ese "si" de su corazón de
padre ha de brotar la fuente de felicidad para su pobre hija? No. Lo conozco.
Ud. es incapaz de negármelo, porque sé que nunca ha desechado ningún sacrificio
por la felicidad de sus hijos. Comprendo que le va a costar. Para un padre no
hay nada más querido sobre la tierra que sus hijos. Sin embargo, papacito, es
Nuestro Señor quien me reclama. ¿Podrá negarme, cuando El no supo negarle desde
la cruz ni una gota de su divina sangre? Es la Virgen, su Perpetuo Socorro,
quien le pide una hija para hacerla esposa de su adorado Hijo. Y ¿podrá
rehusarme?
“Es preciso seguir la voz de Dios”
No crea, papacito, que todo lo que le digo no desgarra mi
corazón. Ud. bien me conoce y sabe que soy incapaz de ocasionarle
voluntariamente un sufrimiento. Pero, aunque el corazón mane sangre, es preciso
seguir la voz de Dios; es preciso abandonar aquellos seres a quienes el alma se
halla íntimamente ligada, para ir a morar con el Dios de amor, que sabe
recompensar el más leve sacrificio. ¿Con cuánta mayor razón premiará los
grandes?
Es necesario que su hija los deje. Pero téngalo presente:
que no es por un hombre sino por Dios. Que por nadie lo habría hecho sino por
El que tiene derecho absoluto sobre nosotros. Eso ha de servirle de consuelo:
que no fue por un hombre y que después de Dios, será Ud. y mi mamá los seres
que más he querido sobre la tierra
“Seré toda para Dios y el será todo para mí.”
También piense que la vida es tan corta, que después de
esta existencia tan penosa nos encontraremos reunidos por una eternidad. Pues a
eso iré al Carmen: a asegurar mi salvación y la de todos los míos. Su hija
carmelita es la que velará siempre al pie de os altares por los suyos, que se
entregan a mil preocupaciones .que se necesitan para vivir en el mundo La Sma.
Virgen ha querido perteneciera a esa Orden del Carmelo, pues fue la primera
comunidad que le rindió homenaje y la honró. Ella nunca deja de favorecer a sus
hijas carmelitas. De manera papacito, que su hija ha escogido la mejor parte.
Seré toda para Dios y El será todo para mí. No habrá separación posible entre
Ud. y su hija. Los seres que se aman jamás se separan. Por eso, cuando Ud.,
papacito, se entregue al trabajo rudo del campo; cuando, cansado de tanto
sacrificio, se sienta fatigado y solo, sin tener en quien descansar se sienta
desfallecido, entonces le bastará trasladarse al pie del altar. Allá encontrará
a su hija, que también sola, ante el Divino Prisionero, alza suplicante su voz
para pedirle acepte el sacrificio suyo y también el de ella, y que, en retorno,
le dé ánimo, valor en los trabajos y consuelo en su dolor. ¿Cómo podrá hacerse
sordo a la súplica de aquella que todo lo ha abandonado y que no tiene en su
pobreza otro ser a quien recurrir? No, papacito. Dios es generoso, sobre todo
que la constancia de mi oración no interrumpida ha de moverle a coronar sus
sacrificios. Mi mamá y mis hermanos tendrán un ser que constantemente eleve por
ellos ardientes súplicas, un ser que los ama entrañablemente y que perpetuamente
se inmola y sacrifica por los intereses de sus almas y de sus cuerpos. Sí. Yo
quisiera ser desde el convento el ángel tutelar de la familia. Aunque sé lo
indigna que soy, lo espero ser, pues siempre estaré junto al Todopoderoso.
“La Sma. Virgen será mi abogada.”
Papacito, no me negará el permiso. La Sma. Virgen será mi
abogada. Ella sabrá mejor que yo hacerle comprender que la vida de oración y
penitencia que deseo abrazar, encierra para mi todo el ideal de felicidad en
esta vida, y la que me asegurará la de la eternidad.
Comprendo que la sociedad entera reprobará mi resolución
pero es porque sus ojos están cerrados a la luz de la fe. Las almas que ella
llama "desgraciadas" son las únicas que se precian de ser felices,
porque en Dios lo encuentran todo. Siempre en el mundo hay sufrimientos
horribles. Nadie puede decir sinceramente: "Yo soy feliz". Mas al
penetrar en los claustros, desde cada celda brotan estas palabras que son
sinceras, pues ellas su soledad y el género de vida que abrazaron no la trocarían
por nada en la vida. Prueba de ello es que permanecen para siempre en los
conventos. Y esto se comprende, ya que en el mundo todo es egoísmo,
inconstancia e hipocresía. De esto Ud., papacito, tiene experiencia. ¿Y qué
cosa mejor se puede esperar de criaturas tan miserables?
“Bien conozco esa vida que deja en el alma un vacío que
nadie puede llenar, si no es Dios”
Déme su consentimiento luego, papacito querido.
"Quien da luego, da dos veces". Sea generoso con Dios, que lo ha de
premiar en esta vida y en la otra, y no me obligue a salir a sociedad. Muy bien
conozco esa vida que deja en el alma un vacío que nadie puede llenar, si no es
Dios. Deja muchas veces el remordimiento. No me exponga en medio de tanta
corrupción como es la que reina actualmente. Mi resolución está tomada. Aunque
se me presente el partido más ventajoso, lo rechazaré. Con Dios ¿quién hay que
pueda compararse? No. Es preciso que pronto me consagre a Dios, antes que el
mundo pueda mancharme. Papacito, ¿me negará el permiso para mayo? Es verdad que
falta poco, pero rogaré a Dios y a la Sma. Virgen le den fuerzas para decirme
el "si" que ha de hacerme feliz. Ud. ha dicho en repetidas ocasiones
que no negaría su permiso, pues le darla mucho consuelo tener una hija monja.
“Dios lo ha querido que se cumpla su adorable voluntad”
El convento que he elegido está en Los Andes. Es el que
Dios me ha designado, pues nunca habita conocido ninguna carmelita; lo que le
asegurará a Ud. que nadie me ha metido la idea y que no obro por impresiones.
Dios lo ha querido Que se cumpla su adorable voluntad
Espero su contestación con ansiedad. Entre tanto pido a
N. Señor y a la Sma.Virgen le presten su socorro para hacer el sacrificio ya
que sin Ellos yo no habría tenido el suficiente valor para separarme de Ud.
Reciba muchos besos y abrazos de su hija que más lo
quiere Juana
P.D-- No necesito recomendarle me guarde secreto. Lucho
llega el sábado de Bucalemu. La Lucia está muy bien, pero dice se apure en
venir, pues si no, va a encontrar el ahijado muy grande. Mi mamá sabe mi
secreto hace poco. Perdóneme, papacito, la pena que en esta carta le voy a dar;
pero es Dios quien me lo ordena.
Hermosa carta la de Juanita. Tiempo en que los hijos reverenciaban a sus padres.
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