La Orden de los "Hermanos de la Bienaventurada Virgen
María del Monte Carmelo", como se llama oficialmente a la Orden del
Carmen, fue desde su nacimiento consagrada al servicio de María.
Origen mariano del Carmelo
Uno de los documentos históricos más antiguos así describe
el origen, sencillo y maravilloso a la vez, de la Orden: "Más allá de la
abadía de Santa Margarita, en la misma parte occidental de la Montaña, hay un
lugar muy bello y delicioso, en donde habitan los ermitaños latinos que se
llaman Hermanos del Carmelo. En él han construido una iglesia muy bella a
Nuestra Señora"
Este hecho, sencillo en apariencia, desarrolló el sentido de
pertenencia a la que era "la Señora del lugar". En la mentalidad
feudal la elección del titular de la iglesia comportaba una orientación
espiritual de toda la vida de aquellos que estaban al servicio de aquella
iglesia. A esta orientación general del medioevo en nosotros los carmelitas se
añadía la peculiaridad de que la profesión religiosa la hacían a Dios y a la
misma Virgen, a quien así estaban de un modo especial consagrados.
Desde entonces a la Virgen se le llamará Patrona, Madre,
Fundadora... de la Orden.
Hermanos de la Bienaventurada Virgen María del Monte
Carmelo
Abundan los documentos de pontífices y de reyes por los que
se distingue a la Orden con este título de Hermanos de la Bienaventurada Virgen
María del Monte Carmelo, y eran agraciados con indulgencias quienes así nos
llamasen.
La razón habría que buscarla en el culto que le daban a la
"Señora del lugar" desde la primera mitad del siglo XIII por haberle
dedicado la iglesia-madre de la Orden.
Pronto surgieron los émulos de este título, pero los
carmelitas lo defendieron con tesón y valentía hasta que la célebre Universidad
de Cambridge (Inglaterra), el 1374, falló a favor de los carmelitas.
El eco de estas controversias ha llegado hasta nosotros en
una oración litúrgica en la que se dice "que la Orden fue condecorada con
el título de la Virgen María "(Colecta del 16 de julio).
María, modelo del carmelita
Juan Bacontorp (+1348), célebre teólogo carmelita, escribió
un ingenioso tratadito titulado: Tractatus super Regulam Carmelitarum, en el
que intenta probar que la Regla del Carmelo es copia de la misma vida de la
Virgen y que por ello debe ser sumamente apreciada y meticulosamente observada
por los Hermanos de la Bienaventurada Virgen.
El mismo Bacontorp afirmaba: "Porque María es honrada y
glorificada por el Carmelo -Caput tuum ut Carmelus-, justo es que en el Carmelo,
a ella consagrado, tenga carmelitas que la veneren de un modo especial y así
los tuvo desde antiguo". Su doctrina mariano-carmelitana podemos resumiría
en estas dos proposiciones: 1. "Todos los actos del carmelita deben
centrar-se en la glorificación de la Virgen, pues para este fin ha querido Dios
su Orden". 2. "La vida al servicio de la Virgen exige del carmelita
que trate de imitarla en todas sus virtudes, ya que la conformidad con su vida
es la mejor forma de glorificación".
Un libro precioso y que mucho influyó en la espiritualidad
del Carmelo llamado Institución de los Primeros Monjes, insiste, sobre todo, en
que el carmelita debe tratar de "imitar a la Virgen María" y que como
la vida que llevan los carmelitas se parece tanto a la que llevó la Virgen
María, la llaman su "Hermana".
La vida del carmelita está consagrada totalmente al servicio
de María. El célebre General del Carmelo Juan Grossi, afirmaba en el siglo XV:
"Nuestros Padres en el Carmelo, en obsequio de María, se pusieron en
contemplación".
¿Cuál es la misión del carmelita?
Bellamente contestaba ya en el siglo XIV el secretario de
San Pedro Tomás Juan de Hildesheim en 1370: "La misión de la Orden del
Carmen en la Iglesia es continuar el amor que Jesús profesó en la tierra a su
Madre María". Esto hace abrir nuevos horizontes en los amores marianos del
Carmelo, ya que por más que amemos a la Virgen María, siempre quedaremos muy
lejos del amor que Jesús profesó a su Madre.
