“Con alegría la toma sobre sus hombros.”
Señor, ¿a dónde llevas a aquellos
que tú abrazas y estrechas entre tus brazos sino hasta tu corazón? Tu corazón,
Jesús, es aquel dulce maná de tu divinidad, que guardas en tu interior en el
vaso de oro de tu alma que sobrepasa todo conocimiento. (cf Hb 9,4) Felices
aquellos que son llevados hasta allí por tu abrazo. Felices aquellos que,
sumergidos en estas profundidades, han sido escondidos por ti en el secreto de
tu corazón, aquellos que tú llevas sobre tus hombros, al amparo de las
turbaciones de esta vida. (Sal 30,21) Felices aquellos cuya única esperanza es
la dulzura y la protección bajo tus alas. (Lc 13,35; Sal 90,4)
La fuerza de tus hombros protege a aquellos que tú escondes en tu corazón. Ahí pueden descansar tranquilamente. Una dulce expectación los alegra en el aprisco amurallado (Sal 67,14) de una conciencia pura y de la espera de recompensa que tú has prometido. Su debilidad no los inquieta, ni cosa alguna los turba. (Guillermo de San Teodorico (c.1085-1148), monje benedictino y después cisterciense
Meditativae Orationes 8,6; SC 324, pag. 139)
La fuerza de tus hombros protege a aquellos que tú escondes en tu corazón. Ahí pueden descansar tranquilamente. Una dulce expectación los alegra en el aprisco amurallado (Sal 67,14) de una conciencia pura y de la espera de recompensa que tú has prometido. Su debilidad no los inquieta, ni cosa alguna los turba. (Guillermo de San Teodorico (c.1085-1148), monje benedictino y después cisterciense
Meditativae Orationes 8,6; SC 324, pag. 139)
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