viernes, 12 de agosto de 2016

Comentario al evangelio del XX Domingo durante el año ( 14 de agosto 2016)

Queridos hermanos:


La presencia de Jesús en nuestras vidas, no es algo indiferente para nosotros, ni para los que nos rodean, si lo fuera, tendríamos que dudar de que no sea más que un barniz superficial. Ha venido a traer fuego y el fuego quema, purifica, acrisola. Quiere prenderlo en el mundo, es el ardor por el Reino, por la evangelización, por transmitir el mensaje de Dios. En este sentido nosotros no somos bomberos, somos más bien pirómanos: “¡Ojalá estuviera ya ardiendo!”. El fuego pues, puede ser un elemento de destrucción o de purificación, en el contexto del evangelio de hoy, parece ser una fuerza positiva de transformación.

“Con un bautismo tengo que ser bautizado, ¡y qué angustia sufro hasta que se cumpla!”, ser bautizado parece ser para Jesús, ser crucificado, o sea, sufrir y morir por los hombres. Nos lo recuerda toda la segunda lectura de la Carta a los Hebreos:”… Fijos los ojos en el que inició y completa nuestra fe, Jesús, quien, en lugar del gozo inmediato, soportó la cruz…Recordad al que soportó tal oposición de los pecadores, y no os canséis ni perdáis el ánimo. Todavía no habéis llegado a la sangre en vuestra pelea contra el pecado”. Jesús ha traído un fuego, una misión, que lleva en muchas ocasiones, al conflicto y a la muerte, en esta situación se encuentra Jeremías en la primera lectura.

“¿Pensáis que he venido a traer paz a la tierra? No, sino división”. Nuestro bautismo si tuviera la fuerza de este fuego, (las llamas del Espíritu Santo del Bautismo y la Confirmación), en una sociedad
como la nuestra ocasionaría inevitablemente conflictos y división. Pero la mayoría de nosotros estamos mejor instalados, no en la denuncia, sino en la justificación del sistema, votamos a políticos impresentables y a los que sufren la precariedad, la pobreza, el desahucio, les mandamos a Cáritas. Escuchamos en el Evangelio o predicamos en las iglesias una cosa, pero cuando salimos fuera, nos unimos al criterio de la mayoría sobre los extranjeros, los bancos, la corrupción… Mejor no crear división, vivir la paz de los cementerios y llamar a los demás populistas, (no decían algo parecido de Jesús, que soliviantaba al pueblo).
Lucas, todo esto lo traslada a la familia, una de las instituciones básica en la sociedad: “En adelante una familia de cinco estará dividida…”, madres, padres, hijos, hijas, suegras, nueras, lo que llamamos la familia de sangre, que parece que es lo que da más identidad y pertenencia, se dividirá a causa del seguimiento. En el Evangelio, aparecen dos tipos diferentes de familia en muchas ocasiones, la basada en el parentesco, la tradicional, la civil y la familia comunitaria basada en el discipulado, recordemos: “¿Quién son mi madre y mis hermanos?”. Jesús parece dar más importancia a este segundo tipo de relaciones.

En la familia habitual pueden ponerse unos contra otros, a cierto nivel, vemos que en nuestras familias no todos son creyentes, ni van a la Iglesia o vivimos de la misma manera, ni usamos los mismos criterios o prácticas. Hoy la familia está viviendo un momento de cambios profundos y no sólo en el aspecto religioso. La propuesta de Jesús se basa en el riesgo y la libertad, es un proyecto de humanización. Todos sabemos que este camino, cuesta a veces, sangre, sudor y lágrimas, también dentro de nuestras familias, (cuantas insistencias, oraciones, testimonios, palabras y no hay cambios de parecer, más bien parecen oponerse más). Será doloroso, son de los nuestros, pero merece la pena.

Termino con un texto de José Antonio Pagola: “El Fuego traído por Jesús”: “Por los caminos de Galilea Jesús se esforzaba por contagiar el “fuego que ardía en su corazón. En la tradición cristiana han quedado huellas diversas de su deseo. Un evangelio apócrifo recuerda una frase cuyo eco puede ser de Jesús: “el que está cerca de mí, está cerca del fuego. El que está lejos de mí, está lejos del Reino”. Jesús desea que el fuego que lleva dentro prenda de verdad, que no lo apague nadie sino que se extienda por toda la tierra y que el mundo entero se abrase. Quien se aproxima a Jesús con los ojos abiertos y el corazón encendido, va descubriendo que el “fuego” que arde en su interior es la pasión por Dios y la compasión por los que sufren. Esto es lo que le mueva, le motiva y le hace vivir buscando el Reino de Dios y su justicia hasta la muerte”
(Autor: Julio César Rioja, cmf)


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