El papel de
un capítulo general en el proceso de re-fundación de un Instituto religioso
Cada Instituto religioso vive el Evangelio según un carisma
determinado, que, en principio y generalmente, ha sido el carisma de un
fundador o fundadora recibido y asumido por ese grupo de discípulos que
formaran la primera comunidad. Dicho carisma ha venido siendo re-interpretado
sin cesar a través de los años, incluso de los siglos, en función de las nuevas
necesidades de la Iglesia y de la sociedad, as' como de las nuevas situaciones
culturales. En ese carisma inicial, como en su fundamento, se basa todo el
Instituto. Todo esfuerzo de renovación no viene a ser sino un retorno a tal
Al urgir a todos los Institutos religiosos su labor de
renovación, el Vaticano II apuntaba ya la secular institución del capítulo
general como el más privilegiado instrumento para llevarla a cabo. A través de
un Capítulo general es como asume nuevamente un instituto su carisma
fundacional, haciendo de él una relectura en función del contexto eclesial y
cultural de hoy y adoptando las más oportunas o necesarias decisiones para su
renovada inserción en el entramado humano y eclesial contemporáneo.
El capítulo
general como acontecimiento eclesial
Más que simplemente dado, un carisma es algo que se le ha
confiado a alguien. No pertenece a la persona o grupo que lo reciben, sino a la
Iglesia. Vale, exactamente, para el carisma de un Instituto religioso. Sin
dejar de ser algo propiamente suyo, no lo es en propiedad exclusiva. Pertenece
también, por su misma naturaleza, al pueblo entero de Dios, y no solamente a
esos cientos o miles de miembros que forman actualmente el Instituto. Son ellos
sus custodios, no sus propietarios. Es el pueblo de Dios, en su conjunto, el
que tiene su derecho, y hasta su deber, de vigilancia sobre esta parte de su
patrimonio: derecho y deber que ejerce la jerarquía eclesiástica en nombre de
dicho pueblo de Dios, sobre todo a través de la aprobación de las
Constituciones de cada Instituto.
El Capítulo de un Instituto no es, pues, un asunto privado
que solamente afectara a los miembros de tal o cual Instituto. Se trata de un
acontecimiento eclesial que interesa a toda la comunidad cristiana. Normal es,
pues, que ella se interese y se preocupe por sus orientaciones. Para un
Instituto no deja de ser una privilegiada oportunidad para la toma de
conciencia nueva de sus vínculos con la Iglesia, cuya misión desempeña dentro
de un sector determinado, y con el mundo al que por Cristo ha sido enviado.
Pueden los cristianos reunirse para vivir juntos o como
grupo su vida cristiana con toda libertad y sin necesidad de reconocimiento
jurídico ninguno. Pero desde el momento en que aspiran a ser reconocidos por la
Iglesia como Instituto religioso, aceptan reconocerse custodios de un carisma
eclesial. Cuando tal grupo está formado por una comunidad de comunidades, y no
sólo por una comunidad local, es decir, como Congregación u Orden, es ya dicho
conjunto el que tiene desde entonces la responsabilidad de discernir
colegialmente la voluntad de Dios sobre él. El Capítulo general es todo un
tiempo fuerte de tal discernimiento.
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