La experiencia de Dios es común a todo creyente, pero se necesita la fe que permite abrir confiadamente el corazón a Dios para que Él pueda entrar y transformar la vida con su Amor. Esta experiencia de Dios toma base en la experiencia humana, pues antes de creyentes somos personas, con una realidad y valores concretos, que es preciso conocer y trabajar. Está encaminada a potenciar nuestro ser de personas. Ser personas significa ser plenamente humanos, es decir divinos, así como Jesús con su encarnación nos quiso recordar de qué estamos hechos de sentimientos, pensamientos, deseos sueños...y que si bien somos seres limitados por nuestra condición de pecadores, también es cierto que contamos con la gracia de tener a un Dios-Padre que se desvive, se deshace en amor por nosotros sus hijos. En el amor el ser humano busca la experiencia máxima, y ésta solo se alcanza en la medida que entra en contacto con su ser más íntimo: Dios. Él es fuente del ser, del existir y de la vida. Él es la plenitud del ser. Dios"es el que Es" (Ex.3,14). Frente a Él, el corazón del ser humano intuye lo más apetecible o mejor, al Tú más deseable, digno de amor y de una entrega más absoluta y sin límites.
"Vuestro corazón-dirá Francisco Palau a sus dirigidas- dominado por una pasión inmensa, e indomable, da fuertes latidos, desea, apetece, busca y llama a un amado-amante que llene por completo, en cuanto es compatible con la condición humana." Francisco Palau es una de esas personas que ha aceptado la invitación a abrir su corazón y entrar en la relación con este Dios-Amor-Comunión. El experimenta desde muy joven el vacío que dejan las cosas de este mundo: "Que yo era infeliz sin ti... se hacía sentir en el corazón un vacío inmenso: faltabas tú en él y nada podía sustituirle, ni las bellezas materiales podían llenar ni el más pequeño rincón!". Intuye que la felicidad del ser humano, su propio destino estaba más allá de lo material, de las expectativas humanas, su destino siente, estaba inscrito en su propio corazón: "Dios al criar mi corazón, soplo en él, y su soplo fue una ley que le impuso, y esa ley que dice ¡Amarás!. Mi corazón fue fabricado por la mano de Dios para amar y ser amado, y sólo vive de amor."
"Vuestro corazón-dirá Francisco Palau a sus dirigidas- dominado por una pasión inmensa, e indomable, da fuertes latidos, desea, apetece, busca y llama a un amado-amante que llene por completo, en cuanto es compatible con la condición humana." Francisco Palau es una de esas personas que ha aceptado la invitación a abrir su corazón y entrar en la relación con este Dios-Amor-Comunión. El experimenta desde muy joven el vacío que dejan las cosas de este mundo: "Que yo era infeliz sin ti... se hacía sentir en el corazón un vacío inmenso: faltabas tú en él y nada podía sustituirle, ni las bellezas materiales podían llenar ni el más pequeño rincón!". Intuye que la felicidad del ser humano, su propio destino estaba más allá de lo material, de las expectativas humanas, su destino siente, estaba inscrito en su propio corazón: "Dios al criar mi corazón, soplo en él, y su soplo fue una ley que le impuso, y esa ley que dice ¡Amarás!. Mi corazón fue fabricado por la mano de Dios para amar y ser amado, y sólo vive de amor."
Hna Leonor Luisa Heredia Pérez
(Carmelitas Misioneras)
Revista vida espiritual
(Carmelitas Misioneras)
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