Había una vez un pueblo d e luciérnagas. Habitaban la falda
de un cerro, en medio de la espesura del bosque, con claros para sus juegos y
matorrales para guarecerse durante los días de tormenta.
La población tenía dos variantes: una llevaba las luces
cerca de sus ojos y las mantenía permanentemente encendidas, eran las tacas, o
tucos. La otra, en cambio, tenía su luz en el vientre pudiendo encenderla o
apagarla a su gusto. Esta variedad constituía la mayoría. Se los llamaba
simplemente bichitos de luz. En las noches tibias de verano su resplandor podía
verse desde lejos y su fosforescencia iluminaba todo el pueblo.
Muy lejos de allí, del otro lado del valle oscuro y
misterioso, brillaba otra luz. Lejana, y sin embargo tremendamente presente,
aquella luz parecía tener vida propia. No era de la misma calidad que la de los
demás bichos. Era una luz viva. Aunque permanecía siempre en el mismo
lugar atraía poderosamente la mirada y hasta la curiosidad de nuestro pueblo de
diminutas luminarias. Su existencia y el misterio de su brillo en las noches
tenía intrigadas a todas las luciérnagas. Habían surgido varias teorías para
explicar su existencia. Algunas se basaban en el miedo. Otras se burlaban de
ella llegando hasta faltarle el respeto. Muchos la veneraban, víctimas de un
extraño embrujo, se reverenciaban ante ella como se reverencia lo desconocido,
pero misterioso y fascinante. En todo caso, nadie la podía negar. Salvo los
miopes o los ocupadísimos. Aunque también estos en las noches oscuras previas a
las tormentas se veían obligados a reconocer su existencia.
Alguna vez había que tomar una decisión. Entonces se
convino en convocar a una asamblea general. Allí se discutió, se aventuraron
hipótesis nuevas tratando de conciliar posturas irreductibles.
Pero nadie quedó
satisfecho. Quizá lo único que quedaba en claro era que alguien tendría que
arriesgarse y traer respuestas acerca de la luz.
Varios propusieron a varios. Finalmente se levantó la
luciérnaga más inteligente. Ella iría a ver, y luego contaría la verdad. Sólo
pedía que, para posibilitar su retorno, la noche del regreso todas tuvieran sus
luces encendidas al máximo. Como era inteligente temía extraviarse en el
tenebroso valle intermedio.
Y partió. Con la vista clavada en su objeto fue fácil
orientarse. Atravesó la oscuridad, dándose cuenta de que cada vez ésta era
menos densa a medida que se acercaba a la luz. Y llegó. El amplio ventanal de
un castillo estaba abierto ante ella dando entrada al gran salón en cuyo centro
ardía un enorme cirio. El resplandor era tan intenso que tuvo que cerrar los
ojos para no quedar deslumbrada. Con gran precaución comenzó a volar en
derredor de la llama a la máxima distancia posible, pegada a las paredes del
lugar. Su asombro crecía a cada instante, Realmente aquella luz era
maravillosa. No solamente brillaba, como lo hacían las luciérnagas, sino que
alumbraba y deslumbraba. Su riqueza de luminosidad era tan grande que se
derramaba sobre cada objeto y lo convertía en brillante. Todo parecía
participar del regalo de esa llama y ella recibía sus formas y sus colores.
Con los ojos llenos de aquel espectáculo, retornó al
pueblo. Al principio se orientó por la memoria, pero, poco a poco se le fue
haciendo visible el resplandor de sus hermanas que alumbraban el regreso. A su
llegada contó con lujo de detalles todo lo visto. Había quedado embelesada por
aquella luz tan rica que se derramaba sobre todas las cosas y permitía verlas,
distinguirlas, reconocerlas. Respondió a todas las preguntas que le hicieron y
lo único que logró fue aumentar en su pueblo la fascinación y el ansia de
conocer en profundidad la verdad de aquella luz. Porque ella sólo había visto.
