“Sin mí, nada pueden hacer”, dice Jesús. En esta realidad, estuvo fuertemente anclada el alma de Ceferino, dotado de una sensibilidad religiosa típicamente mapuche, transfigurada por el Evangelio. Jesús es una presencia, podríamos decir “tangible” en su experiencia cotidiana. Porque aparece muy claro que, desde que Ceferino comienza a entender el sentido del misterio cristiano, vive, diariamente, “en la presencia de Dios”. Pero, sobre todo, vive muy intensamente la amistad con Jesucristo. Su espíritu de oración es continuo, atento, afectuoso. “Siente” la cercanía de Jesús. Vibra en el encuentro eucarístico, en la misa de todos los días, en la adoración, en las visitas frecuentes. Lo encuentra, también, como el Mediador que lo lleva al encuentro del rostro misericordioso del Padre, al abrazo del perdón en el sacramento de la Reconciliación. Tenía, además, el proverbial sentido del silencio que posee el indígena, y esa capacidad de escucha que es propia de los creyentes que han entendido por dónde pasa la obediencia de la fe.
Fuente: revista "Ceferino Misionero"
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