Con un click, el sacerdote tucumano Luis Zazano divulga
el Evangelio a miles de católicos por internet.
“-¡Padre! Yo pensaba que usted era más viejo, gordo y
pelado!”
El padre Luis Zazano deja escapar una carcajada al cielo,
iluminada por una fila de dientes blanquísimos.
- “¡Nooo ...! ¿Por qué piensa eso?”
- “Es que todos los días escucho sus mensajes, que son
tan profundos, tan sabios... que imaginaba que usted era un hombre grande y
serio”, dice la señora que lo reconoció por la voz.
El padre Zazano vuelve a sonreír con su cara de niño.
Tiene 30 años y hasta el año pasado era el cura más joven de la Arquidiócesis
de Tucumán. Se ordenó hace apenas tres años y ya lo sigue una legión
de fieles,
la mayoría de otras provincias y otras latitudes. Sus mensajes llegan hasta la
China y Estados Unidos, donde estuvo hasta hace poco dando un retiro espiritual
por pedido de un grupo de fieles que lo conoció a través de WhatsApp.
“Creo que si San Pablo viviera hoy también utilizaría las
redes sociales. En sus tiempos usó lo único que tenía a su alcance, las cartas,
para dirigirse a las comunidades”, opina. El padre Luis comenzó difundiendo la
meditación del Evangelio a un grupo de jóvenes. “Pero después me di cuenta de
que así como me llegaban chistes por WhatsApp a cada rato, también yo podría
mandar audios, para que mis chicos los escucharan mientras desayunan o se
cepillan los dientes”. Pero ocurrió que ellos, a su vez, los mandaron a sus
amigos y así fueron llegando a más gente. El padre Luis usa Facebook, WhatsApp,
Twitter, Instagram y ahora también una página web (www.padreluiszazano.com) que
abrió un grupo de Estados Unidos. ¿Cuántas personas escuchan cada día al padre
Luis? Es un misterio. Imaginemos: él envía su mensaje a 2.700 contactos de su
teléfono, de los cuales 60 son grupos, que tienen a su vez 50 contactos cada
uno. Ahí nomás son 5.700 personas. Si cada uno reenvía a otros tantos
contactos, la cifra es geométricamente superior. Sin contar que a veces los
audios se difunden por las radios.
Cada vez que el padre Luis se entera de que alguien de
Guatemala o de Japón lo escuchó, siente un poco de vértigo. Lo consultó con el
arzobispo, monseñor Alfredo Zecca. ¿Es bueno que un cura sea tan popular? Pero
cuando en ese viaje cibernético el mensaje le vuelve en forma de S.O.S, de
pedido de ayuda de algún alma extraviada, que se siente vacía y que busca ser
escuchada, entonces el joven sacerdote siente que la semilla tirada al voleo ha
caído en tierra fértil. Un alma que muerde el anzuelo de la salvación es la
mejor pesca para un sacerdote.
“Hay gente que está muy vacía, muy sola. Tengo un
seguidor en Río Cuarto, por ejemplo, que me cuenta todo lo que le va pasando en
su corazón. Siempre le contesto y trato de guiarlo. Una vez me escribió una
chica mormona, de otro país. Sólo necesitaba una luz de esperanza...”. Y ahí
estaba él, con su cercanía, su sencillez, su alegría, a solo un click.
Tanta exposición al padre Luis le da un poco de miedo: “a
creérmela y a convertirme en un funcionario”. Para aventar esos temores, se
interna en las villas de Alderetes junto con las Hermanas de la Cruz, y una vez
al año, recorre a caballo los valles y montañas de Tucumán dando misas, bautizando
y casando.
Monseñor Zecca ya le ha contestado: “seguí, metéle para
adelante”.
Desde entonces, el padre Luis empuña con fe su celular, y
deja que su mensaje llegue a tierras sedientas de la Palabra.
(Fuente: diario "La Gaceta")
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