jueves, 4 de julio de 2013

MARÍA, MUJER INTRÉPIDA I PARTE

Fue quizá por aquel “no temas” que pronunció el ángel de la anunciación. Lo cierto es que, a partir de entonces, María afrontó la vida con increíble fortaleza y se convirtió en el símbolo de las “madres coraje” de todos los tiempos.

Está claro, también ella tuvo que vérselas con el miedo.

Miedo de no ser entendida. Miedo de la maldad de los hombres. Miedo de no lograrlo. Miedo de la salud de José. Miedo de la suerte de Jesús. Miedo de quedarse sola… ¡Cuántos miedos!

Sino existiera, habría que levantar un santuario a la “Virgen del miedo”. En sus naves  nos guareceríamos todos un poco. Porque todos, como María, nos sentimos sacudidos por ese sentimiento humanísimo que es la señal más clara de nuestro límite.

Miedo del mañana. Miedo de que pueda terminar, sin previo aviso, un amor cultivado por años. Miedo del hijo que no encuentra trabajo y ha superado los treinta. Miedo de la suerte de la pequeña de casa, que llega siempre pasadas las doce de la noche incluso en invierno, y no se la puede decir nada porque responde mal. Miedo de la salud que declina. Miedo de la vejez. Miedo de la noche. Miedo de la muerte…



Pues bien, en el santuario levantado a la “Virgen del miedo”, ante ella convertido en la “Virgen de la confianza”, cada uno de nosotros encontraría la fuerza para seguir adelante, descubriendo los versículos de una salmo que María musitaría quien sabe cuántas veces: “Aunque camine por una valle oscuro, nada temeré, porque tú estás a mi lado…”

CONTINUARÁ...

(Fuente: “María, Señora de nuestros días” Antonio Bello)

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