Queridos hermanos:
La primera lectura de los Hechos de los Apóstoles,
muestra los primeros síntomas de discordia en la comunidad cristiana. Los
cristianos de origen griego sienten cierta discriminación, con respecto a los
de lengua hebrea y así lo hicieron saber: “diciendo que en el suministro diario
no atendían a sus viudas”. Los Doce, resuelven el problema mediante un
discernimiento: “No nos parece bien descuidar la Palabra de Dios para ocuparnos
de la administración”, que someten a consideración de la comunidad, que escoge
a siete (diáconos los llamaremos más tarde), para este servicio. Dice el texto
que: “la propuesta les pareció bien a todos”.
Antes, en el Evangelio de hoy, que forma parte del
discurso de despedida de Jesús, se escucha: “No perdáis la calma, creed en Dios
y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias; si no, os
lo había dicho, y me voy a prepararos sitio”. Entonces, parece claro que los Doce no entienden nada, al menos
Tomás y Felipe: “Señor, no sabemos adónde vas. ¿Cómo podemos saber el camino?”,
“Señor, muéstranos al Padre y nos basta”. Habrá que asumir la Pascua, para
comprender
los retos de los nuevos tiempos, las situaciones difíciles, los
temores…, para no perder la calma y creer.
“Yo soy el camino y la verdad y la vida”, para evitar
dudas, se nos presenta como el camino a seguir para llegar al Padre. Su vida es
el modelo: pasó haciendo el bien, liberando a los oprimidos, curando a los
enfermos, acercándose a los pobres y marginados, desviviéndose por todos. Para
eso murió y resucitó, para mostrarnos el camino, la verdad y la vida, por eso
es el Viviente. Ya sabemos entonces, que seguirle es estar cercanos a los
pequeños, dar vida a los que viven en zonas de muerte, buscar la armonía en la
comunidad y sobre todo saber, que ésto no es consecuencia de nuestro esfuerzos
personales para imitarle, sino de nuestros esfuerzos, por hacer felices a los
demás.
“Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces,
Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre”. Ese puede ser el problema,
estar acostumbrados, nos darnos cuenta que sólo conocemos al Padre, a través de
Jesús, él es nuestra mediación absoluta. En el camino que recorrió desde la
encarnación (Navidad), a la resurrección (Pascua), se nos ha hecho presente el
Padre. En Jesús lo tenemos todo, es la búsqueda más plena de nuestro corazón y
el que cumple nuestro caminar hacia la casa del Padre-Dios. Como nos dice San
Pedro en la segunda lectura, él es: “la piedra angular, escogida y preciosa”.
“Creedme: ya estoy en el Padre y el Padre en mí. Si no,
creed a las obras. Os aseguro: el que cree en mí, también él hará las obras que
yo hago, y aún mayores”. Su presencia entre nosotros, lejos de ser un motivo
para desentendernos de los problemas que nos aquejan, es un aliciente, para que
asumamos nuestro lugar aquí y ahora, pues somos el Pueblo de Dios, y todos
estamos llamados a ejercer el servicio fraterno (hacer las obras que yo hago).
Dios nos ha elegido como piedras vivas, para la construcción de su comunidad y
del mundo. Tenemos un lugar en la casa del Padre y en la comunidad cristiana,
está preparado y nos espera.
“Somos una raza elegida, un sacerdocio real, una nación
consagrada, un pueblo adquirido por Dios para proclamar las hazañas del que nos
llamó a salir de las tinieblas y a entrar en su luz maravillosa”. Que estas
palabras de San Pedro, nos hagan seguir el camino, buscar la verdad y crear
vida a nuestro alrededor, sabemos hacia donde debemos caminar, a donde queremos
llegar, a la Pascua, a la felicidad de la que Dios disfruta viéndonos a
nosotros y a todos felices.
PD: Mañana es San Isidro Labrador, santo laico junto con
su mujer, patrón de los labradores y del mundo rural tan abandonado. Pidamos
por toda la gente, que ayuda a la transformación del mundo y la conservación de
la tierra creada por Dios. También por toda las personas mayores, solitarias y
sin tantas infraestructuras, que han quedado en nuestros pueblos.
(Autor: Julio César
Rioja, cmf)
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