Lc 15, 1-3. 11-32: Parábola del hijo pródigo
Hace unos años una persona me dijo que no entendía el mensaje de la parábola del Hijo Pródigo. Siempre me quedó dando vueltas en mí esas palabras. Descubrí que en el fondo tampoco comprendía esta parábola.
Ciertas resistencias en mi corazón me apartaban de la imagen de este Padre misericordioso.
Hay tentaciones sutiles que nos impiden sentirnos sostenidos en los brazos misericordiosos de Dios.
La primera de las tentaciones : Creer que la misericordia es debilidad.
¿Cómo funciona esta tentación en nuestro interior? Al escuchar este Evangelio y las actitudes del Padre misericordioso nos salen al cruce todos los esquemas de este mundo.
Al ver que se perdona con tanta facilidad. Pensamos: “Sería necesario un poco más de mano dura; qué lo acepte en la casa bueno pero que le haga fiesta y todo?”
Estos razonamientos nos llevan a pensar que el que tiene misericordia es un débil que no se atreve a hacer valer sus derechos y su persona . Con este veneno dentro de nosotros ¿como desear abandonarse en las manos misericordiosas de Dios si para nosotros son brazos débiles? La tentación nos aleja.
Con firmeza debemos decirnos: Dios manifiesta mayormente su poder en la misericordia. La misericordia no es debilidad, es el poder del Amor que levanta.
Dios es Dios cuando renueva al pecador sacándolo de su nada.
Hay que descubrir que cuando nos abandonamos en el Padre misericordioso lo hacemos en brazos poderosos, llenos de amor. Son brazos que sostienen y levantan del pecado.
La segunda tentación que nos aleja de la experiencia de la misericordia : No reconocernos pecadores perdonados.
Creo que ninguno de nosotros duda de que es un pecador. Tenemos conciencia de nuestras faltas. Pero...a veces nos falta la conciencia de que somos pecadores perdonados.
Sentirnos sólo pecadores, mirando faltas y caídas, mirándonos encierra el peligro del idealismo. Es como un ejercicio de psicológico de introspección. No basta ser consciente del pecado, hay que mirar la misericordia.... (Para seguir leyendo hacé clic en el título)
Ciertas resistencias en mi corazón me apartaban de la imagen de este Padre misericordioso.
Hay tentaciones sutiles que nos impiden sentirnos sostenidos en los brazos misericordiosos de Dios.
La primera de las tentaciones : Creer que la misericordia es debilidad.
¿Cómo funciona esta tentación en nuestro interior? Al escuchar este Evangelio y las actitudes del Padre misericordioso nos salen al cruce todos los esquemas de este mundo.
Al ver que se perdona con tanta facilidad. Pensamos: “Sería necesario un poco más de mano dura; qué lo acepte en la casa bueno pero que le haga fiesta y todo?”
Estos razonamientos nos llevan a pensar que el que tiene misericordia es un débil que no se atreve a hacer valer sus derechos y su persona . Con este veneno dentro de nosotros ¿como desear abandonarse en las manos misericordiosas de Dios si para nosotros son brazos débiles? La tentación nos aleja.
Con firmeza debemos decirnos: Dios manifiesta mayormente su poder en la misericordia. La misericordia no es debilidad, es el poder del Amor que levanta.
Dios es Dios cuando renueva al pecador sacándolo de su nada.
Hay que descubrir que cuando nos abandonamos en el Padre misericordioso lo hacemos en brazos poderosos, llenos de amor. Son brazos que sostienen y levantan del pecado.
La segunda tentación que nos aleja de la experiencia de la misericordia : No reconocernos pecadores perdonados.
Creo que ninguno de nosotros duda de que es un pecador. Tenemos conciencia de nuestras faltas. Pero...a veces nos falta la conciencia de que somos pecadores perdonados.
Sentirnos sólo pecadores, mirando faltas y caídas, mirándonos encierra el peligro del idealismo. Es como un ejercicio de psicológico de introspección. No basta ser consciente del pecado, hay que mirar la misericordia.... (Para seguir leyendo hacé clic en el título)
Pbro Raúl Frega
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