Dios tiene su casa en la vida. Dios no está en las nubes,
está en la espesura de la vida. La humanidad tiene como misterio a Dios. La
interioridad del ser humano es morada, o templo del Espíritu. Dios tiene sus
delicias ahí, en estar con nosotros. Es importante “no solo creerlo, sino
procurar entenderlo por experiencia”
Esto de experimentar que somos morada de Dios no es cosa
fácil cuando comenzamos a orar. “Él no se da a conocer hasta que va
ensanchándola poco a poco, conforme a lo que es menester para lo que ha de
poner en ella”
“Dios está tan cerca que nos oirá”, basta hablarle bajito.
Basta “ponerse en soledad y mirarle dentro de sí, y
no extrañarse de tan buen
huésped”. Basta aprender a “hablarle como a Padre, pedirle como a Padre”.
“De mí les confieso que nunca supe qué cosa era rezar con
satisfacción hasta que el Señor me enseñó este modo. Y siempre he hallado
tantos provechos de esta costumbre de recogimiento dentro de mí, que eso me ha
hecho alargar tanto”
Vengo aquí, mi Señor a olvidar las prisas de mi vida.
Ahora solo importas Tú, dale tu paz a mi alma.
Vengo aquí, mi Señor, a encontrarme con tu paz que me
serena.
Ahora solo importas Tú, dale tu paz a mi alma.
Vengo aquí, mi Señor, a que en mí lo transformes todo en
nuevo.
Ahora solo importas Tú, dale tu paz a mi alma.
Mira la vida, mira tu vida. Descúbrela bella, grande.
Contémplala habitada por Dios, embellecida por su presencia, tocada por su
amor.
Con mi pequeño candil
contemplo tu vida en mí,
contemplo tu amor, Señor.
Tú eres mi centro.
No quiero que mi vida gire
en torno a ningún otro centro.
Pongo en ti mis ojos.
Yo sé que tú nunca me faltas,
que tu vida me mana por dentro.
Sé tú, Dios mío, mi acompañador.
Estoy ante ti, estoy contigo.
Deseo gustar el don de tu presencia.
Acojo tu amor.
Ayuda a otros a descubrir que, sin alejarse de su vida,
pueden hallar a Dios en su corazón. Hazlo con tu vida. Quien mejor habla
siempre es la vida. El lenguaje que Dios oye y el lenguaje que mejor oyen los
que te rodean es el callado amor, el servicio gratuito, la alegría, la danza.
A los que estén duros y resecos, les daré tu ternura.
A los que hayan perdido la alegría del vivir,
les ofreceré tu música, Señor.
Fuente: Camino de perfección, Santa Teresa de Jesús
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