Jesús mío: ayúdame a
esparcir tu fragancia
donde quiera que vaya;
donde quiera que vaya;
inunda mi alma con tu
espíritu y tu vida;
penetra todo mi ser y
toma de él posesión
de tal manera que mi
vida no sea en adelante
sino una irradiación
de la tuya.
Quédate en mi corazón
en una unión tan íntima
que las almas que
tengan contacto con la mía
puedan sentir en mí tu
presencia;
y que al mirarme
olviden que yo existo
Quédate conmigo. Así
podré convertirme en luz para los otros.
Esa luz, oh Jesús,
vendrá toda de Ti;
ni uno solo de sus
rayos será mío.
Te serviré apenas de
instrumento
para que Tú ilumines a
las almas a través de mí.
Déjame alabarte en la
forma que te es más agradable:
llevando mi lámpara
encendida
para disipar las
sombras
en el camino de otras
almas.
Déjame predicar tu
nombre sin palabras…
Con mi ejemplo, con mi
fuerza de atracción
con la sobrenatural
influencia de mis obras,
con la fuerza evidente
del amor
que mi corazón siente
por Ti.
John Henry Newmann
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