¿Te imaginas esta escena en el evangelio? “Jesús les dijo:
Vengan conmigo y los haré pescadores de hombres. De inmediato pulsaron ‘¡me
gusta!’… y siguieron pescando”. ¡Menudo chasco! ¿Cómo hubiera continuado
entonces la historia de los primeros seguidores de Jesús?
Está claro. En el seguimiento a Jesús no basta un 'me
gusta'. A Jesús no le basta engrosar su lista de seguidores con un amigo más.
Jesús nos anima a dar respuestas que empiezan por ahí, para ir más allá: 'me
inquieta', 'me comprometo', 'quiero'.
Esas respuestas pasan por el deseo profundo de parecernos a
él, de imitarle en sus modos, en cómo se relaciona, cómo mira la realidad y la
afronta, qué dice, cómo ama, cómo entiende la justicia, cómo apuesta por cada
persona, en especial por los más pobres… Es maestro que enseña y modelo al que
imitar.
Pero esto no siempre es sencillo. El seguimiento a Jesús no
es algo evidente, que nos surja de manera natural, a veces porque no lo
entendemos, porque no se lleva, a veces porque no hemos aprendido a hacerlo...
Responder a Jesús pasa por formarnos, entre otras cosas, en el entendimiento y
en la caridad.
Leer, estudiar, acudir a charlas, realizar cursos,… nos
puede ayudar a ordenar nuestras ideas y argumentos, a alimentar el
entendimiento de nuestra fe en el camino hacia su madurez.
Cuidar nuestras relaciones, vivirlas de una manera altruista
y generosa, desde la reconciliación sincera (aunque duela) y el amor entregado
(aun con sus limitaciones)… Acercarse a otras realidades, dejarse tocar por
ellas, pringarse las manos y sentirse afectado… Exponerse, arriesgarse, siendo
conscientes de por qué lo hacemos, de qué nos mueve, y desde ahí leerlo,
releerlo, aprender… Cada momento es una oportunidad para formarnos en la
caridad y entrenarnos en el amor: a amar se aprende amando.
Conocer a Jesús nos lleva a seguirle, a seguirle de cerca
para conocerle más, para estar con Él.
¿Seguir a Jesús? Aprehender a Jesús en la propia vida.
(Fuente: Leticia Alonso)
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