Cuentan que una vez en la carpintería hubo una extraña
asamblea: fue una reunión de herramientas para arreglar sus diferencias. El
martillo ejerció la presidencia, pero la asamblea le notificó que tenía que
renunciar. ¿La causa? ¡Hacía demasiado ruido! Y, además, se pasaba el tiempo
golpeando.
En eso, entró el carpintero, se puso el delantal e inició su trabajo. Utilizó el martillo, la lija, el metro y el tornillo. Finalmente, la tosca madera inicial se convirtió en un fino mueble.
Cuando la carpintería quedó nuevamente sola, la asamblea
reanudó la deliberación. Fue entonces cuando tomó la palabra el serrucho, y
dijo:
La asamblea encontró entonces que el martillo era fuerte, el tornillo unía y daba fuerza, la lija era especial para afinar y limar asperezas y observaron que el metro era preciso y exacto. Se sintieron entonces un equipo capaz de producir muebles de calidad. Se sintieron orgullosos de sus fortalezas y de trabajar juntos.
Autor desconocido
Reflexionemos
Así pasa en la carpintería de nuestras vidas. Cada uno de nosotros bien puede estar representado por esas herramientas. Todas las personas tenemos fortalezas y debilidades, virtudes y defectos, nadie es perfecto, lo bueno es ser conscientes de lo que somos y tenemos, para potenciar nuestro lado bueno y trabajar por mejorar o quitar nuestras fragilidades, aquello que no ayuda o aporta para la construcción. El carpintero de este cuento es Dios, nos conoce muy bien y sabe para qué sirve cada herramienta, las usa y se goza en el resultado del trabajo que realiza con nuestra ayuda.
Demos gracias a Dios por hacernos tan perfectos, por mirarnos siempre desde nuestras fortalezas y virtudes y hagamos lo mismo con los demás.
Para la revisión personal
1- Con cuál de las herramientas me siento identificado/a?2- Soy consciente de mis virtudes y defectos?
3- Trata de pensar en todo lo bueno que te aportan esas
personas a las que siempre les criticas sus defectos.
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