En el evangelio el Señor nos habla de la importancia de
asumir nuestra realidad humana, sin buscar ser más de lo que somos o tenemos: “…el que de ustedes quiera ser grande, que
se haga el servidor de ustedes, y si alguno de ustedes quiere ser el
primero entre ustedes, que se haga el esclavo de todos”( Mt 20, 26b-27) Lo
cierto es que la sociedad actual plantea a la gente que la única persona capaz
de vivir en plenitud es aquella con éxito económico, laboral, social, etc, y
así nos encontramos con muchos casos de personas que sufren por no llegar a
esos niveles de grandeza porque se dan cuenta que son demasiado limitados,
frágiles, etc.
Pero dónde queda el planteamiento que nos hace Jesús de
empequeñecernos, de anonadarnos y no buscar ser superiores a los demás, sino
servirlos? Jesús nos da la receta para vivir en este mundo con
el alma puesta en la Vida Verdadera, aquella a la que ya nos han precedido otros hermanos, el cielo. Una receta sólo para quienes creen en la utopía del Reino, para los que aún creen que los pequeños actos de amor son los que engrandecen a la persona a diario.
el alma puesta en la Vida Verdadera, aquella a la que ya nos han precedido otros hermanos, el cielo. Una receta sólo para quienes creen en la utopía del Reino, para los que aún creen que los pequeños actos de amor son los que engrandecen a la persona a diario.
Sigamos hasta la Meta que nos ofrece Jesús, luchemos por
construir cada día un mundo más humano, más tierno, más sencillo, más
compasivo, más soñado… y pidamos al Señor que nos conceda la gracia de la
HUMILDAD. Amén
ORACIÓN POR LA HUMILDAD
(P. Ignacio Larrañaga)
Señor Jesús, manso y humilde.
Desde el polvo me sube y me domina esta sed de que todos me estimen, de que todos me quieran. Mi corazón es soberbio. Dame la gracia de la humildad, mi Señor manso y humilde de corazón.
No puedo perdonar, el rencor me quema, las críticas me lastiman, los fracasos me hunden, las rivalidades me asustan.
No sé de donde me vienen estos locos deseos de imponer mi voluntad, no ceder, sentirme más que los otros.. Hago lo que no quiero. Ten piedad, Señor, y dame la gracia de la humildad.
Dame la gracia de perdonar de corazón. La gracia de aceptar la crítica y aceptar cuando me corrijan.
Dame la gracia poder, con tranquilidad, criticarme a mí mismo. La gracia de mantenerme sereno en los desprecios, olvidos e indiferencias de otros.
Dame la gracia de sentirme verdaderamente feliz, cuando no figuro, no resalto ante los demás, con lo que digo, con lo que hago.
Ayúdame Señor, a pensar menos en mí y a abrir espacios en mi corazón para que los puedas ocupar Tú y mis hermanos.
En fin, mi Señor Jesucristo, dame la gracia de ir adquiriendo poco a poco un corazón manso, humilde, paciente y bueno.
Cristo Jesús, manso y humilde de corazón, haz mi corazón semejante al tuyo.
Así sea.
Señor Jesús, manso y humilde.
Desde el polvo me sube y me domina esta sed de que todos me estimen, de que todos me quieran. Mi corazón es soberbio. Dame la gracia de la humildad, mi Señor manso y humilde de corazón.
No puedo perdonar, el rencor me quema, las críticas me lastiman, los fracasos me hunden, las rivalidades me asustan.
No sé de donde me vienen estos locos deseos de imponer mi voluntad, no ceder, sentirme más que los otros.. Hago lo que no quiero. Ten piedad, Señor, y dame la gracia de la humildad.
Dame la gracia de perdonar de corazón. La gracia de aceptar la crítica y aceptar cuando me corrijan.
Dame la gracia poder, con tranquilidad, criticarme a mí mismo. La gracia de mantenerme sereno en los desprecios, olvidos e indiferencias de otros.
Dame la gracia de sentirme verdaderamente feliz, cuando no figuro, no resalto ante los demás, con lo que digo, con lo que hago.
Ayúdame Señor, a pensar menos en mí y a abrir espacios en mi corazón para que los puedas ocupar Tú y mis hermanos.
En fin, mi Señor Jesucristo, dame la gracia de ir adquiriendo poco a poco un corazón manso, humilde, paciente y bueno.
Cristo Jesús, manso y humilde de corazón, haz mi corazón semejante al tuyo.
Así sea.
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