¡Jesús, Vos tenés Palabras de Vida eterna! |
Jos
24,1-2a.15-17.18b: Nosotros serviremos al Señor: ¡él es nuestro Dios!
Salmo responsorial
33: ¡Gusten y vean qué bueno es el Señor!
Ef 5,21-32: Es
símbolo es magnífico, y yo lo aplico a Cristo y a la Iglesia
Jn 6,60-69: ¿A
quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna
Josué organiza la gran asamblea de Siquem, como la reunión
constitutiva del pueblo de las tribus. Es el punto de partida de un movimiento
nuevo que arranca del Éxodo. El pueblo debe aceptar su nueva identidad
teológica, social, cultural. Es fundamental identificar al Dios del Éxodo: el
que ve la opresión del pueblo, el que oye el griterío de dolor y conoce sus
sufrimientos, el que está decidido a bajar para librarlo del poder de los
opresores (Ex 3,7-8). El Dios de sus Padres, el Dios de la Historia.
Las tribus proceden de diferentes orígenes culturales,
religiosos, étnicos, pero ahora se aglutinan, gracias a la fe en este Dios del
éxodo, en un solo pueblo: Israel. Es la teología, la fe en Yahvé y no la sangre
quien los
compacta para una alianza tribal.
El corazón de esta alianza tribal es la fe común en este
Dios de los pobres. Pero supone también, identificar a los dioses »extraños» a
los dioses cananeos y egipcios, imágenes corrompidas de Dios, que generan
esclavitud y muerte: un sistema de impuestos, una vida de esclavos, una
religión opresora. Cambiar esos dioses por el Dios del Éxodo, fundando una
sociedad de leyes para la vida, de reparto de la tierra, de culto nuevo basado
en la pascua es el tema central de esta gran asamblea de Josué en Siquem.
Las tribus de Israel hacen un pacto de amor con este Dios de
los pobres. Unos desposorios, como nos insinúa la carta a los Efesios. «Una
Iglesia dócil al Mesías» «para hacerla radiante, sin mancha, ni arruga, ni nada
parecido».
Las palabras de Jesús chocan con la mentalidad vigente. Hace
veinte siglos parecía inadmisible que una persona pudiera comunicar un mensaje
tan exigente y tan liberador. Hoy, seguimos en el mismo plan: tratamos de
endulzar las palabras de Jesús para que no hieran nuestros prejuicios. Con
frecuencia queremos convertir la palabra de Jesús en el ejercicio de un
conjunto de ritos. Pero, la palabra de Jesús nos desestabiliza, nos desquicia y
nos lleva a cuestionar la vida diaria. A veces, incluso, decimos como los
discípulos. «Este modo de hablar es inaceptable, ¿quién puede hacerle caso? No
obstante, si queremos seguir a Jesús, la única respuesta posible es un «sí»
rotundo, un «amén» decidido y generoso. Queremos seguirlo y queremos ser como
él. No deseamos contentarnos con los laureles que nos ofrece el mundo, sino que
anhelamos caminar con el Nazareno la difícil y tortuosa vía del pueblo de Dios
en la historia.
Ahora, muy pocos se atreven a criticar a Jesús de Nazaret,
pero esto no significa que estén de acuerdo con él. Muchas personas hace tiempo
que se «echaron para atrás» y cogieron su propio camino, solamente que se
contentan con llevar en su memoria el recuerdo de un bautismo sociológico y el
aval de las ceremonias religiosas. Pero, para aquellos que anhelamos escuchar
la voz del Maestro, no existe otra respuesta que la de Pedro ante el desafío de
Jesús: «¿Señor, a quién iremos?, sólo tú tienes palabras de vida eterna».
¡Qué útil sería examinar nuestras eucaristías! ¿Generan un
«movimiento de Jesús» en dirección hacia la Utopía solidaria de lo que Él
llamaba Reino? ¿Van cambiando nuestro modo de pensar y actuar? ¿Nos hacen
capaces de identificar las otras presencias del Dios entre los desheredados de
la vida? El mismo Jesús, en cuya boca Juan puso estas palabras: «Yo soy el Pan
de Vida», según Mateo también dijo: «tuve hambre y me diste de comer, cada vez
que lo hicieron con mis hermanos más pequeños, era conmigo mismo con quien lo
estaban haciendo» (Mt 25,35).
Para la revisión de
vida
La nuestra es una fe encarnada, que nos hace descubrir a
Dios no en un cielo que no sabemos bien dónde está, sino en la tierra, en la
historia, en la vida de las personas; de la misma forma se ha encarnado en los
ritos cultuales, aun con el peligro de que identifiquemos la fe con esos ritos.
Yo, ¿encuentro realmente a Dios en la vida diaria, o mi fe me sólo me deja
pensar «en otra vida»? ¿Vivo según el Espíritu que da vida, o según la letra
que cumple, pero no da vida?
(Fuente: lecturadeldía.org)
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