viernes, 13 de julio de 2012

Comentario Lecturas Domingo XV, Tiempo Ordinario (15 de Julio 2012)



Am 7,12-15: Ve y profetiza a mi pueblo
Salmo responsorial 84: Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación
Ef 1,3-14: Nos eligió en la persona de Cristo, antes de Crear el mundo
Mc 6, 7-13:  Los fue enviando de dos en dos

Iniciamos hoy la lectura de la carta a los Efesios. Escucharemos los fragmentos más significativos durante siete domingos (esto es, hasta finales de agosto). Hoy se trata de uno que, ciertamente, debemos destacar. El himno de alabanza a Dios por la obra realizada en Jesucristo. Con él se abre prácticamente la carta, después de las palabras de saludo del apóstol. Se trata de un texto que, no es necesario recordarlo, tiene tal importancia que no ha de pasar desapercibido en la predicación. Se trata de un texto destacado en la celebración del Año jubilar. Juan Pablo II lo cita en el primer párrafo de la Bula del Jubileo, diciendo que hemos de sentir "el deber" de hacernos nuestro este canto de alabanza ante la contemplación del misterio de la encarnación y redención de Cristo a los que el Jubileo nos invita. Y después de citar explícitamente dos fragmentos del himno, acaba diciendo: "De estas palabras se deduce evidentemente que la historia de la salvación tiene en Cristo su punto culminante y su significado supremo. En él todos hemos recibido "gracia sobre gracia" (Jn 1,16), alcanzando la reconciliación con el Padre (cf. Rm 5,10; 2Co 5,18).

                              
La llamada a evangelizar.

La llamada de Dios a Amós, la llamada de Jesús a los Doce, y el propio ejemplo de Pablo que habla en la segunda lectura, no son casos excepcionales, propios de un sector de los cristianos (curas y obispos, por ejemplo). Curas y obispos realizan su tarea evangelizadora de un modo más institucional, más "profesional", por así decirlo. Pero la llamada es para todos. En este sentido, el ejemplo de Amós en la primera lectura, es significativo: él no es un profesional de la profecía, vinculado a tal o cual santuario, sino que es un individuo normal, un pastor y campesino que se siente llamado a dar a conocer a su pueblo la llamada de Dios. Y como él, todo cristiano ha sido llamado a esto: a coger el bastón y las sandalias, a ir por el mundo sacando demonios e invitando a cambiar el corazón. Y en cada época y en cada situación deberá verse qué es lo que esto significa.

En nuestra situación, en una sociedad que ya no es cristiana (que es "país de misión"), significa ante todo que la Iglesia no puede sentirse satisfecha teniendo mucha gente enrolada en consejos parroquiales, organizaciones, catequesis... como si el ideal fuera esto: que los cristianos se pasaran muchas horas en el interior de la iglesia, de manera que la iglesia se convierta en una especie de club que encierre y tranquilice a la gente. Las organizaciones de iglesia serán válidas si sirven para esto: para que los cristianos sean en el mundo verdaderos testigos de la fe.

Y significa, en segundo lugar, que la Iglesia como tal debe presentarse ante el mundo como un verdadero testigo transparente del amor de Dios. Con frecuencia la Iglesia aparece ante la gente normal más preocupada por tutelar las propias instituciones (por ejemplo, en determinadas defensas que se hacen de las escuelas católicas) o por sostener extrañas y quizás poco justificables normas morales (por ejemplo, con respecto a los anticonceptivos), que por hacerse solidaria de los anhelos y preocupaciones de los hombres para llevarles la Buena Nueva que JC le encargó comunicar.

SEGUNDO ASPECTO: QUÉ SIGNIFICA EVANGELIZAR

Evangelizar significa dar a conocer que Dios "nos ha destinado en la Pascua de Cristo -por pura iniciativa suya- a ser sus hijos" y que ha querido "recapitular en Cristo todas las cosas del cielo y de la tierra", como dice la segunda lectura. Es anunciar que hay que ponerse en camino, en el camino de JC, que significa creer en él y querer actuar como él.

Y para realizar esto, debe sentirse, de entrada, estos anhelos más profundos y caminar con la otra gente que también se esfuerza por realizarlos: anhelos de una vida más digna, de una mejor comunicación entre las personas, de una riqueza mejor repartida, de una convivencia más agradable... Si uno lucha por todo esto (como los apóstoles, que sacaban demonios y curaban enfermedades) empieza ya a realizar esta "recapitulación en Cristo de todas las cosas" y puede convertirse en testigo creíble de la vida plena de hijos de Dios que esperamos.

Y aún podríamos añadir una última cosa: para realizar esto hay un medio muy importante que es el de estar en comunión con los demás cristianos y ayudarse a vivir mejor este testimonio. Es muy importante poder tener alguna clase de grupo (puede haberlos de muchas clases) en donde profundizar la propia fe, compartirla, y ver qué testimonio de ella damos en el mundo.

TERCER ASPECTO: EL ESTILO DEL EVANGELIZADOR

La "no profesionalidad" de Amós, y sobre todo la misión de los Doce que deben partir sin llevar "ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja, ni una túnica de repuesto" muestra un aspecto importante de la tarea evangelizadora: se es testigo de la propia fe, no para sacar de ello alguna ventaja, sino porque uno se siente vitalmente empujado a ello. Y este estilo libre e independiente es decisivo para la limpieza del mensaje (como unos acogedores de novios, que alguna vez éstos les habían preguntado cuánto cobraban por su servicio, y habían quedado asombrados al saber que no cobraban nada. y esto había sido más importante que mil discursos).

Y esto se aplica también a las instituciones eclesiales y a la propia Iglesia: la misión profética y evangelizadora de los cristianos y de la iglesia será limpia si aparece liberada de toda clase de poder de este mundo.

Para la revisión de vida
Jesús siempre llamó a la conversión, no entendiendo ésta cómo una cuestión meramente moral, sino como la transformación de nuestra manera de entender y vivir la vida; convertirse no es tanto cambiar algunas cosas que hacemos cuanto dejar de vivir la vida sin esperanza, sin confianza en la realidad de la presencia del Reino ya entre nosotros. ¿Cómo entiendo yo la conversión a la que me llama Jesús? ¿De qué tengo que convertirme?

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