A veces uno se siente
como un aventurero a la búsqueda de Dios. En este mundo, ¿no basta con
perseguir la propia estabilidad: estudios, trabajo, casa, familia, una cuenta
corriente suficiente? Bastante aventura parece eso tal y como están las cosas,
¿no? Y, sin embargo, la respuesta, una y otra vez, asalta con claridad: ¡No! La
vida tiene que ser más aún. Hay en cada uno una sed, un anhelo, una pregunta
que no es fácil de responder. Por la felicidad, por el amor, por Dios.
Hay un primer paso en
la búsqueda de Dios que es el de salir de los terrenos conocidos, de las calles
habituales, de las inercias. Dios aparece más en las preguntas sin respuesta,
en los rostros nuevos, en las situaciones que me descolocan. Allí me vuelvo más
vulnerable, pero quizás, también, más auténtico. Da pereza salir. Se pone
delante el fantasma de todo lo que puede salir mal. O me pregunto: «Total,
¿para qué?» Pero sé que el para qué tiene que ver con esa necesidad de algo que
me llene de sentido. ¡Es hora de salir!
(Fuete: pastoralsj.org)
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