miércoles, 5 de junio de 2013

No hay que estarse quietos...

O, dicho de otro modo, conviene estar inquietos. Inquietos significa en marcha, en movimiento, por dentro y por fuera. Hacia algún sitio. Ocurre que, si no, uno se va atrofiando, y la vida se te va poniendo un poco como a cámara lenta. Dejas de soñar, y dejas de imaginar posibilidades. Dejas de desvelarte, por la noche, porque ya nada te preocupa lo suficiente. Así que, nada de quietud excesiva. Nada de sesteo vital. Dios no pide demasiada quietud, sino que, una y otra vez, invita a los suyos a ponerse en movimiento. Hacia el prójimo, hacia el mundo, hacia Él mismo.
A veces se me va demasiado tiempo, energía y posibilidades en darle vueltas a las cosas, pero sin que nada cambie. Puedo ser el mejor a la hora de criticar, de analizar, de decir lo que otros deberían hacer… Opino de todo: de fútbol, de tele, de política, de economía, de iglesia, de moda, de gente. Pero lo hago al modo de un tertuliano que habla sin otro fin que escucharse. Lo peor es que en esos casos parece que estoy en marcha, pero en realidad termino dando vueltas en círculo. Mejor será moverse hacia algún sitio.

 ¿A dónde voy, en esta etapa de mi vida?

(Fuente: pastoralsj.org)

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