Is 43,18-19.21-22.24b-25: Por mi cuenta borraba tus crímenes
Salmo 40: Sáname, Señor, porque he pecado contra ti
2 Cor 1,18-22: Jesús se ha convertido en un "sí"
Mc 2,1-12: El Hijo del hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados
Salmo 40: Sáname, Señor, porque he pecado contra ti
2 Cor 1,18-22: Jesús se ha convertido en un "sí"
Mc 2,1-12: El Hijo del hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados
En la primera lectura del «segundo Isaías», Yahvé se dirige a su pueblo
y le reprocha no recordar ni caer en la cuenta del pasado.
No sólo han olvidado su historia sino que no han reflexionado sobre la presencia permanente de
Dios en ella. Tampoco son capaces de reconocer su actuación histórica presente.
¿No lo reconocen? Ese olvido se manifiesta en una vida de iniquidad y pecado, que ha cansado a
Dios, quien ha permanecido fiel en una actitud de perdón.
El profeta evidencia la inconsciencia del Pueblo, e impele a reconocer al
Dios fiel en los acontecimientos de su vida.
Pablo, en su segunda carta a
los Corintios recalca esta fidelidad de Dios manifestada en
la persona de Jesús, en cuyos actos y palabras no hubo doblez ni
ambigüedad. En Jesús Dios mostró su total coherencia: él es el
«sí» de Dios a la Humanidad. Esto exige de los cristianos la misma coherencia y honestidad.
La actitud de Dios firme y constante, llena de confianza,
un “Amén” que implica una aceptación de esa acción de
Dios expresada en el proyecto de Jesús. Por su
parte Dios, en Cristo, conforta a la comunidad creyente, unge, marca, sella y
da “en arras” el Espíritu como signo de la total pertenencia del cristiano a
Dios, en una unidad que ha de expresarse en actitudes y palabras coherentes a ejemplo de Jesús.
El evangelio de Marcos nos descubre esa coherencia de Jesús. Regresa a Cafarnaum y corre la voz de que está en
casa, y la gente se agolpa en la puerta. Las casas de aquellas poblaciones contaban con
patios comunes, de modo que una buena cantidad de
personas podía agruparse a las entradas de las casas.
Él se pone a enseñar, pero sobreviene una interrupción: cuatro hombres han traído a
un paralítico y al no encontrar paso han subido y han abierto un agujero porel techo, por donde lo descuelgan. Detengámonos un poco en ellos.
El primero está impedido: su enfermedad le obliga a depender totalmente de
los demás. Por estar enfermo seguramente es rechazado,
y es tenido por impuro y pecador. Los hombres que lo traen han sido arriesgados al ponerlo en medio de
la multitud.Es la ocasión precisa para poner a prueba la coherencia de Jesús.
Jesús parte de la relación cultural existente entre pecado-castigo y enfermedad:
“Tus pecados te son perdonados”. La liberación de
la culpa está directamente relacionada con la recuperación de
la salud. Los escribas presentes, reaccionan: la sociedad judía estaba estructurada sobre la
base de la exclusión; no parecíahaber posibilidad de cambio, ni alternativa para los excluidos,
salvo una exigente carga de tributos y ritos de purificación que en su gran mayoría les resultabaimposible cumplir. Jesús rescata a
la persona misma, el poder oculto y real de aquel hombre
de levantarse por sí mismo, de superar la parálisis en
la que la culpa y el rechazo social lo habían sumido. Él revive,
se hace dueño de sí al levantar por sí mismo la camilla en
la que antes yacía, y regresa a casa con nueva vida.
Como el domingo pasado, estamos ante esa unidad de palabra y acción,
de teoría y práctica, de decir y hacer. Como solemos decir,
«no hay nada más práctico que una buena teoría», y «nunca se
ha entendido del todo una teoría, hasta que no
se ha experimentado y dominado su práctica». Jesús es maestro
de esa unidad. Y sus discípulos también lo hemos de
ser. Tenemos un mensaje de salvación que hay que anunciar, pero que también hay que «realizar», aunque sea
con gestos simbólicos. La Utopía, («¡el Reino!») no sólo debe ser anunciado (hablado, dicho, comunicado, informado, pensado, teorizado), sino construido (hecho,realizado, implantado, promovido, luchado).
La Buena Noticia no sólo tiene que ser anunciada-explicada, sino mostrada-evidenciada, primero en nuestra propiavida, también en
la comunidad y, hasta donde nos dejen, en la sociedad.
Para la revisión de vida
En qué momentos de mi vida he experimentado la fidelidad de Dios?
¿En qué momentos he sentido la falta de coherencia entre mi fe, mis palabras y mis acciones?
¿En qué situaciones he puesto las leyes por encima de la vida de las personas?
(Fuente: lecturadeldia.com)
En qué momentos de mi vida he experimentado la fidelidad de Dios?
¿En qué momentos he sentido la falta de coherencia entre mi fe, mis palabras y mis acciones?
¿En qué situaciones he puesto las leyes por encima de la vida de las personas?
(Fuente: lecturadeldia.com)
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