Queridos hermanos y hermanas,
he acogido con preocupación las noticias que llegan de las comunidades cristianas en Mosul (Irak) y otras partes de Oriente Medio, donde, desde el inicio del cristianismo, han vivido con sus conciudadanos ofreciendo una contribución significativa al bien de la sociedad. Hoy son perseguidos, nuestros hermanos, son perseguidos, son echados, deben dejar sus casas sin tener la posibilidad de llevar nada. Aseguro a estas familias y a estas personas mi cercanía y mi constante oración.
Queridísimos hermanos y hermanos tan
perseguidos: sé cuánto sufren, sé que se les está arrebatando todo, estoy con
ustedes en la fe en Áquel que ha vencido al mal. Y a ustedes, aquí en la plaza,
a todos los que nos siguen por la televisión, invito a recordarles en la
oración. Los exhorto, por tanto, a perseverar en la oración
por las situaciones
de tensión y de conflicto que persisten en distintas partes del mundo,
especialmente en Oriente Medio y en Ucrania. El Dios de la paz suscite en todos
un deseo auténtico de diálogo y de reconciliación. La violencia no se vence con
violencia. ¡La violencia se vence con la paz! Rezamos en silencio pidiendo la
paz, todos en silencio. (...) María, Reina de la paz.
Saludo al coro de la diócesis de Killala (Irlanda), las
Hermanas Benedictinas de la Divina Providencia y las Hermanas de la Caridad de
Santa Juana Antida, los fieles de Pescara y Villanova en Padua, los jóvenes de
Messina y los niños del campamento estivo de Tivoli.
Por favor, no se olviden de rezar por mí.
Deseo a todos un feliz domingo y buen almuerzo.
¡Hasta la
vista!
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