Queridos hermanos:
La homilía es este día tiene que ser corta, lo central son
las lecturas. Estamos en el pórtico de la Semana Santa, el Domingo de Ramos
puede desconcertarnos un poco, es una entrada triunfal que en unos días se
convertirá en calvario. Pero los textos nos centran en lo que vamos a celebrar
en esta semana. Es tiempo de escuchar y mirar, de contemplar, de oír a Jesús,
de acoger sus palabras, recordar sus gestos. No tengamos prisa, leamos despacio
la Palabra.
El Himno de los Filipenses resume bien lo que es la vida
cristiana y lo que viviremos estos días.
Proclamarlo otra vez podría ser la mejor homilía. Resaltando algunos verbos:
“despojó”, “rebajó”, “levantó”, “concedió”…a parte de palabras técnicas
(Kénosis, por ejemplo), lo de Cristo es bajar: “no hizo alarde de su categoría
de Dios; al contrario, se despojo de su rango y tomó la condición de esclavo,
pasando por uno de tantos”. Como nos dice Isaías en la primera lectura: “Ofrecí
la espalda a los que me golpeaban, la mejilla a los que mesaban mi barba. No
oculté el rostro a insultos y salivazos. Por eso ofrecí el rostro como
pedernal”. Y es que, parece un tiempo de recordar la solidaridad de Cristo con
todos los crucificados, con los que están
abajo. ¿Podemos adorar a Cristo
crucificado sin tener en cuenta a los crucificados de hoy?
“Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajo hasta
someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz”. Cada palabra tiene su
profundidad. Es verdad que son días de representaciones populares enraizadas en
las tradiciones de nuestros pueblos y que en la mayoría de los casos pueden ser
unas buenas catequesis. Son las procesiones que pasan ante nuestros ojos, pero
“la procesión debe de pasar por dentro”; la procesión de los últimos, aquellas
en las que los seres humanos sufren en la vida diaria, en su carne. Debemos
servir y lavar los pies a las víctimas, ser Verónicas, Cirineos, y bajar de la
cruz a los crucificados, colaborando con el Dios de la vida en la resurrección
de los necesitados. Jesús no murió en una cama, su muerte en cruz, algo nos
dice sobre la manera que tenemos los cristianos de mirar la historia y a las
personas.
“Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el –Nombre
–sobre-todo-nombre-, de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble –en
el cielo, en la tierra, en el abismo-, y toda lengua proclame: ¡Jesucristo es
Señor!, para gloria de Dios Padre”. Son también días se celebraciones
litúrgicas y de participar activamente en ellas con toda tu comunidad, ya sé,
que la tentación de las vacaciones, la playa, los viajes, el pueblo, están muy
presentes. Pero habrá que celebrar la Última Cena el jueves para escuchar su
testamento, la invitación a amarnos como el nos ama, el lavatorio y la palabra:
“amigos”. Guardar silencio el viernes con los despojos del que muere en la
cruz, desnudo y abandonado. Alegrarnos en la mañana de Pascua con la
resurrección y proclamar la gloria de Dios Padre. Qué toda rodilla se doble,
este es el camino cristiano y el de la Iglesia: vaciamiento, despojo, entrega,
bajar, de aquí nace la única glorificación, la exaltación, la subida.
Poco más. El relato de la Pasión de este domingo, según San
Marcos, termina con el testimonio de un centurión romano: “Realmente este
hombre era Hijo de Dios”. Esto es lo que proclamamos que: “Jesús es Señor”, y
terminamos la semana como empezamos el Domingo de Ramos, dando ¡Vivas!; pero
después de haber pasado todo esto por el corazón. Amor, servicio, entrega,
muerte y resurrección son el camino, la verdad y la vida que nos propone Jesús,
y nuestros pasos necesarios en este tiempo. Estamos en la parrilla de salida,
preparémonos para la semana que llamamos Santa, por ser central en nuestra vida
cristiana. Pocos sermones y mucha contemplación y escucha de la Palabra, la
liturgia es suficientemente rica. (Autor: Julio César Rioja, cmf)
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