martes, 1 de octubre de 2013

¡Feliz día de Santa Teresita!

Para Teresita, la caridad, la más grande de las virtudes, no era comprendida en la tierra. Así pues, lejos las ortigas y otras penitencias de bestias que se acostumbraba a usar en su convento, pues ellas no son nada en comparación del amor que se manifiesta en las cosas pequeñas. Madre Inés habla en los procesos: "La Sierva de Dios estudió hasta en sus profundidades las diferentes palabras de Jesús a propósito de la caridad hacia el prójimo y me habló muchas veces del deseo de poner en práctica lo que comprendía tan bien".

Y lo pondrá en práctica en el lugar donde debe ponerse: en el encuentro interpersonal, a través de palabras y gestos de misericordia que no son tan grandes como para pasar a los anales de la historia, pero que
construyen una santidad de lo cotidiano tan poco apreciada como necesaria. La auténtica preocupación, pasión, por los demás, es la de la anciana que no rehúsa atender a sus invitados preparando un pucherito de café a una hora intempestiva, la del hombre que, cansado del trabajo, no rechaza la conversación con un amigo que le necesita, la de la madre que vela una noche a su pequeño con fiebre, la del sacerdote que, cansado y enfermo, no deja de tomar el vaso de chocolate que una parroquiana le ofrece aun cuando su cabeza está a punto de estallar... Gestos y palabras parecidos a aquellos que, si miramos en el interior de nuestro corazón y nuestra memoria, podemos recordar como los más hermosos de nuestra vida: aquella mirada, aquella espera, aquel vaso de agua, aquella sonrisa que levantó nuestro corazón....

La vida de Teresa canoniza esa santidad de las pequeñas cosas, aunque a sor María de la Trinidad, como ella reconoce en los procesos, le pareciera una solemne tontería y un abuso: "Mostraba tanta complacencia que advertí que algunas hermanas abusaban y le pedían su ayuda como cosa obligada. Y esto era lo que me revolvía, pero ella lo encontraba natural y su caridad buscaba siempre el modo de agradar a todas".

El amor absoluto al Corazón de Jesús nace del amor primero con que él nos ha mirado. El amor del Corazón de Jesús no es sólo afectivo, sino efectivo, pues el Señor nos acoge como somos, nos acompaña en todos los momentos de la vida, aunque pequemos, se reviste de nuestra naturaleza, gana para nosotros la Vida y nos muestra el camino al Padre a través de su entrega en la Cruz, está presente para siempre en la Eucaristía... (cf. Santa Teresa de Lisieux, Poesía al Sagrado Corazón de Jesús). Si queremos seguir a Jesús, nuestro amor ha de ser también efectivo y no sólo afectivo; ello nos exige contemplar en todos la imagen de Aquél que pidió ser vestido en la desnudez de sus hermanos más pobres.

También en la desnudez moral que conduce al pecado, en la desnudez humana que surge de las enfermedades psíquicas y la falta de formación. De la experiencia que ella ha hecho del amor incondicional de Dios manifestado en el Corazón de Jesús, surge el compromiso concreto de Teresita con los débiles, aquellos que nosotros, de palabra o de obra, rechazamos muchas veces, porque no pertenecen al grupo de los buenos. Teresa quiere tener un corazón como el de Jesús y nos invita a nosotros a vivir según ese mismo deseo.

Este amor vale también para afrontar nuestros conflictos con los demás: se trata de intentar atraer al otro con gestos y palabras fraternos, de corazón a corazón. Teresa de Lisieux ha aprendido del Amor del Corazón de Jesús que eso resulta ser más valioso que cualquier método de exclusión violenta: castigos, venganzas, reproches, etc&, pues incorpora a la comunidad, a la corriente de la vida, a aquéllos que ya dábamos por perdidos. El Amor del Corazón de Jesús es el impulso que lleva al Buen Pastor a buscar a la oveja perdida& De ese mismo impulso quiere revestirse santa Teresita, y nos invita a todos a revestirnos, para prolongarlo a imitación de nuestro Maestro, todo y siempre Amor.

La pasión por los demás que rige la vida de Santa Teresa del Niño Jesús se extiende por la oración y el sacrificio a los lejanos, pero es eminentemente concreta y cercana. Empiezo a construir un mundo nuevo cuando construyo un hogar nuevo, una vecindad fresca, un barrio reformado, en suma, cuando me entrego a los pequeños gestos de caridad y amor para con los próximos que tanto cuestan.

El corazón de Teresa de Lisieux mira a Dios y a los otros desde la mirada de Corazón de Jesús, por eso se siente impulsada a la caridad, la más bella de las acciones que un ser humano puede realizar: "Una tarde de invierno, estaba yo cumpliendo, como de costumbre, mi dulce tarea para con sor San Pedro; hacía frío, anochecía... De pronto, oí a lo lejos el sonido armonioso de un instrumento musical. Entonces, me imaginé un salón muy bien iluminado, todo resplandeciente de ricos dorados, y en él, jóvenes elegantemente vestidas, prodigándose mutuamente cumplidos y delicadezas mundanas.

Luego, mi mirada se posó sobre la pobre enferma a la que yo sostenía. En lugar de una melodía, escuchaba de vez en cuando sus gemidos lastimeros; en vez de ricos dorados, veía los ladrillos de nuestro claustro austero, apenas iluminado por una débil claridad.

No puedo expresar lo que pasó en mi alma. Lo que sé es que el Señor la iluminó con los rayos de la verdad, los cuales superaron de tal modo el brillo tenebroso de las fiestas de la tierra, que no podía creer en mi felicidad...


¡Ah! no hubiera cambiado los diez minutos empleados en cumplir mi humilde tarea caritativa por gozar de mil años de fiestas mundanas" (Ms C, 29v-30r ).

(Fuente: ocdcastilla.org)

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