sábado, 4 de noviembre de 2017

XXXI Domingo del Tiempo Ordinario (Ciclo A - 2017, comentario)


PREDICAR CON EL EJEMPLO

Por José María Martín OSA

1.- La fidelidad a Dios. Malaquías recuerda al pueblo de Israel que Dios es Creador y Padre. Es el autor de la Alianza en el Sinaí, por la que el pueblo llegó a ser una comunidad religiosa, cuyos miembros deben tratarse como hermanos. La fidelidad a Dios es el fundamento del respeto y el amor entre los israelitas. Sin embargo, a pesar de la experiencia del exilio y tras la reconstrucción del Templo, los sacerdotes son cómplices de la explotación del hombre por el hombre, la arbitrariedad y la injusticia. Esto una profanación de la Alianza y lleva consigo el desprestigio de quienes debieran respetarla en primer lugar.

2.- Evangelizar por amor, no por interés económico. Pablo da gracias a Dios por la fe de los Tesalonicenses y la acogida que le dispensaron. El les recuerda el cariño que puso en su evangelización. En vez de darse importancia y hacer valer su autoridad, incluso para vivir a expensas de los tesalonicenses, ha preferido tratarles con el amor y la solicitud de una madre que se desvive por sus hijos. Aunque Pablo defiende el derecho de los apóstoles a vivir de la predicación evangélica,
él mismo y sus cooperadores renunciaron siempre a ser mantenidos por los recién convertidos al Evangelio. Su predicación quedaba así a salvo de toda sospecha de lucro. Pablo acepta de buen grado las fatigas de un trabajo necesario para subsistir sin ser gravoso a los tesalonicenses.

3.- Vivir con humildad. Jesús dirige la palabra a los discípulos y al pueblo para denunciar la conducta de escribas y fariseos y prevenirlos de su mala influencia. San Mateo, inmediatamente después del presente relato, recoge la invectiva que pronuncia Jesús directamente contra los escribas y fariseos. En efecto, habían creado un fárrago legislativo en torno a la Ley para regularla hasta los más mínimos detalles. Esto constituía una carga insoportable que ni ellos mismos cumplían. Jesús denuncia la hipocresía de estos "maestros" que no ayudan en absoluto a llevar la carga que imponen a los demás indebidamente, y contrapone a esa carga innecesaria el "yugo suave y la carga ligera" del Evangelio. Se hacían llamar "rabí", es decir, "maestro mío"; un título que llegó a conferirse solemnemente. También se hacían llamar "padre" y "preceptores". Jesús critica todo ese interés en encumbrarse sobre los demás, pues uno es nuestro Padre y, todos, nuestros hermanos. La crítica de Jesús a letrados y fariseos alcanza literalmente a todo clericalismo, también de nuestros días, pues hoy podemos caer en lo mismo que Jesús critica.


4.- “Haz lo que te digo”. Si quiero ser discípulo de Jesucristo, si quiero seguirle y que le sigan los demás, he de dar primero buen ejemplo. ¿Cómo voy a explicar a los demás que el trabajo y el estudio son medios de santificación, si luego no tengo prestigio profesional, si hago las cosas de cualquier manera, o me conformo con cumplir los mínimos o ir aprobando? Y no sólo en el trabajo, sino también en mi relación con los demás, en el uso de los bienes materiales, en las diversiones, en el descanso, en las dificultades, etc. San Agustín nos aconseja: “Cualquiera que sea yo, atiende a lo que se dice no por quién se dice... Si hablo cosas buenas y las hago imítame; si no hago lo que digo, tienes el consejo del Señor: haz lo que digo, no hagas lo que hago, pero no te apartes de la cátedra católica”.

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