sábado, 10 de septiembre de 2011

COMENTARIO AL EVANGELIO DE ESTE DOMINGO XXIV (11 de septiembre)


El evangelio de este domingo es el final del cap 18, el discurso de la comunidad, del que leíamos otro fragmento el pasado domingo.Pedro pregunta, en efecto, cuántas veces tendrá que perdonar a "mi hermano", que es la designación propia de los que compartían la misma fe en Jesús. Así, el texto quiere señalar que, si la comunidad tiene como objetivo ser el modelo del estilo de vida que Dios quiere para todos los hombres, el espíritu de perdón mutuo tiene que ser constante, sin condiciones. Y la dureza de la parábola que ilustra la respuesta a la pregunta de Pedro es hoy, para nosotros, un fuerte toque de atención ante el peligro de acostumbrarnos demasiado a ser cristianos y a pensar que nuestro cristianismo no nos exige más que lo que ya hacemos: ser cristianos nos exige perdonar siempre, por difícil que sea; y si no queremos dar ese perdón, Dios no nos puede admitir.
Si repasamos las narraciones evangélicas, nos daremos cuenta de que esta actitud de perdón aparece a menudo como una de las actitudes que determinan si realmente se ha cruzado el umbral del seguimiento de Jesús o no se ha cruzado aún. La llamada al perdón de los enemigos, o la petición del perdón en el padrenuestro (es el único momento del padrenuestro en el que nosotros nos comprometemos a algo), son muy ilustrativos en este sentido.


Si el ser cristiano, pues, comporta, la actitud del perdón constante, resulta muy evidente que la comunidad cristiana debe ser un lugar modélico en este sentido. Y se podría decir que, según los criterios del evangelio, si dentro de la comunidad cristiana sus miembros no son capaces de tener ese espíritu de perdón mutuo, significa que poco cristianismo verdadero debe haber ahí.
Hoy no habría que temer "poner el dedo en la llaga". Invitándonos mutuamente a repasar, e incluso -al volver a casa- escribir, con qué personas concretas mantenemos enemistades, pequeñas o grandes. Y ver qué hacemos, y qué estamos dispuestos a hacer, para superarlas. Si las enemistades son por nuestra culpa, lo que hay que hacer es muy claro. Pero si consideramos que son "por culpa del otro", entonces ahí se verá si tenemos verdaderas ganas de ser cristianos. Porque el cristiano no espera que el otro pida perdón, ni exige reparaciones: el cristiano, simplemente, "perdona de corazón", como dice la última frase del evangelio de hoy.
Habría que desenmascarar los múltiples subterfugios con los que nos evitamos el perdonar (desde la rotundidad del convencimiento de que la culpa es del otro hasta inconfesados deseos de ver al otro humillado, pasando por aquello de que "ha pasado junto a mí y no me ha saludado"), e invitar a convencernos todos de que o nos decidimos a romper esas actitudes o poco cristianos seremos.
Sin duda que hay ocasiones en las que los lazos están rotos y por esfuerzos que se hagan no hay forma de recomponerlos: pero los esfuerzos hay que hacerlos. Y sin duda también que en las relaciones humanas hay momentos muy complejos en los que resulta más sano no pretender grandes y solemnes reconciliaciones: pero la mano tendida debe estar ahí siempre dispuesta.
Todo ello nos puede llevar también a ver cómo tratamos a los demás en el secreto de nuestro corazón: si nos sentimos los únicos buenos, si tenemos aversiones personales insuperables, si pensamos que nadie nos quiere bien... el evangelio invita también a limpiar el corazón, porque lo que llevamos en el corazón es lo que sale afuera.
Y todo ello, habrá que concretarse también (delicada y discretamente, eso sí) en la situación en la que se encuentre la parroquia: si, por los motivos que sean, dentro de la parroquia se han creado tensiones y bandos, habrá que hacer todo lo posible por superarlo. Jesús lo pide.
Como telón de fondo, y como modelo y estímulo, hoy debemos contemplar el perdón que Dios nos da. Y hacemos la penetrante reflexión que ponen ante nuestros ojos tanto la primera lectura como el evangelio: ¿cómo podríamos esperar el perdón de Dios, que tanto necesitamos, si no fuésemos capaces nosotros de perdonar al hermano? Porque en nuestra relación con Dios, no caben dudas sobre "de quién es la culpa? ¡Cuánta distancia entre nuestra manera de actuar y el proyecto de Dios sobre nosotros! Y cuánta distancia entre el amor que él ha derramado sobre nosotros y el amor con que nosotros le correspondemos...
Y podemos contemplar y dejarnos penetrar del salmo responsorial, que ve el tema desde la perspectiva inversa: Dios nos perdona siempre, Dios no "guarda rencor". ¡Cómo podríamos nosotros no perdonar!

(Fuente: lecturadeldia.com)

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

DEJANOS TU COMENTARIO

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...