… Animada por el espíritu misionero en su propio interior, la Iglesia doméstica está llamada a ser un signo luminoso de la presencia de Cristo y de su amor incluso para los “alejados”, para las familias que no creen todavía y para las familias cristianas que no viven coherentemente la fe recibida. Está llamada “con su ejemplo y testimonio” a iluminar “a los que buscan la verdad”.(133)
Así como ya al principio del cristianismo Aquila y Priscila se presentaban como una pareja misionera,(134) así también la Iglesia testimonia hoy su incesante novedad y vigor con la presencia de cónyuges y familias cristianas que, al menos durante un cierto período de tiempo, van a tierras de misión a anunciar el Evangelio, sirviendo al hombre por amor de Jesucristo.
Las familias cristianas dan una contribución particular a la causa misionera de la Iglesia, cultivando la vocación misionera en sus propios hijos e hijas(135) y, de manera más general, con una obra educadora que prepare a sus hijos, desde la juventud “para conocer el amor de Dios hacia todos los hombres”. (Familiares Consortio- Juan Pablo II)
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