
Precisamente, su lucha contra los demonios fue una lucha
contra las ideologías instaladas en las sinagogas, que buscaban un mesías
glorioso, un militar implacable, un reformador religioso. Jesús nunca se
identificó con estos propósitos. Por esta razón, conmina a los “espíritus
inmundos” o ideologías opresoras a guardar silencio y a no tratar de seducirlo
con falsas aclamaciones y reconocimientos.
El pueblo sencillo reconocía esta lucha contra el formalismo
de la ley la ideología que la sustentaba. La propuesta de Jesús los liberaba de
la pesada carga moral, económica y cultural que suponía cumplir los más de seis
mil preceptos que estaban vigentes para regular todos los aspectos de la vida
personal y comunitaria. Mucha gente se preguntaba: ¿no será este hombre el
nuevo legislador? ¿No será el hombre prometido como reemplazo del profeta Moisés?
¿No será la propuesta de Jesús, el Reinado de Dios, la “nueva Ley?” ¿Por qué
sus acciones liberadoras y su lucha contra el mal es tan eficaz?
Hoy debemos preguntarnos: ¿hemos seguido la propuesta deJesús de que cada ser humano tenga un valor inalienable? ¿Creemos que nuestra
tarea, como anunciadores de la buena nueva, es ayudar a todos los seres humanos
a liberarse de las trabas que nos les permiten crecer con libertad y
espontaneidad? ¿Tiene carácter normativo la Buena Nueva de Jesús, o la tomamos
a la ligera como las noticias de cada día?
Para la revisión de vida
La palabra
de Jesús fue siempre una palabra autorizada, llena de verdad y de vida; por eso
expulsaba demonios y liberaba a los oprimidos por el mal. ¿Somos verdaderos
discípulos de nuestro Maestro? ¿Es nuestra palabra, como la suya, una palabra
autorizada y eficaz, que engendra libertad, justicia, paz, esperanza, amor y
vida a los hermanos más necesitados?
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