Hasta las murallas de Ávila debieron temblar aquel 28 de marzo de 1515 cuando de la casa de Don Alonso de Cepeda se escapó el primer llanto de Teresa – a la que con el tiempo llamarían “la andariega”- anunciando al mundo que había llegado.
Nada hacía predecir la vida excepcional que había de llevar aquel rebajoncillo de carne.
No hubo estrellas ni señales maravillosas, fue un parto normal.
Una hija más, fruto del amor del matrimonio de Don Alonso Sánchez de Cepeda y Doña Beatriz de Ahumada. ("Teresa la andariega", Félix L Pulido, Ediciones Sígueme, Salamanca 1981)
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