La amistad es un
bien humano y, a su vez, ocasión para desarrollar muchas virtudes humanas,
porque crea una armonía de sentimientos y gustos que prescinde del amor de los
sentidos, pero, en cambio, desarrolla hasta grados muy elevados, e incluso
hasta el heroísmo, la dedicación del amigo al amigo: "Creemos -
enseñaba Pablo VI - que los encuentros (…) dan ocasión a almas nobles y
virtuosas para gozar de esta relación humana y cristiana que se llama amistad.
Lo cual supone y desarrolla la generosidad, el desinterés, la simpatía, la
solidaridad y; especialmente, la posibilidad de mutos sacrificios".
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