Al final de una cena en
un castillo inglés, un famoso actor de teatro entretenía a los huéspedes
declamando textos de Shakespeare.
Después se ofreció a
que le pidieran alguna pieza extra. Un tímido sacerdote preguntó al actor si
conocía el salmo 22.
El actor respondió:
‘Sí, lo conozco, pero estoy dispuesto a recitarlo con una condición; que
después lo recite usted’.
El sacerdote se sintió
incómodo, pero accedió.
El actor hizo una
bellísima interpretación, con una dicción perfecta: ‘El Señor es mi Pastor,
nada me falta…’
Al final, los huéspedes aplaudieron vivamente.
Llegó el turno al
sacerdote, que se levantó y, tras un momento de silencio y cerrando los ojos,
recitó lentamente las mismas palabras del Salmo. Esta vez, cuando terminó, no
hubo aplausos, sólo un profundo silencio y el inicio de lágrimas en algún
rostro.
Padre Marcelo Rossi de Brasil, llena estadios con sus prédicas |
El actor se mantuvo en
silencio unos instantes, después se levantó y dijo: ‘Señoras y señores, espero
que se hayan dado cuenta de lo que ha sucedido esta noche: yo conocía el Salmo,
pero este hombre conoce al Pastor”.
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