La fe es un don gratuito que Dios
hace al hombre. Este don inestimable podemos perderlo; san Pablo advierte de
ello a Timoteo “Combate el buen combate,
conservando la fe y la conciencia recta; algunos por haberla rechazado,
naufragaron en la fe” (1 Tm 1, 18-19). Para vivir, crecer y perseverar
hasta el fin en la fe debemos alimentarla con la Palabra de Dios, debemos pedir
al Señor que la aumente, debe “actuar por la caridad” (Ga 5, 6; St 2, 14-26),
ser sostenida por la esperanza y estar enraízada en la fe de la Iglesia.
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