No había tocado, no había sentido, no podía decir nada, en verdad, sobre la luz
misma. Sólo podía informar sobre sus efectos.
Se hacía necesario insistir. Y esta vez se ofreció la más
corajuda. Orientada como su amiga sobrevoló el valle tenebroso poniendo proa
hacia el castillo. Entró por el ventanal y luego de imitar a su predecesora,
hizo alarde de su coraje y comenzó a acercarse a la llama. Comenzó a sentir su
calor. Constató que le comunicaba vida, fuerza, energía. Se sintió revitalizada
y con nuevos bríos. Se le fue el frío que traía de su largo vuelo. Le pareció
renacer. Y llena de alegría por su descubrimiento, se lanzó hacia la oscuridad
de la noche rumbo a su pueblo que la esperaba ansioso.
Su llegada conmocionó a todos. Su entusiasmo era tal que
ella misma parecía hacer partícipes a sus compañeras de aquello que había
logrado asimilar de la Llama Viva, fuente de calor y energía. Casi no
necesitaba explicar lo sucedido. Se diría que ella misma irradiaba lo vivido. Y
esto, en vez de calmar la ansiedad y la fascinación de las luciérnagas, terminó
por plantearles con fuerza inusitada la pregunta:
-¿Quién es esa luz?
A esta pregunta la corajuda no podía responder. Ella
podía hablar de los efectos sentidos, del calor y de la vida. Pero no tenía
experiencia de la llama misma. A pesar de su coraje no se había animado a
tocar. Temía entregarse a algo desconocido y que podría haberla consumido...
Pero la pregunta estaba planteada y había que responderla.
¿Quién se ofrecería?
En medio del silencio se sintió una voz chiquita. Era la
de la Soñadora.
- ¡Voy yo! -dijo sin dudar.
El asombro fue mayúsculo. Nadie la tomaba en serio en el
pueblo de luciérnagas. Tenía una imaginación tan frondosa! y un lenguaje tan
fantasioso, que cuando quería explicar algo nadie le entendía. ¡Vaya a saber
qué explicación traería a su regreso!
Pero su deseo de volar era tan grande y su voluntad tan
inquebrantable que partió, fascinada por la luz. Entró por el amplio ventanal
con los ojos dilatados clavados en la Llama Viva. Y se dejó seducir. ..
Desde el lejano pueblo se vio un instantáneo, pequeñísimo
estallido de luz. Y allá se quedó ardiendo, unida para siempre a la llama que
no consume, asume.
Nunca regresó para llevar respuestas. Se quedó allá
generando preguntas.
Desde entonces en el pueblo de luciérnagas se sabe que
algo de ellas les manda mensajes de luz desde la Llama Viva. Entre ellas sigue
habiendo inteligentes y corajudas. Y
seguramente seguirá habiendo soñadoras.
(Mamerto Menapace)
Para la reflexión
1-¿Qué te ha impactado de cuento? ¿Por qué?
2-¿Por qué la luciérnaga más inteligente y la más
corajuda, al regresar, no pudieron colmar las expectativas de sus compañeras?
3-¿Qué significa la siguiente frase: “Temía –la corajuda-entregarse
a algo desconocido y que podría haberla consumido...”?
4- ¿Qué te sugiere esta frase: “Entró por el amplio
ventanal con los ojos dilatados clavados en la Llama Viva. Y se dejó seducir…”?
5- ¿Qué quiere decir “se quedó ardiendo, unida para
siempre a la llama que no consume, asume”?
6- Animate a ponerle nombres reales o actuales a los
distintos personajes y elementos del cuento:
Luciérnagas:
El valle oscuro y misterioso:
Luz viva:
Luciérnaga más inteligente:
Luciérnaga corajuda:
Luciérnaga soñadora:
El castillo:
El ventanal:
Estallido de luz:
7- ¿ Se puede relacionar este cuento con el texto bíblico
Ex 3, 1-10? ¿Por qué?
8- ¿Qué te dice el Señor hoy?
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