María, ejemplar de santidad
Todos estamos llamados a ser santos. El modelo para
alcanzarlo es imitar a Jesucristo con el fiel seguimiento de su mensaje:
"Vivir en obsequio de Jesucristo", como nos dice el Prólogo de
nuestra Regla. Pero Jesucristo nos da también como modelo a la Virgen María, su
Madre que es quien mejor supo asimilar su vida y su doctrina. Mucho mejor que
San Pablo nos puede decir Ella: "Sed mis imitadores, como yo lo soy de
Cristo." (1 Cori 1,1)
Los autores carmelitas han visto siempre en María el
modelo y ejemplar de todas las virtudes para más semejarse con el ideal de su
Hijo.
Más que traer preciosos testimonios de casa que hemos recogido
en varias obras (Espiritualidad carmelitana, 1968; ¿Qué es el Carmelo, 1980,
etc...) preferimos recordar estas valiosas citas de autores modernos, ajenos al
Carmelo, que ponen en evidencia el papel que María ha desempeñado siempre en la
tarea nada fácil de la santificación en tavor de quienes a Ella han acudido
dentro del carisma carmelita.
Tomás Merton: el conocido cisterciense convertido, ha
escrito: "Bajo el titulo... de nuestra Señora del Monte Carmelo, la Sma.
Virgen es venerada como Patrona de los contemplativos y sobre todo de los que
procuran dividir con otros los frutos de su contemplación. El fin, en efecto,
de la Orden fundada en su honor es el de hacer alcanzar a sus miembros, bajo su
guía, las cimas de la contemplación mística, y de hacer conseguir también a
otros este mismo fin por su intercesión. Por eso, no hay miembro de la Iglesia
que no deba algo al Carmelo".
Roberto de Langeac: "Nuestra Señora del
Monte Carmelo es la Patrona de la vida interior, la Virgen que nos separa de la
masa y nos conduce dulcemente hacia las cumbres, en las que el aire es más
puro, el cielo más claro, Dios más cercano... Allí en donde se vive la vida de
intimidad con Dios".
Cesar Boccoleri,obispo de Terni y Nami: "Tengo
la persuasión que el alma cristiana no sólo debe ser mariana, sino también
carmelitana, porque la vida mariana del Carmelo es la vida mariana del mundo
católico".
El Carmelo amó siempre a su Madre y Fundadora
A la que llaman "Madre y Hermosura del Carmelo" la
veneró siempre la Orden dedicándole sus iglesias y celebrando sus fiestas con
toda solemnidad.
La Asunción, la Anunciación, la Inmaculada... fueron sus
fiestas patronales hasta que el 1.609 se impuso para toda la Orden la Solemne
Conmemoración de la Virgen María del Monte Carmelo, que ya se venía celebrando
en algunas partes desde el siglo XIV.
La fiesta del Carmen, extendida después a toda la Iglesia,
se instituyó como acción de gracias por todos los beneficios recibidos de la
Madre y Patrona.
El santo Escapulario -entregado según la tradición a San
Simón Stock, General de la Orden, en 1251- es como el símbolo y compendio de
estos beneficios y también como signo externo de la consagración a la Madre
celestial.
Pío XII dijo cosas preciosas de él. He aquí algunas:
"es un memorial de todas la virtudes, un signo eficaz
de santidad y una prenda de eterna salvación"
"entre todas las devociones de María debe colocar-se,
en primer lugar, la del Escapulario de los carmelitas, que, por su misma
sencillez al alcalde de todos y por los abundantes frutos de santificación que
aporta, se halla extensamente divulgado entre los fieles cristianos".
"es como una librea mariana, prenda y señal de
protección de la Madre de Dios".
"la devoción al Escapulario ha hecho descender sobre el
mundo un río inmenso de gracias espirituales y temporales".
En varias obras hemos recogido su historia, su doctrina
teológica y su valor según el Magisterio (Enquindión del santo Escapulado;
Espiritualidad carmelitana; Mi escapulado; El Escapulado del Carmen; etc...)
El santo Escapulario del Carmen, como Vestido Mariano y
Sacramental -la devoción mariana más extendida en la Iglesia junto con el santo
rosario- es también medio de santificación. Lo hemos recordado en el capitulillo
anterior: El Carmelo, escuela de santidad.
