Visitando un jardín botánico, uno se queda estupefacto ante la variedad de plantas y flores, y espontáneamente piensa en la fantasía del Creador que ha hecho de la tierra un jardín maravilloso. Un sentimiento análogo nos invade cuando consideramos el espectáculo de la santidad: el mundo nos parece como un "jardín", donde el Espíritu de Dios ha suscitado con fantasía admirable una multitud de santos y santas, de toda edad y condición social, de toda lengua, pueblo y cultura. Cada uno es distinto del otro, con la singularidad de la propia personalidad humana y del propio carisma espiritual.
Fuente: Zenit
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