Un sacerdote, acostumbrado a descubrir vocaciones
sacerdotales y religiosas, recomienda las siguientes cinco claves para resolver
el "misterioso llamado" de Dios:
1.
Inteligencia sana, compatible con una fe vigorosa.
2.
Salud física y mental.
3. Don
de gentes (tener una natural simpatía y gusto por ser sociable).
4.
Gusto por las cosas de Dios (querer colaborar con las "cosas del
Padre")
5. La
más importante: Ser llamado por Dios.
Y esto sólo se sabe de cara (y de rodillas) al
Sagrario. Cuando una persona decide responder al llamado que Dios le está
haciendo de consagrar su vida como religiosa, sacerdote, siempre existirán las
grandes "voces de la experiencia", que tratan de convencerla de
"no desperdiciar su vida". Debemos estar muy
atentos y analizar
siempre qué es realmente vivir.
Y vivir es llegar a ser pleno, ser el más feliz,
ayudar a los demás en todo lo que se pueda, tomar decisiones trascendentes y
seguirlas con la firmeza de una roca, ser el guía de los demás, ser el mejor
amigo de Dios, tenerlo todo.
Ante una visión de estas, cualquier argumento
caerá por tierra. Algo que no debes olvidar
• Es convertirse en "otro Cristo".
• Para eso es necesario que Dios conceda la gracia
y llame a la vida consagrada.
• Es una vocación concreta. Dios llama con nombre
y apellido a alguien, en algún momento de su vida, para que le respondamos en
algún momento determinado.
• No es una vocación para gente extraña. Todo lo
contrario, es para los más amados y cercanos a Nuestro Señor.
• No es una vocación rara de encontrar: estamos ya
tan llenos de ruido, de pasiones, de distracciones, que no nos damos chance
para escuchar en nuestro interior.
• Se necesita una capacidad inmensa de amar y un
corazón donde quepa toda la humanidad
• Pareciera que aceptar la vocación duele, porque
se va a perder "lo mejor de la vida". Pero la vida es toda de Dios.
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