Cuántos miles de almas encontraron en esta sencilla devoción
el crecimiento en los caminos de la santidad o la vuelta a la Casa del Padre!.
En la escuela de la Madre
En 1957-1958 publiqué un centenar de vidas marianas con el
título: Como ellos; Como ellas; Más como ellos y ellas. Y en 1977, un folleto:
La Alfarera de los Santos. En todos ellos intentábamos probar el importantísimo
papel que la Santísima Virgen María ha tenido, a través de la historia, en la
santidad de los Santos.
Afirmar que todos los Santos fueron tiernamente devotos de
la Virgen María y que todos se formaron en la "Escuela de María", no
es decir nada nuevo. Ella fue el "trampolin"desde el que se lanzaron
a la santidad que ahora disfrutan.
El Seráfico Doctor San Buenaventura (+1274) hizo esta doble
afirmación, que viene a confirmar nuestro aserto:
"De seguro que si es santa la raíz, también las ramas.
La Virgen María santifica a los que echan raíces en ella por el amor y
devoción, alcanzándoles de su Hijo la santidad".
"Jamás leí que existiera santo alguno que no profesara
una especial devoción a la Gloriosa Virgen".
Muchos hombres y mujeres que después escalaron la meta de la
santidad ingresaron en la Orden del Carmen, sencillamente por su acendrado amor
a la Virgen María, porque conocían que el Carmelo era la Orden de María por
excelencia y que le estaba a Ella totalmente consagrada.
María ha sido la Fundadora, la Alfarera y la Maestra de
todos los Santos. Con autorizadas palabras nos lo recordaba el papa Pío Xl, el
día de la Asunción de Su mensaje en el Decreto del Tuto para la canonización de
la hoy santa Juana Antida Thournet. Decía:
"La Iglesia pone en labios de los fieles la grande
invocación Regina Sanctorum Omnium.
Esta realeza no es una realeza de soberanía, y, por tanto,
superior a toda otra, sino más bien una realeza de eficiencia; por lo tanto, es
aplicable también a los santos lo que la Iglesia nos enseña a aplicar a la obra
de Dios en su inmensidad y generosidad.
También en cuanto a los santos se puede decir que María está
con Dios, en cuanto los descubre, los forma y los corona...
Con la frecuencia de la oración se debe hacer de María una
cotidiana Mediadora; nuestra verdadera Abogada, de tal forma que podamos
esperar que Ella, elevada en la gloria de los cielos..., pueda ser nuestra
Abogada ante la divina bondad y misericordia".
Tú y yo, amado lector, no hay duda de que queremos ser
santos y que este es el fin para el cual nos ha creado el Señor. Si queremos
alcanzar con facilidad esta meta, ya sabemos el secreto: echarnos en los brazos
de María y dejarnos moldear, amasar, guiar por Ella.
El libro de la Sabiduría (15,7ss) y San Pablo a los Romanos
(9,20ss) nos han dejado hermosa doctrina del papel del "alfarero". De
una misma pasta puede sacar un vaso precioso, destinado a usos muy nobles y
elevados o un vaso deleznable, feo y pobre, dedicado a usos efímeros.
Pero la pasta debe dejarse moldear. El alfarero hará el
99'99 por cien, pero esa centésima que falta deberé hacerla yo. La
"santidad" es obra de "dos": La gracia del Dios-Jesús que
nos viene por María y mi propia colaboración.
María, la más diestra alfarera que jamás conocieron los
siglos, nos dice en cada momento como a los sirvientes de la Boda de Caná:
"Haced lo que El-mi Hijo os diga" (Jn 2,5).
Este -Cristo, su Evangelio- es el verdadero "Camino,
Verdad y Vida" (Jn 14,6>. Por él caminaron todos los Santos.
Su mensaje
Ya está claro en cuanto precede, pero para ser uniformes,
así como lo hacemos en las vidas de los Santos del Carmelo, así también
terminamos esta re-seña de la Madre del Carmelo con su Mensaje y su Oración:
que María se sienta gozosa por nuestras vidas.
que seamos el jardín donde florezcan las virtudes cristianas.
que vistamos su Escapulario y tratemos de imitarla.
que Ella pueda decir con agrado: "¡Estos son mis
hermanos!".
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