viernes, 15 de febrero de 2013

LAS TENTACIONES DE JESÚS Y LAS NUESTRAS (Reflexión del evangelio del Domingo 17 de febrero)

Por Pedro Juan Díaz

1.- La Cuaresma siempre es una invitación especial al cambio, a cambiar a mejor, como veíamos el miércoles de ceniza. Es lo que queremos expresar cuando decimos la palabra “conversión”. Está claro que no podemos hacer ninguna conversión sin fe, es decir, sin apoyarnos en la Palabra de Dios y en el estilo de vida que Jesús nos ofrece. Por eso hablábamos el miércoles de ceniza de la importancia de vivir el ayuno, solidariamente con los que pasan hambre, de intensificar nuestros momentos de oración y de trato con Jesús en este tiempo, y de ser más generosos y compartir más en lo que se refiere al uso de nuestro dinero. En el fondo, se trata de adquirir unos valores y un estilo de vida que nos lleve a construir un proyecto de vida al estilo de Jesús para, de esta manera, poder hacer un mundo, una sociedad y una iglesia mejores, más parecidos a lo que Dios quiere. Y todo esto vivirlo en nuestras familias, en el trabajo, entre los amigos, y en todos los ambientes en los que nos movemos.

2.- Pero no todo es tan bonito como parece, ¿verdad? De repente aparecen esos días malos en que se nos presentan todo tipo de tentaciones: tentación de aprovecharnos de los demás, tentación de utilizar las cosas de manera posesiva y no agradecida, tentación de empavonarnos y de abusar de nuestro poder, tentaciones egoístas, individualistas, insolidarias… Desgraciadamente, muchas veces caemos en estas y otras tentaciones y entonces creamos situaciones de sufrimiento y
deshumanización en la sociedad actual o dentro de nuestra casa. A eso es a lo que llamamos el pecado personal o el pecado estructural o social.

3.- Jesús también sufrió las tentaciones. Como persona humana que era, tuvo que ir discerniendo y escogiendo su estilo de vida, como vivir su condición de Hijo de Dios, cómo realizar en el día a día su vocación de Mesías… Pero con la diferencia de que Él no cedió ante la tentación, sino que la venció, para darnos a nosotros la enseñanza de que, apoyados en Él, nosotros también podemos vencerlas. Jesús afrontó, como toda persona, las grandes cuestiones de la vida. En el evangelio, vemos resumidas esas cuestiones en tres tentaciones: la tentación del materialismo, la tentación del poder y la tentación de utilizar a Dios.

4.- La tentación del materialismo está presente todos los días en nuestra vida, fundamentalmente por los medios de comunicación. Y siempre aparece muy bien camuflada, de tal manera que nos hacen creer que TENIENDO tal o cual cosa conseguiremos SER felices y estar a la última. Pero es el pez que se muerde la cola, porque siempre aparece algo superior que nos promete felicidad pero que nunca llega a dárnosla. Y seguimos cayendo en la tentación de poner nuestra felicidad en el TENER y no en el SER. Jesús decía que los dichosos, los felices, los bienaventurados, serían los pobres, los que fueran capaces de liberarse de la esclavitud de lo material.

5.- La tentación del PODER también la podemos ver todos los días en las noticias, cuando encontramos a gente que ha sido “pisada” por un sistema en el que “hay que subir más alto a cualquier precio”, incluso a costa de arruinar la vida de los que están a nuestro alrededor. Cuántas veces hemos escuchado que el poder acaba corrompiendo a las personas cuando este se utiliza para el beneficio personal y no para el servicio al bien común. Pero no hace falta que hablemos de grandes poderosos, cada uno de nosotros tenemos parcelas de poder en nuestra vida cotidiana, en nuestra familia, en el trabajo, y podemos ser verdaderos tiranos si nos dejamos llevar por esta tentación. Jesús nos habló de que ser el primero significaba SERVIR más que nadie, estar atento a las necesidades de los demás con mayor empeño, y procurar que lo que es de todos, fuera para todos, y que nadie pasase necesidad. Y también que el Reino de Dios no se impone, sino que se ofrece con amor. Jesús sólo adorará al Dios de los pobres, los débiles e indefensos. Y nosotros, ¿a quién queremos adorar?

6.- Finalmente, la tercera tentación la vivimos también en nuestra religiosidad. Todos tenemos la tentación de MANIPULAR A DIOS, de utilizarlo en nuestro beneficio personal. La corriente actual a nivel religioso consiste en hacerse una religión a la medida, un Dios que no me dé problemas, que me permita hacer todo lo que yo quiera y cuando yo quiera. Manipulamos a Dios en beneficio propio, le exigimos que nos conceda aquello que le pedimos, como niños pequeños que patalean porque sus padres no les dan lo que piden. Y no caemos en la cuenta de que la visión de Dios es más amplia que la nuestra, que Él sabe lo que necesitamos antes de que se lo pidamos, y que sabe también cuáles son nuestras necesidades verdaderas y que hay otras necesidades en nuestro mundo que tal vez son más urgentes. Nos falta la CONFIANZA necesaria para saber que todo lo que nos venga de Dios será para nuestro bien, para nuestra felicidad. ¿O es que un padre no quiere la felicidad de sus hijos, aunque no les dé en ese momento lo que ellos están pidiendo porque creen que es bueno?

7.- Estamos llamados a alimentarnos con el Pan de la Palabra y el Pan viviente que es Cristo, para vencer las tentaciones, que en el fondo no son otra cosa que espejismos de falsas propuestas de vida. Para eso tenemos la Eucaristía, que Jesús nos dejó para coger fuerzas y vencer las tentaciones como Él lo hizo, apoyados en su estilo de vida y en su Palabra. Que este tiempo de Cuaresma, dentro del Año de la Fe, lo vivamos como una invitación a acercarnos más al estilo de vida de Jesús y a cambiar todo aquello que haya en nuestra vida que sea contrario. En definitiva, como un tiempo para crecer en la fe y convertirnos al Señor.

(Fuente: betania.es)

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