Su nombre era María, que
significa "preferida por Dios", y era natural de Magdala en
Galilea; de ahí su sobrenombre de Magdalena. Magdala, ciudad a la orilla
del Mar de Galilea, o Lago de Tiberiades.
La historia de María Magdalena es una de las más
conmovedoras del Evangelio y también de las más enigmáticas. Aún hay
quienes debaten si la mujer que relatan
varios pasajes del Evangelio es una o tres mujeres:
1- La pecadora que unge los pies del Señor.
(Lc 7, 37-50).
2- María Magdalena, la posesa liberada por Jesús, que se integró a las mujeres que le asistían (Lc 8; Jn 20, 10-18) hasta la crucifixión y resurrección.
3- María de Betania, la hermana de Lázaro y Marta. (Lc 10, 38-42).
2- María Magdalena, la posesa liberada por Jesús, que se integró a las mujeres que le asistían (Lc 8; Jn 20, 10-18) hasta la crucifixión y resurrección.
3- María de Betania, la hermana de Lázaro y Marta. (Lc 10, 38-42).
La liturgia romana, siguiendo la tradición de los Padres
Latinos (incluyendo a Gregorio Magno) identifican los tres pasajes del
Evangelio como referentes a la misma mujer: María Magdalena. La liturgia
griega, siguiendo a los Padres griegos, sin embargo, las reconocen como tres
mujeres distintas.
Actualmente en la Iglesia, se considera que la
identificación entre Magdalena, la pecadora y María es más bien una confusión
"sin ningún fundamento", como dice la nota al pie en Lc 7, 37 de
"El Libro del Pueblo de
Dios". No hay dudas de que la Iglesia, a
través de su Liturgia, ha optado por la distinción entre la Magdalena, María de
Betania y la pecadora, de modo que hoy podemos asegurar que María Magdalena,
por lo que nos cuenta la Escritura y por lo que nos afirma la Liturgia, no fue
"pecadora pública", "adúltera" ni "prostituta",
sino sólo seguidora de Cristo, de cuyo amor ardiente fue contagiada, para
anunciar el gozo pascual a los mismos Apóstoles.La liturgia de su fiesta
Los textos bíblicos que se proclaman en su Memoria (que se celebra el 22 de julio) hablan de la búsqueda va a anunciar a todos que ha visto al Señor. Como se ve, ninguna alusión a sus pecados ni a su supuesta identificación con María de Betania. Sólo pervive de esta supuesta identificación el hecho de que la Memoria litúrgica de Santa Marta se celebra justamente en la Octava de Santa Magdalena, es decir, una semana después, el 29 de julio. Santa María de Betania aun no tiene fiesta propia en el Calendario Litúrgico oficial.
Los textos eucológicos de la Misa de la Memoria de Santa María Magdalena nos dicen, por su parte, que a ella el Hijo de Dios le «confió, antes que a nadie... la misión de anunciar a los suyos la alegría pascual» (Oración Colecta). Magdalena es aquella «cuya ofrenda de amor aceptó con tanta misericordia tu Hijo Jesucristo» (Oración sobre las Ofrendas) y es modelo de «aquel amor que [la] impulsó a entregarse por siempre a Cristo» (Oración Postcomunión).
En la Liturgia de las Horas ocurre otro tanto, ya que los nuevos himnos compuestos después de la reforma litúrgica (Aurora surgit lúcida para Laudes y Mágdalæ sidus para Vísperas) hacen hincapié en los mismos aspectos: María Magdalena como testigo privilegiado de la Resurrección, primera en anunciar a Cristo resucitado, y fiel e intrépida seguidora de su Maestro. Algo similar se verifica en los demás elementos del Oficio Divino, en los que -nuevamente- no hay alusión ninguna a los supuestos pecados de la Magdalena ni a su condición de hermana de Marta y Lázaro.
Como claro contraste, cabe señalar que en la liturgia previa al Concilio, la Memoria del 22 de julio se llamaba «Santa María Magdalena, penitente», y abundaban las referencias a su pecado perdonado por Jesús y a su condición de hermana de Lázaro. El evangelio que se proclamaba era justamente Lc 7, 36-50, es decir, la unción de Jesús a cargo de «una mujer pecadora que había en la ciudad»: "in civitate peccatrix".
Finalmente, mencionemos que el culto a Santa María Magdalena es muy antiguo, ya que la Iglesia siempre veneró de modo especial a los personajes evangélicos más cercanos a Jesús. La fecha del 22 de julio como su fiesta ya existía antes del siglo X en Oriente, pero en Occidente su culto no se difundió hasta el siglo XII, reuniendo en una sola persona a las tres mujeres que los Orientales consideraban distintas y veneraban en diversas fechas.
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