El nombre de Jesús es un medio
concreto y eficaz para transformar a las personas en su realidad más íntima, última
y oculta. Llevando el nombre de Jesús en el corazón y en los labios nos
deberíamos acercar a todos los hombres –en la calle, en el negocio, en el
despacho, en la fábrica, en el autobús, en las colas de espera-, pero
especialmente a aquellos que nos son molestos y antipáticos. Sobre todos ellos
deberíamos pronunciar el nombre de Jesús, porque éste es su verdadero nombre.
Llámalos con su nombre, llámalos
en su nombre, con espíritu de adoración, de afecto y de servicio. Honra y sirve
en ellos a Cristo. En muchos de estos hombres y mujeres –los malos y
criminales- está Jesús, cómo si dijéramos, encarcelado. Libéralo en cuanto que
tú, en silencio, lo reconoces y lo adoras en ellos. Si nosotros caminamos por
el mundo con esta nueva disposición, pronunciamos el nombre de Jesús sobre toda
persona y “vemos” en toda persona a Jesús, todos aparecerán ante nuestros ojos
transformados y transfigurados.
(Fuente: “La oración de
Jesús” E. Jungclausen)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
DEJANOS TU COMENTARIO