Para Teresita, la caridad, la más grande de las virtudes, no
era comprendida en la tierra. Así pues, lejos las ortigas y otras penitencias
de bestias que se acostumbraba a usar en su convento, pues ellas no son nada en
comparación del amor que se manifiesta en las cosas pequeñas. Madre Inés habla
en los procesos: "La Sierva de Dios estudió hasta en sus profundidades las
diferentes palabras de Jesús a propósito de la caridad hacia el prójimo y me
habló muchas veces del deseo de poner en práctica lo que comprendía tan
bien".
Y lo pondrá en práctica en el lugar donde debe ponerse: en
el encuentro interpersonal, a través de palabras y gestos de misericordia que
no son tan grandes como para pasar a los anales de la historia, pero que
construyen una santidad de lo cotidiano tan poco apreciada como necesaria. La
auténtica preocupación, pasión, por los demás, es la de la anciana que no
rehúsa atender a sus invitados preparando un pucherito de café a una hora
intempestiva, la del hombre que, cansado del trabajo, no rechaza la
conversación con un amigo que le necesita, la de la madre que vela una noche a
su pequeño con fiebre, la del sacerdote que, cansado y enfermo, no deja de
tomar el vaso de chocolate que una parroquiana le ofrece aun cuando su cabeza
está a punto de estallar... Gestos y palabras parecidos a aquellos que, si
miramos en el interior de nuestro corazón y nuestra memoria, podemos recordar
como los más hermosos de nuestra vida: aquella mirada, aquella espera, aquel
vaso de agua, aquella sonrisa que levantó nuestro corazón....
La vida de Teresa canoniza esa santidad de las pequeñas
cosas, aunque a sor María de la Trinidad, como ella reconoce en los procesos,
le pareciera una solemne tontería y un abuso: "Mostraba tanta complacencia
que advertí que algunas hermanas abusaban y le pedían su ayuda como cosa
obligada. Y esto era lo que me revolvía, pero ella lo encontraba natural y su
caridad buscaba siempre el modo de agradar a todas".
El amor absoluto al Corazón de Jesús nace del amor primero
con que él nos ha mirado. El amor del Corazón de Jesús no es sólo afectivo,
sino efectivo, pues el Señor nos acoge como somos, nos acompaña en todos los
momentos de la vida, aunque pequemos, se reviste de nuestra naturaleza, gana
para nosotros la Vida y nos muestra el camino al Padre a través de su entrega
en la Cruz, está presente para siempre en la Eucaristía... (cf. Santa Teresa de
Lisieux, Poesía al Sagrado Corazón de Jesús). Si queremos seguir a Jesús,
nuestro amor ha de ser también efectivo y no sólo afectivo; ello nos exige
contemplar en todos la imagen de Aquél que pidió ser vestido en la desnudez de
sus hermanos más pobres.
También en la desnudez moral que conduce al pecado, en la
desnudez humana que surge de las enfermedades psíquicas y la falta de
formación. De la experiencia que ella ha hecho del amor incondicional de Dios
manifestado en el Corazón de Jesús, surge el compromiso concreto de Teresita
con los débiles, aquellos que nosotros, de palabra o de obra, rechazamos muchas
veces, porque no pertenecen al grupo de los buenos. Teresa quiere tener un
corazón como el de Jesús y nos invita a nosotros a vivir según ese mismo deseo.
Este amor vale también para afrontar nuestros conflictos con
los demás: se trata de intentar atraer al otro con gestos y palabras fraternos,
de corazón a corazón. Teresa de Lisieux ha aprendido del Amor del Corazón de
Jesús que eso resulta ser más valioso que cualquier método de exclusión
violenta: castigos, venganzas, reproches, etc&, pues incorpora a la
comunidad, a la corriente de la vida, a aquéllos que ya dábamos por perdidos.
El Amor del Corazón de Jesús es el impulso que lleva al Buen Pastor a buscar a
la oveja perdida& De ese mismo impulso quiere revestirse santa Teresita, y
nos invita a todos a revestirnos, para prolongarlo a imitación de nuestro
Maestro, todo y siempre Amor.
La pasión por los demás que rige la vida de Santa Teresa del
Niño Jesús se extiende por la oración y el sacrificio a los lejanos, pero es
eminentemente concreta y cercana. Empiezo a construir un mundo nuevo cuando
construyo un hogar nuevo, una vecindad fresca, un barrio reformado, en suma,
cuando me entrego a los pequeños gestos de caridad y amor para con los próximos
que tanto cuestan.
El corazón de Teresa de Lisieux mira a Dios y a los otros
desde la mirada de Corazón de Jesús, por eso se siente impulsada a la caridad,
la más bella de las acciones que un ser humano puede realizar: "Una tarde
de invierno, estaba yo cumpliendo, como de costumbre, mi dulce tarea para con
sor San Pedro; hacía frío, anochecía... De pronto, oí a lo lejos el sonido
armonioso de un instrumento musical. Entonces, me imaginé un salón muy bien iluminado,
todo resplandeciente de ricos dorados, y en él, jóvenes elegantemente vestidas,
prodigándose mutuamente cumplidos y delicadezas mundanas.
Luego, mi mirada se posó sobre la pobre enferma a la que yo
sostenía. En lugar de una melodía, escuchaba de vez en cuando sus gemidos
lastimeros; en vez de ricos dorados, veía los ladrillos de nuestro claustro
austero, apenas iluminado por una débil claridad.
No puedo expresar lo que pasó en mi alma. Lo que sé es que
el Señor la iluminó con los rayos de la verdad, los cuales superaron de tal
modo el brillo tenebroso de las fiestas de la tierra, que no podía creer en mi
felicidad...
¡Ah! no hubiera cambiado los diez minutos empleados en
cumplir mi humilde tarea caritativa por gozar de mil años de fiestas
mundanas" (Ms C, 29v-30r ).
(Fuente: ocdcastilla.org)
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