La vocación es una herida especial del corazón. Una herida sagrada, destinada a no cicatrizar, para recordar ese bendito día en el que Dios te hizo sentir de manera particular su voluntad y te desveló el fantástico sueño que tenía sobre tí; una herida singular que, a la vez que expresa el sufrimiento y el esfuerzo de la lucha con Dios, manifiesta también la plenitud de gozo y de la plena realización en ÉL.
Amedeo Cencini
Libro: Alguien te llama
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