jueves, 22 de enero de 2015

Hoy me ha resonado una hermosa palabra “Fraternidad”


¿Por qué nos cuesta tanto mirarnos como hermanos y hermanas?
¿Por qué ponemos muros antes de conocer a los demás?
Esos muros que tiran abajo la fraternidad se llaman “prejuicio”, “desconfianza”, “coraza”, “temor”, “superioridad”, “baja autoestima”, etc, etc…

Cuando reconozco en la otra persona a un hermano, estoy abriendo el corazón, me muestro en mi verdad, sin temor al rechazo, con la confianza del calor de hogar. Reconocer a un hermano o una hermana es tener la certeza que hay algo muy profundo que nos une, y no se trata de compartir los
mismos gustos o intereses, va mucho más allá, nos une en la fibra más íntima de nuestro ser la certeza de sabernos Hijos/as de un mismo Padre Dios.

¿Qué te parece si hoy te dejás enseñar por el Señor sobre esta verdad que libera y regala paz a los corazones? La verdad de que en Cristo somos hijos de un mismo Padre, y entre todos somos hermanos… que todo hombre o mujer es mi hermano.
Construyamos la fraternidad, testimoniemos que vale la pena ver al otro en su dignidad.


El que trabaja por educar a las nuevas generaciones en la convicción de que cada hombre es nuestro hermano, construye el edificio de la paz desde sus cimientos. El que introduce en la opinión pública el sentimiento de la hermandad humana sin límites, prepara al mundo para tiempos mejores. El que concibe la tutela de los intereses políticos como necesidad dialéctica y orgánica del vivir social, sin el estímulo del odio y de la lucha entre los hombres, abre a la convivencia humana el progreso siempre activo del bien común. El que ayuda a descubrir en cada hombre, por encima de los caracteres somáticos, étnicos y raciales, la existencia de un ser igual al propio, transforma la tierra de un epicentro de divisiones, de antagonismos, de insidias y de venganzas en un campo de trabajo orgánico de colaboración civil. Porque la paz está radicalmente arruinada donde se ignora radicalmente la hermandad entre los hombres. En cambio, la paz es el espejo de la humanidad verdadera, auténtica, moderna, victoriosa de toda autolesión anacrónica. Es la paz la gran idea que celebra el amor entre los hombres que se descubren hermanos y deciden vivir como tales.(Mensaje de Pablo VI para la IV Jornada de la Paz 1971)

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