Queridos hermanos y hermanas:
El próximo día 28 de marzo se cumplen 500 años del
nacimiento de Santa Teresa de Jesús. La fecha, tan fervientemente esperada y
tan cuidadosamente preparada a lo largo de estos últimos años en todos los
monasterios, conventos y fraternidades del Carmelo Seglar, está ya muy próxima.
En la homilía que pronuncié el pasado 14 de octubre en la
iglesia de La Santa, en Ávila, en la misa celebrada en la víspera del inicio de
los actos oficiales de este Vº Centenario, nos imaginaba a todos tratando de
hacer un regalo a nuestra Santa Madre en un día tan señalado y reconocía que,
sin duda, el mejor regalo es y será siempre ella misma, Teresa de Jesús.
P. Saverio Cannistrà, ocd |
Dos días antes de su aniversario, el 26 de marzo, os invito,
como hijos e hijas, a ofrecerle algo que sin duda le llenará de gozo: una hora
de oración. Una hora de oración especial, en la que la intención de todos sea
la paz en el mundo. Estase ardiendo el mundo, gritaba Teresa a la vista de los
conflictos y divisiones que asolaban la sociedad de su tiempo. También nuestro
mundo arde y, a veces, no somos lo suficientemente sensibles o no tenemos la
confianza necesaria para creer que podemos hacer algo para apagar ese fuego.
Entretenidos, a veces, en las pequeñas cosas de nuestra vida cotidiana y en los
problemas más inmediatos, olvidamos levantar la vista para contemplar el
horizonte y descubrir en él los signos de sufrimiento que presenta nuestra
sociedad: guerras, conflictos, terrorismo, violencias públicas o domésticas,
gritos de dolor, callados incluso antes de poder ser pronunciados.
Ese no será un día en que podamos escondernos, dejando la
solución de esos problemas a los que gobiernan, a los que tienen
responsabilidades. El 26 de marzo es un día para que la voz de Santa
Teresa resuene en nuestros corazones y, con ella, nos determinemos a hacer ese poquito
que hay en nosotros convencidos de que no están las cosas del mundo para tratar
con Dios negocios de poca importancia.
Os anuncio con alegría que el Santo Padre Francisco, viendo
con muy buenos ojos esta iniciativa, ha decidido iniciar esta hora de oración
mundial. A partir de ese momento os invito a recogeros en oración teniendo
presente esta intención: la paz.
Que unidos a Cristo, Amigo verdadero, que trajo al mundo la
reconciliación con Dios, alcemos los ojos al cielo suplicando al Padre el don
de la paz, que exige el diálogo que favorece la reconciliación entre los
hombres: perdonemos y seremos perdonados, nos dijo el Señor. Abramos nuestro
corazón al perdón, pidámoslo a quienes hemos ofendido y supliquemos a Dios que
nos deje la paz, la que Jesús nos prometió, no la del mundo, sino la que llena
el corazón de alegría y nos libera de toda cobardía.
Hijos de la Iglesia, vivamos intensamente esta iniciativa
que el Papa Francisco ha hecho también suya y, de su mano, convoquemos también a
ella a todos los creyentes, siguiendo el ejemplo que San Juan Pablo II nos
enseñó en Asís.
Unido a todos, hermanos y hermanas, en el Jesús de Teresa.
P. Saverio Cannistrá, Prepósito General ocd
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