LA PALABRA ILUMINA EL PROYECTO DE VIDA: LUZ PARA SEGUIR EL CAMINO
La “luz” en la Biblia también es
imagen de vida. ¿Recordás que la primera realidad que viene a la existencia en
el maravilloso poema de la creación es la luz? La luz genera Vida (Gn 1, 3).
Jesús mismo fue comparado con esa Luz: “En él estaba la vida, y la vida era luz de
la humanidad. Esta luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no han podido
apagarla” (Jn 1, 4-5).
Luego el mismo, como Palabra
encarnada nos va a invitar a caminar bajo su Luz: “Yo soy la Luz del mundo; el que
me sigue, tendrá la luz de la vida, y nunca andará en la oscuridad” (Jn
8, 12), por que “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Solamente por mi se puede
llegar al Padre” (Jn 14, 6).
Para que descubramos un poco más el
alcance que tiene esta propuesta de Jesús, observemos cuidadosamente lo que
dice la oración del Salmo 119, 1-3:
“Felices los que se conducen sin
tacha
y siguen la enseñanza del Señor.
Felices los que atienden sus
mandatos
y lo buscan de todo corazón,
los que no hacen nada malo,
los que siguen el camino del
Señor.”
El aprendizaje de la Palabra del
Señor se traduce en un “seguir el camino del Señor”. Aquí el termino “camino”
describe una dinámica de vida y es una
manera de referirse al proyecto de vida, al hacer historia mediante las opciones
éticas que cada uno va tomando. El texto dice al principio que “se conducen sin
tacha”, es decir en la integridad de vida.
Se delínea un itinerario de
crecimiento personal que estructura la existencia y la hace un proyecto
concreto que se configura a partir de las orientaciones que da el Señor. Dios
aparece aquí como un “papá-maestro” que no solo da vida biológica sino también
vida-proyecto que permite su realización plena, con solidez y durabilidad.
La imagen inicial de “camino” no se
agota en este salmo. En el Nuevo Testamento los cristianos serán llamados “los
que seguían el nuevo camino” (Hch 9,29) y el “Camino” por excelencia es
Jesús (Jn 14, 5).
Pensemos lo que implica esto… Mirá
lo que sucede en este versículo: “Felices los que atienden a sus mandatos y
lo buscan de corazón” (Sal 119, 2). Aprendemos de la Palabra que se
aprende no sólo “oyéndola” sino ante todo “practicándola”.
Se trata ante todo de “retener”, de
“arraigar” la propuesta de Dios. Esto es posible gracias a una fuerte decisión
que nace del “corazón”, es decir de la conciencia y del amor; y que se
tranforma enseguida en una “búsqueda” continua, con todo el
ser.
La vivencia de la Palabra no es
solamente una aplicación formal de mandamientos sino mucho más…UNA BÚSQUEDA DE
DIOS “CON
TODO EL CORAZÓN”…Es un ejercicio de Amor.
(Fuente: “Manual de Lectio Divina para jóvenes)
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