Les compartimos como hemos vivido este tiempo de cuaresma tan particular para la iglesia en preparación a la Pascua junto a los abuelos y abuelas del hogar. Muchos de ellos nos decían que esta podía ser su última Pascua, pero con la alegría de saber que ya estarán gozando pronto de la Pascua eterna. Aunque sonaban duras sus palabras, eran muy realistas. Emocionados por vivir este tiempo con confianza, en el que se rezaba todos los días el Rosario y el Vía Crucis, los abuelos fueron viviendo una experiencia diferente de encuentro con Dios, su disponibilidad y atención para participar de ellos les daba libertad para expresar sus sentimientos. Acompañaban la oración y los cantos con gran respeto y se animaban a entonarlos con alegría.
Como todos los años, las hermanas preparamos con gran esmero el lugar para este acontecimiento, en el que todos participan y disfrutan recordando lo que se celebra, porque es para ellos significativo.
Así cada día, se vivía en oración fraterna, compartiendo esperanzas y también dolores. La partida de uno de los abuelos a la casa del Padre emocionó a todos y se decía que pronto estaría con Dios, también resucitado. Es que morir en Pascua parece ser el mejor instante en la vida del hombre, porque se tiene la certeza de que Dios está más cerca todavía de quienes ya dejaron todo en la tierra para ir a su encuentro.
El día viernes santo, participamos del Vía Crucis organizado en la parroquia, saliendo desde las distintas capillas en columnas que se encontraron frente al hogar, donde se preparó la 10º estación para juntos caminar acompañando a Jesús en sus últimos pasos. Algunos abuelos pudieron participar, la emoción se manifestaba en sus rostros, dejando ostensible su sentir profundo de respeto y a la vez agradecimiento a Dios por la entrega de su Hijo.
El domingo de Resurrección, fue una gran fiesta vivida en comunión, acompañados por un sacerdote del convento de los P. Benedictinos de Los Toldos P. Rodolfo, se hizo sentir por todo el hogar el clima intenso, de alegría y paz. Ya no sólo se expresaban los sentimientos sino que se compartían saludos, abrazos y felicitaciones con todos los que participaron de la celebración, Dios se manifestaba en cada hermano.
Este fue un verdadero día de gracia, la alegría de sentir la presencia Viva del Resucitado, colmó cada corazón que latía al ritmo del amor de Dios que se hacía presente en todo momento. Podríamos decir que la tierra se vistió del cielo y llenos de confianza se dejo que el Espíritu Santo inundara con su calor a todos. Agradecidos porque una vez más, Dios nos muestra su inmenso amor, deseamos que la luz del Resucitado llegue a todos los hermanos, y colme nuestras almas con su misericordia.
Con alegría saludamos desde el hogar a todos. Que Dios les bendiga.
Cdad. San Vicente de Paul. –Bragado-
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