lunes, 2 de marzo de 2009

Los jóvenes de hoy, ó nuestro modo de mirarlos


«Al ver la zarza que ardía sin consumirse, Moisés pensó: voy a observar ese espectáculo tan extraño.... Moisés... quítate las sandalias, porque el suelo que estás pisando es una tierra santa». (cf. Ex. 3, 1- 6)

Hace ya muchos años que nuestra Iglesia, particularmente en América Latina, consideró la Pastoral Juvenil una prioridad, viendo en la juventud un fecundo y promisorio “campo de misión”. Los que vivimos los años de la “prioridad juventud” gozamos del encanto y la fuerza de los encuentros masivos, las largas e intensas vigilias de Pentecostés, el auge de movimientos y grupos que nucleaban en las parroquias a chicas y muchachos. Hoy el panorama parece haber cambiado significativamente. Desde el interior de muchas de nuestras comunidades e instituciones vamos mirando a las y los jóvenes de hoy, cada vez más, como una “tierra extraña”. Nos cuesta comprender sus opciones y estilos, somos ajenos a su lenguaje, nos chocan sus gustos y valoraciones. Como nos suele ocurrir con todo lo extraño, experimentamos por dentro el impacto negativo de aquello que, por diferente, nos resulta amenazante. Mirando de lejos, como quien desgrana un Rosario, comenzamos a exponer los rasgos de su cultura que los inhabilitan para un genuino discipulado: “los jóvenes son hedonistas, viven el presente, no se comprometen a largo plazo, rechazan las Instituciones, sobrevaloran el cuerpo y las emociones, están heridos y fragmentados”. Mirarlos así hace que esta “tierra extraña” que observamos de lejos nos deje un sabor amargo, a la vez que nos mueve al rechazo o la compasión. Al fin y al cabo, “ellos no son capaces”, por culpa de la cultura en la que están inmersos, de jugarse por los ideales bellos que a otros jóvenes nos cautivaban en otros tiempos. Desde esa perspectiva, la Pastoral Juvenil se parece mucho más a un “intento de rescate” que a un encuentro. La ausencia de los jóvenes en los espacios eclesiales es asumida con una mezcla de nostalgia y escéptica resignación. Muchas veces las chicas y chicos que desean ser activos participantes de la iglesia terminan por “esconder” parte de lo que son y viven, o comienzan a sentirse parte de un grupo de elite y abandonan antes de tiempo sus legítimos ensayos de identidad. En el origen del Pueblo de Israel, en el corazón de su identidad, habita una experiencia conmovedora y fascinante: el encuentro de Moisés y la zarza ardiente... Moisés estaba perplejo por aquel fenómeno tan extraño. Y quizá porque su corazón, herido, desgastado y cansado de la lucha, aún conservaba algún rincón capaz de abrirse a las sorpresas; o quizá porque el desierto y la falta de los lujos y seguridades de otros tiempos en casa del Faraón lo habían vuelto más receptivo, en vez de dejar que aquel fenómeno extraño e incompresible lo paralizara, se acercó a él a observarlo mejor.... (Si querés seguir leyendo, hacé clic en el título)

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