“Quiero proponer a los educadores que añadan un nuevo
contenido en la enseñanza: la fraternidad. La educación es un acto de amor que
ilumina el camino para que recuperemos el sentido de la fraternidad, para que
no ignoremos a los más vulnerables.
El educador es un testigo que no entrega sus conocimientos
mentales, sino sus convicciones, su compromiso con la vida. Uno que sabe
manejar bien los tres lenguajes: el de la cabeza, el del corazón y el de las
manos, armonizados. Y de ahí la alegría de comunicar. Y ellos serán escuchados
mucho más atentamente y serán creadores de comunidad. ¿Por qué? Porque están sembrando
este testimonio.
Oremos para que los educadores sean testigos creíbles,
enseñando la fraternidad en lugar de la confrontación y ayudando especialmente
a los jóvenes más vulnerables.”
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